La historia del ciego Bartimeo es para aquellos que buscan
algo más que sanidad. Jesús por aquel entonces ya era un personaje de cierta
fama debido a Su mensaje y hechos milagrosos. Bartimeo, que había oído de Él,
aprovecha que lo tiene cerca y a voz en cuello, clama: ¡Jesús, Hijo de David,
ten misericordia de mí! No sé porqué, pero algunos estaban molestos por su
clamor, y en vez de ayudarlo lo increpaban para que se callase. El ciego
Bartimeo seguía gritando mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Jesús
lo oyó.
Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. (Marcos 10:49)
Querido lector, ¿qué harías si la salvación pasara cerca de
ti? ¿Cómo actuarías si se pudiese solucionar tu situación? Jesús se interesa
por ti, por tu caso en concreto y se detiene. Muchas veces te habrás sentido
incomprendido, desasistido u olvidado porque tu clamor se ha topado con la
indiferencia, hasta la molestia, de los que te rodean. Jesús no actúa así. Clamamos
en direcciones equivocadas porque solamente Jesús tiene en Sus manos el poder
de sanar nuestras almas. El ciego Bartimeo dio en la diana al buscar a Jesús,
aún en medio de la incomprensión.
Jesús te llama. Ten confianza; deja lo que estás haciendo,
el Maestro te llama. ¿Estás dispuesto a hacer lo que hizo Bartimeo? Él tiró su
capa, aquello que le estorbaba para correr, se levantó y obedeció el llamado de
Jesús. ¿Cuántos Bartimeo hay entre nosotros? Personas que cuando escuchan el
llamado de Jesús dejan aquello que los lastra y obedecen lo que Jesús les dice.
¿Estás dispuesto a que Jesús te cure tu ceguera espiritual o quizá estás tan “a
gustito” ciego?
Jesús, en cuanto Bartimeo llegó ante Él, le preguntó: ¿Qué
quieres que te haga? Él lo sabía, pero quería escucharlo de labios del ciego. –Maestro, que recobre la vista, le dijo. ¿Qué
es aquello que te gustaría que Jesús hiciese contigo? Bartimeo es un gran
ejemplo de ello. Él no pidió riquezas, fama, inteligencia o cualquier otra cosa
porque en su estado precario de oscuridad nada de ello serviría de mucho. A
veces pensamos que las riquezas y la notoriedad amortiguarán el vacío que
sentimos, y nos equivocamos rotundamente. Solo Jesús tiene el poder de darnos
aquello que realmente necesitamos.
Querido lector, tu trabajo consiste en saber qué necesitas
realmente para ser salvo. Para ser salvo debes pedir encarecidamente a
Jesucristo que tenga misericordia de ti y te quite la ceguera que hasta el
momento no te deja ver más allá de tu vida material. Hay una realidad que es mayor
que la vida terrenal. Jesús vino para sensibilizarnos en la búsqueda de la vida
celestial. Si quieres ir al Cielo debes buscar a Jesús y obedecerle porque Él
es la fuente de sanidad, no hay otra.
El amor del Padre por nosotros movilizó a Jesús en nuestro
favor, porque habíamos pecado contra Dios. Jesús se puso en nuestro lugar
siendo sacrificado voluntariamente en una cruz. Gracias a este hecho podemos
acercarnos confiadamente ante el Padre sin ser rechazados, porque la deuda ha
sido cancelada. Si no aceptas Su llamado, un día, cuando Jesús juzgue al mundo,
serás llamado ante Él y esta vez no te podrás esconder. ¿Qué le dirás? No habrá
nada que te justifique y entonces será tarde.
‒Vete, tu fe te ha salvado. Con esta
sencilla afirmación Jesús bendijo a Bartimeo. Al instante recobró la vista y
seguía a Jesús. Sí, la historia del ciego Bartimeo es para aquellos que buscan
algo más que sanidad de una tara física. La historia del ciego Bartimeo es para
aquellos, que como yo, veíamos como nuestra alma estaba cegada y lo buscamos a
Él. Después, como Bartimeo, le seguimos por el camino.
¿Cómo va tu ceguera?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!