sábado, 27 de octubre de 2018

Vida en la Muerte


En una de nuestras escapadas a las Alpujarras granadinas mi esposa y yo tuvimos la dicha de encontrar un lugar bendecido por la mano de Dios y, a la vez, maldecido por la mano del hombre. El sitio en cuestión es un pinar frondoso y fructífero. La llanura y el monte quedan recubiertos por esos pinos que destilan su aroma por doquier. En uno de los laterales de tan idílico paraje observamos que ciertos árboles estaban cortados por la parte más cercana al suelo. Esas reminiscencias de árbol estaban quemadas. Cierta parte del bosque había sufrido un incendio. Lo sorprendente de lo que observamos es que aún de la muerte que causó el incendio se puede extraer vida. La foto de la izquierda es un reflejo de ello.

Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados. (Colosenses 2:13)

El tronco quemado nos recuerda como Jesucristo fue muerto por causa de nuestros pecados. De esa muerte, paradójicamente, surgió vida. Jesús sufrió una muerte vergonzosa para quitar de un plumazo nuestras vergüenzas a causa de los infinitos pecados que cometemos diariamente. La muerte eterna es la condición espiritual a la que nos enfrentamos si Cristo no interviene perdonando los pecados tuyos y míos. Dios quiere darnos vida eterna y sólo un paso es necesario: confiar (fe) en que Jesús nos perdona los pecados si nos arrepentimos. Desde ese momento Dios nos da la vida con Cristo y es como si brotáramos de Él.

¡Vida!

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 20 de octubre de 2018

Juan Sin Miedo


La historia de Juan sin miedo de los hermanos Grimm me trae buenos recuerdos que me llevan a cuando cursaba la EGB. Han pasado muchos años pero parece como si fuese ayer por lo vívido que me resulta la experiencia infantil que se desarrolló en torno a este cuento. La maestra me pidió que leyera el cuento delante de toda la clase y previamente lo leí con el afán de prepararme y leerlo lo mejor posible. Quería quedar muy bien delante de la maestra y de mis compañeros de clase. Me puse delante de la clase y comencé a leer el cuento a mis compañeros. Mientras leía llegó un momento que comencé a reírme ante todos por el simple hecho de entender lo que estaba leyendo. Todos se quedaron perplejos ante mi risa. El caso es que en mi lectura previa de ensayo no había entendido casi nada de la historia. Todo cambió cuando la leí frente a la clase. Mi entendimiento se abrió, entendí lo gracioso del cuento y no pude contener la risa.

Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino. (Salmos 119:105)

Creo firmemente que esta experiencia es la que viven muchos en cuanto a la Biblia, no por la risa, evidentemente, sino por no entenderla hasta el momento que algo ocurre al entendimiento y la chispa de la luz hace mella en la comprensión de ella. Por supuesto, si nunca te has enfrentado a su lectura nunca podrás acceder a su enseñanza. Por otro lado, si te expones a su lectura llegará un momento que entenderás su importancia y trascendencia para tu vida, como ha ocurrido a muchos que honestamente se han acercado a la Palabra de Dios.

Desde las primeras palabras en Génesis hasta las últimas en Apocalipsis la Biblia es mono temática. Su protagonista es Jesucristo que por amor a Su Padre sufrió en una cruz por nuestros pecados salvando a todos aquellos que con fe le siguen. El punto a entender es la necesidad que tienes de ser salvado y que la puerta está abierta en Jesucristo para ello. Es muy sencillo porque hasta un niño como fui lo entendió en su momento. Es más difícil captarlo cuando los males de la vida han pasado arrollándote. Haz como yo: sé valiente y lee hasta que entiendas el mensaje de la Biblia. Puede que tus miedos desaparezcan al contrario que a Juan sin miedo, que finalmente tuvo miedo y quiso aparentar que seguía sin miedo.

