Me uno a los que se han quedado
atónitos con el espectáculo bochornoso ofrecido por ciertos dirigentes de los
partidos más opulentos de la piel de toro en las últimas elecciones europeas. Demuestran
más interés por obtener el poder que le conceden las urnas que por las personas
que les votan, otorgándoles ese poder. En sus discursos atacan al oponente
aprovechando los deslices que ha cometido, haciendo de ello su punto más
importante en la carrera por obtener el voto favorable a su candidato. Y
nosotros, mientras tanto, somos espectadores del pan y el vino que nos sirven.
Después de muchos días de dires y
diretes nos dejan una jornada de reflexión. Desconectan los micrófonos, no salen
por la tele y “descasan” de tan arduo esfuerzo electoral. “No te abstengas, no
te abstengas, no te abstengas…” resuena en nuestros oídos y conciencias. La jornada
de reflexión es de lo más sabio que han inventado en la vorágine de las
campañas electorales, un día de paz. El día de las elecciones todos los
políticos se muestran sonrientes ante las urnas al depositar sus votos. ¿Se
habrá equivocado alguno al elegir candidato? Posiblemente no, pero sería de
risa después de tanto hablar mal del otro.
En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó
la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió
a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: a Simón, a quien también
llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo,
Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y
Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor. (Lucas 6:12-16)
¡Qué diferente fue la jornada de
reflexión de Jesús! Se apartó para orar pidiendo el consejo de Su Padre para
hacer la mejor elección de los líderes que iban a continuar con Su obra cuando
Él ya no estuviese entre ellos. Hoy suena de risa que algún político haga esto:
retirarse del ruido, pedir a Dios Su consejo y actuar conforme a Su voluntad… y
así nos va. Estamos a la cabeza de los países más progres, llenando de orgullo
y satisfacción a sus defensores. ¡Todos tienen los mismos derechos! ¿Quién dijo
lo contrario? La gran paradoja es que no andamos derechos y tergiversamos el
derecho, o lo que es lo mismo, la ley. Apártate y reflexiona, como hizo Jesús. Luego
ya me contarás…
Jesús no era un político aunque sus
coetáneos quisieron que fuese su gobernador. Jesús vino a nosotros con el
propósito inquebrantable de salvarnos. Jesús es el Señor y el Salvador. Como
Señor demanda pronta respuesta a Su ofrecimiento amoroso de salvación y como
Salvador desea que te arrepientas de tus pecados, creas en Él y camines en Su
voluntad. ¿Por qué has de hacer tal cosa? Porque pende sobre tu vida el voto
contrario de Dios y por consiguiente has perdido las elecciones divinas. En
estos momentos estás fuera de la lista de los candidatos para entrar en el
Cielo.
No importa lo bueno que te creas,
el esfuerzo por ser mejor, el dinero que poseas, la educación obtenida. ¡No
importa nada porque nada de lo que hagas puede comprar la entrada al Cielo!
¡Cristo es la clave para acceder a tal preciada ciudadanía celestial! Él, por
medio de morir en una cruz, pagó las costas para que pudieses ser incluido por
Dios en la lista de candidatos electos para el Cielo. ¡No hay otra forma! Cree
en Jesús, arrepiéntete de haber vivido al margen de Su voluntad y comienza a
ser coherente estudiando la Biblia, la Palabra de Dios para ti y para mí.
Ten tu jornada de reflexión.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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