Es fácil imitar sin darse cuenta de ello. Somos hijos de
nuestro tiempo, dirían algunos. Nuestras maneras de vivir son el fruto de
nuestra manera de pensar y, aunque nos gusta sentir que somos libres, la
realidad es otra muy diferente. Somos esclavos de nuestro tiempo. Por lo tanto,
es fácil amoldarse a los requerimientos sociales que trasuntan en cada época. Este
mundo tiene un mismo molde para todos. Si te sales del molde serás visto como
alguien raro que no cumple con las reglas (aunque no estén escritas) de lo
socialmente correcto y admisible. Amoldarse es sinónimo de falta de libertad.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de
la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2)
Acabo de aprender una palabra nueva: apateísmo. La palabra viene
de apatía (falta de interés) y teísmo (creencia en Dios). El
significado resultante es indiferencia o falta de interés por las cosas de
Dios. El molde que esta sociedad está imponiendo es la indiferencia hacia el
Dios revelado en la Biblia. No es que la gente ha dejado de indagar en el mundo
espiritual. Es que la gente busca en cualquier sitio respuestas a sus
inquietudes espirituales, excepto en el Dios revelado en la Biblia por medio de
Jesucristo. Contra ese molde mundano, que desecha a Jesucristo, nos advierte el
apóstol Pablo.
La Biblia te aconseja: sal del molde. Una sola cosa se puede
hacer para desmoldarnos: trabajar en la transformación de la renovación de
nuestros pensamientos. El propósito no es otro que descubrir cuál es el
pensamiento de Dios. En un mundo apateísta por amoldamiento (no por haberse
puesto a profundizar en el pensamiento ideológico mundano) la solución es
pensar como Dios piensa, y eso les da pereza. Todo lo que suena a transformación,
renovación, pensamiento y comprobar es demasiado esfuerzo en una sociedad
acostumbrada a la velocidad del microondas e internet. Solo a los que han tomado
la decisión de salir del molde Cristo les muestra Su buena voluntad, agradable
y perfecta. Él sufrió en una cruz dando Su vida por ti y por mí para que
conociésemos la Verdad. Él es la Verdad. Esa Verdad que descubrimos cuando nos
desmoldamos valientemente y creemos en Jesús, nos arrepentimos de nuestros
pecados y vivimos según Sus pensamientos y no los moldeados por un mundo
apateísta.
No sigas el modelo mundano, sigue a Jesús.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!