sábado, 8 de enero de 2022

Destituido

Más de uno veríamos de justicia que algunos fuesen destituidos de sus cargos ya sea por la ineficacia, traición o inmoralidad en el diario desempeño de sus labores. La prevaricación, conocimiento de las leyes y saltárselas a la torera, es motivo suficiente para ser destituido de un cargo sea menor o mayor. Pero el destituirlos, para tranquilidad de los malos gestores, no es flor de esta sociedad porque transige con los males de una casta privilegia con tal de recoger migajas. Menos mal que no hay mal que por cien años dure ni cuerpo que lo aguante… en este mundo.

Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:23)

Para la Biblia todos estamos destituidos, pero no de un cargo más o menos relevante por incompetencia profesional o moral, sino que estamos destituidos por nuestra incompetencia personal y moral de la mismísima gloria de Dios… en este mundo y en el venidero. La causa: nuestros pecados. De eso no se libra nadie porque todos han pecado de forma muy consciente e intencional. Al igual que el prevaricador no obedece la ley a sabiendas, nosotros nos saltamos la ley de Dios a sabiendas y voluntariamente… sin que nos empujen. Aquí podrás escabullirte del juicio de los hombres, sin embargo, de Dios no te puedes escaquear porque tus pecados son visibles ante Él.


Solo hay una esperanza y espero, por tu bien, que te acojas a ella. Esa esperanza es Jesucristo. Él vino a nosotros para librarnos de la condenación por el pecado. Se sacrificó en una cruz para que pudieses recibir el perdón de Dios si te arrepientes de ellos. Tus pecados no te pueden condenar a menos que elijas no creer en Jesucristo. Tu única esperanza es creer en Él como tu único Señor y Salvador. Hazlo hoy, querido lector. De lo contrario, te encaminarás a un lugar inaguantable como es el infierno… en el mundo venidero.

Líbrate de la destitución eterna creyendo en Jesús.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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