sábado, 26 de mayo de 2018

Amontonando Basura


Muchos viven amontonando. Amontonan títulos, riquezas, hobbies, influencias, premios, reconocimientos… En fin, logros para asegurarse de que la vida que han vivido aquí no esté carente de propósito personal. Todo eso no es malo en sí mismo. Lo preocupante es que alguna cuestión mencionada se convierta en el eje de la vida. Vives para lo que amas, aunque ese amor sea irracional e incontrolable. Por ejemplo, si eres un trabajador que no pones límites en tu actividad profesional te conviertes en un trabajólico, o lo que es lo mismo, un adicto al trabajo. Es paradójico, aquello que amontonas se convierte en tu enfermedad. El ser humano no fue creado para amontonar.

A los que descuidan su aseo personal y amontonan basura se les diagnostica con el síndrome de Diógenes. Miramos a los que padecen esta enfermedad y los compadecemos pero muchos hacemos lo mismo… de otra forma… y puede llegar a oler peor. ¿Qué amontonamos que apesta tanto? Amor al dinero, egolatría, lascivia, postureo… ¡PECADO! No le demos más vueltas. Olemos mal por el montón de pecado que amontonamos diariamente. Pecas contra ti mismo, contra tu igual y contra Dios. Toneladas de pecado se hallan sobre tus hombros y no te dejan caminar con libertad.

Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto —dice el SEÑOR—. Aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana. (Isaías 1:18)

Dios mismo ha buscado la salida para nuestro síndrome de Diógenes particular. Por medio de Jesucristo nos regala la posibilidad de limpiar la oscuridad del pecado amontonado durante nuestra vida pasada, presente y futura. El sacrificio de Jesús en la cruz ha hecho posible el milagro de purificar nuestras vidas. Ahora solo tienes que creer esta verdad. Así de simple, así de sencillo. Tu hediondez putrefacta se trasformará en fragancia embriagadora para ti, los que te rodean, y sobre todo, para Dios.

¿Necesitas perfumarte?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 19 de mayo de 2018

El Sabelotodo


Si alguien dice que Dios no existe significa que lo sabe todo. Ha viajado por las galaxias, ha descubierto todo lo que la ciencia aún no ha descifrado, conoce la mente del ser humano hasta su más recóndita neurona, ha visto y experimentado lo que nadie ha alcanzado ni siquiera a soñar, domina todas las leyes de la naturaleza a la perfección y está sobre el bien y el mal. Para él no hay barreras ni fronteras en cuanto al conocimiento. Un conferenciante decía que solo usamos el seis por ciento de nuestro cerebro. Con un cerebro subdesarrollado y lleno de lagunas, ¿cómo es posible aseverar que Dios no existe? SOBERBIA HUMANA. No hay que dar más vueltas al asunto.

Millones viven sus vidas asegurando la no existencia de alguien superior a ellos mismos porque lo contrario equivaldría a tener que dar cuentas a ese Ser… y ellos no quieren dar cuentas a nadie en pro de su libertinaje y amoralidad. Muchos millones de personas se visten de cristianos en navidades, Semana santa y entierros. El resto del año se lo pasan al margen del Cristianismo porque realmente solo viven los postureos de la tradición religiosa o social.

Intuyen al ser humano detrás de su obra pero no ven (o no quieren ver) a Dios detrás de la Suya. ¡Qué gran pintor era Velázquez! ¡Qué excelso compositor fue Bach! ¡Qué deslumbrante científico fue Einstein! Enseñan que algo ordenado requiere alguien que lo haya ordenado previamente pero niegan que esto suceda con la naturaleza. ¡ROTUNDAMENTE ABSURDO! Ellos lo saben.

Así que, no les hagan caso. Son guías ciegos que conducen a los ciegos y, si un ciego guía a otro, los dos caerán en una zanja. (Mateo 15:14)

Si alguien sigue a estos ciegos caerá en su misma trampa. Su vista, mente y corazón estará en densa oscuridad. Pido a Dios que te abra los ojos del entendimiento y el corazón de piedra te lo cambie por uno de carne. De esta forma podrás atisbar un poco de la luz del evangelio que anuncia que no solo Dios existe, sino que vino aquí, por medio de Jesucristo, para sacarte de las tinieblas en que te hayas inmerso. Jesús pagó en una cruz por la culpa de tu ceguera espiritual que va más allá que la material. Busca a Dios mientras pueda ser hallado. Queda muy poco tiempo.

