sábado, 15 de enero de 2022

¡Vamos a Morir Todos!

¿Cuántas advertencias necesitamos para dejar de desobedecer a Dios? ¿Cuántas pruebas pasaremos para darnos cuenta que vamos por mal camino? Faraón y su pueblo son un ejemplo de desobediencia a la voluntad divina a pesar de las pruebas que Dios mismo les hizo padecer por su obstinación y rebeldía. Dios nunca ha cesado de revelar Su voluntad a las naciones, pero éstas se empeñan en seguir la tendencia arraigada profundamente de sus pecados. Al igual que Faraón y los egipcios, desoyen la voluntad de Dios revelada en la Biblia. Aunque viven calamidades provocadas por ellos mismos, debido a la dureza de sus mentes y corazones, que se rebelan contra todo lo que provenga de Dios, siguen en sus trece.

Vamos a morir todos. (Éxodo 12:33)

Faraón y los egipcios, solo cuando vieron peligrar sus vidas, hicieron lo que Dios les pedía: dejar marchar a Su pueblo para adorarle en el desierto. “Si no dejamos marchar al pueblo de Israel, ¡vamos a morir todos!" La prueba la tuvieron en los primogénitos de Egipto. Todos sus primogénitos murieron, hasta los primogénitos de los animales. Pero en algo se equivocaron rotundamente: ¡NO VAMOS A MORIR TODOS! Dios protegió a los primogénitos de Israel porque fueron obedientes a las directrices que Dios les dio. Para salvar de la muerte a sus primogénitos debían pintar los dos postes y el dintel de sus puertas con sangre de corderos. Así lo hicieron y nadie murió en Israel.


El cordero sacrificado, que debían comer en la pascua judía, y la sangre cubriendo la entrada de sus casas representan a Jesucristo. Él fue el Cordero de Dios que derramó Su sangre clavado a dos postes de madera, una cruz, para que todos aquellos que se protegieran detrás de Él no murieran. ¡NO VAMOS A MORIR TODOS! Solo aquellos que siguen los dictámenes de Egipto y Faraón obstinados en hallar en ellos la seguridad, prosperidad y salvación que esperan. Viven tan cegados que con unas migajas son felices. Continúan rechazando poner la fe en Cristo con mil excusas absurdas mientras su mundo se cae a pedazos. Querido lector, te invito a salir de Egipto y del influjo de Faraón. Arrepiéntete de tus pecados ante Dios, vuélvete a Jesucristo y serás eternamente salvo de todo aquello que te está arrastrando al infierno: tu credulidad a Faraón y Egipto y tu incredulidad hacia Jesucristo.

Jesús o Faraón, tú decides.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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