Lee la Biblia hasta que entiendas.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 13 de octubre de 2018

Protocolo


Desconocer o no guardar el protocolo puede llegar a ser bochornoso en el más leve de los casos, como la situación de la foto. Ponerse a la altura de los reyes de España en esta circunstancia no sólo causa hilaridad sino que muestra el ansia de poder y gloria con el que algunos viven. Quizá esto no pase de lo anecdótico pero como seres humanos estamos plagados del afán de ser como aquellos que destacan por su poder o valía. La historia está plagada de esas historias donde al poderoso se le usurpa el poder, al rico se le roba su riqueza, al artista se le plagia, etc.

“…y seréis como Dios…” (Génesis 3:5)

No deberíamos extrañarnos ante tal comportamiento humano porque desde los albores de la historia humana lo sufrimos. Ser igual a Dios es el máximo de los deseos y afanes del hombre. En cuanto Satanás nos presentó la engañosa posibilidad de ser Dios, caímos como moscas. Aún no nos hemos dado cuenta que hay lugares a los que jamás podremos acceder y uno de ellos es ser Dios. El Dios verdadero, por supuesto. Jamás llegaremos a poseer Su conocimiento. Jamás llegaremos a tener Su poder. Jamás llegaremos a poseer Su santidad. Jamás llegaremos a poseer Su misericordia. Jamás llegaremos a poseer Su amor. Jamás le llegaremos a la suela de Sus zapatos.

Sin embargo, Dios sabe eso y actúa a favor nuestro. La venganza nunca ha sido el objetivo de Dios, aunque haya usado de ella en las circunstancias que Él, en Su justicia, ha propiciado. A Él gracias porque podría habernos borrado del mapa y hasta de Su pensamiento, y no lo hizo. Todo lo contrario, llevó a cuestas los pecados de todos nosotros pagando por ellos en una cruz. Se identificó con nuestras debilidades y se puso en nuestro lugar para ofrecernos la salida al entuerto en el que nos encontrábamos. Ahora te hayas frente a un protocolo insalvable: para salvarte debes creer en Jesucristo y arrepentirte de tus pecados que rompieron el protocolo que Dios ideó para la buena marcha de Su amistad contigo.

No te saltes el protocolo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 6 de octubre de 2018

Testigo de Jehová


Ayer tuve la visita, no inesperada, del técnico del gas. Ni que decir tiene que hizo bien su trabajo y después me saqueó el bolsillono él sino Repsol por lo que, a mi humilde juicio, pude haber hecho yo mismo. Lo interesante de la situación vino después del cobro. Mi esposa y yo tenemos la costumbre de regalar un evangelio a todos aquellos que visitan nuestra hogar, y en esta ocasión no iba a ser menos. Mi sorpresa fue que se quedó mirando el evangelio en sus manos y comentó que se había dado cuenta, por los símbolos y frases bíblicas que había en las paredes, que éramos creyentes. Conozco un poco el mundillo de los Testigos de Jehová y a su modo quiso darme a entender que para ser salvo era necesario pertenecer a un pueblo, queriéndome llevar, sin decirlo, a que ese pueblo privilegiado no era otro que los Testigos de Jehová.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:12)

Antiguamente se enseñaba que todo español es católico por el mero hecho de haber nacido en España y haber sido bautizado. Es como un plus de beneficio que tenemos los españoles. Por lo tanto, ser español te catapulta al cielo. Los Testigos de Jehová restringen la pertenencia a su religión el tener el privilegio de ser salvos. Por lo tanto, si quieres salvarte apúntate a los Testigos de Jehová. ¿Realmente la entrada al cielo es por pertenecer a una nación, una religión o haber efectuado aunque sus enseñas sean cristianas? No me canso de explicar que el Cristianismo no es patrimonio de una casta privilegiada (ahora que se ha puesto tan en boga la frase). El Cristianismo es Cristo y tú, Cristo y él, Cristo y yo. Ser salvo implica recibir a Jesús y creer en Él. Ipso-facto Dios nos adopta como hijos y pertenecemos a Su pueblo. Es decir, no por pertenecer a una nación, religión o cumplir con un rito se va al cielo. Se va al cielo al poner nuestra fe en Jesucristo que murió en una cruz por los pecados de la humanidad, por los tuyos y por los míos, para que creyendo en Él podamos ser salvos.

Es la fe en Jesús.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!