sábado, 2 de octubre de 2021

Vida de Cruz

Hablar de una vida de cruz es una osadía. Lo normal sería hablar de vida saludable, actividades desestresantes y culto al cuerpo. El hedonismo es más visible que nunca. Las multitudes buscan vivir a tope “que son dos días” pensando en los goces terrenos antes de verse cara a cara con la temida muerte. Temida muerte que se intenta ignorar como si no hubiese un mañana. La egolatría rampante lleva a la esclavitud. Los que viven sin frenos realmente viven esclavos de sus deseos. Las reglas del juego no acotan la libertad, sino que hacen del juego algo más interesante.

Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Marcos. 8:34)

La vida de cruz fue la elegida por Jesucristo cuando vivió entre nosotros. Esa vida de cruz es la que pidió a Sus discípulos que vivieran cuando les exigió como condición para seguirle que habían de negarse a sí mismos dejando atrás sus pasiones, agendas y pretensiones terrenales. Sus discípulos estaban llamados a imitar a Su Maestro y para eso tomarían cada uno su cruz y caminarían detrás de Cristo. Negarse a uno mismo es morir a uno mismo para ser como Jesús. Por muy mal que suene hoy la única forma de vida que libera es la vida de cruz, aquella que vive como Jesús mostró.

Darse por los demás. Eso ejemplificó Jesús. Su vida de cruz tuvo como beneficiarios directos a la humanidad. Una humanidad caída por decisión propia. Tú y yo nos rebelamos contra un Dios amoroso y justo y entró el pecado en el mundo. Ese pecado, tuyo y mío, movilizó el amor y la justicia de Dios. El delito (pecado) ha de ser pagado y un Dios Justo no podía menos que ponerse manos a la obra para deshacer el entuerto que causamos. Lo sorprendente fue que llegado el momento de ajusticiarnos la condena no recayó sobre la humanidad, como merecíamos, sino sobre Jesucristo, Dios hecho carne. Él pagó nuestros delitos y pecados en una cruz y llevando una vida de cruz satisfaciendo la justicia de un Dios Justo. Ahora la reconciliación con Dios es posible por la acción sacrificial de Jesucristo a favor nuestra. Querido lector, reconcíliate con Aquel que llevó una vida de cruz y una muerte de cruz por amor a ti y por la justicia de Dios. Arrepiéntete de tus pecados y sigue a Jesús viviendo la única vida que merece la pena vivir: la vida de cruz. De lo contrario pasarás una eternidad lamentando haber desoído el llamado de Jesús.

Vive la cruz.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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