El poco cerebro hace errar.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 12 de mayo de 2018

Creer para Ver

A veces cambiamos el orden en que deberían darse las frases y pierden su significado real y profundo. Una de esas frases es “ver para creer”. La usamos cuando hay algo que nos asombra porque nunca habíamos pensado que eso pudiese ocurrir. Además, utilizamos la frase como Tomás ante la incredulidad de que Jesús hubiese resucitado. Hoy día es una frase que acuñan los científicos y sus acólitos, ateos y personas, en general, que no tienen sólidos conocimientos bíblicos. “Si no lo veo, no lo creo” es la frase preferida de todos ellos para escapar de un verdadero análisis de la cuestión.

Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? (Juan 11:40)

Lázaro había muerto y ya su estaba en proceso de descomposición. Este dato se conoce porque dijeron que ya apestaba su cuerpo. Humanamente era imposible hacer nada y una vez más, Jesús se encuentra con la incredulidad a Su alrededor. Lo cierto es que Jesús mismo provocó la situación retrasándose ante el llamado a despedirse de Su amigo Lázaro. Esto sucedió con un solo propósito: La gloria de Dios. Ver la gloria de Dios está reservado para aquellos que creen. Ver la gloria de Dios significa confiar en que Él puede hacer lo imposible para nosotros como seres débiles y corruptos. Así que el orden humano es “ver para creer” y el orden divino es “creer para ver”.

En este caso la gloria de Dios se manifestó resucitando a Lázaro de entre los muertos que es precisamente lo que Jesús vino a hacer: RESUCITAR MUERTOS. Con esta frase la Biblia recalca esta verdad: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados (Efesios 2:1). La escena de Lázaro es un preámbulo más que representa lo que más tarde Jesús vivió en la cruz. Él cambió el orden recibiendo el castigo que nuestros pecados merecen y liberándonos de tal peso. Él pagó la multa, abonó la factura, finiquitó la hipoteca y dejamos de ser unos morosos ante Dios. Ahora te toca creer para ver la gloria de Dios en tu vida y a través de ella, por lo tanto cree y arrepiéntete de tus pecados.

Jesús pone el orden real a la frase.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 5 de mayo de 2018

De lo Humano a lo Divino


Todos, absolutamente todos, nos encontramos en el camino de la trascendencia. En el fondo y en la superficie todos, absolutamente todos, deseamos que al morir nuestras vidas no acaben y continúen, aunque sea en otro estado. Es que somos seres espirituales y de forma innata o inconsciente acabamos preguntando por el significado de la vida y el más allá. Resumiendo: no queremos morir sabiendo que nuestra vida no vale nada (cuestión que los evolucionistas recalcitrantes nos enseñan para que el libertinaje sea legal). Hemos llegado a tal grado de cuestionar nuestra identidad que cada uno hace lo que le parece o lo que le parece a los demás.

Por enésima vez he podido constatar que el deseo de encontrar esa trascendencia que nos lleve de lo humano a lo divino persiste en cada uno de nosotros. Vamos al psicólogo a mitigar el dolor del corazón. Seguimos gurús que nos muestren la luz. Viajamos de la Ceca a la Meca para cumplir con leyes rituales. Visitamos a los videntes para que los espíritus nos auguren buenos tiempos. Consultamos el horóscopo para saber si salir de casa o no. Nos gastamos dinero en líneas telefónicas solo para que alguien nos escuche. Cumplimos con la religión con verdadero temor y temblor. ¿Todo para qué? Para, agarrados a un clavo ardiendo, encontrar esperanza, paz y felicidad aquí y más allá. Ansiamos rozar lo divino.

Confiamos en la ciencia humana y recurrimos a ella. Nos aferramos a los que parecen tener un halo de espiritualidad y los seguimos. Creemos que la salvación se halla en un lugar y viajamos a ese lugar. Nos adentramos en las fauces del infierno con tal de conseguir nuestros deseos. Invertimos tiempo, esfuerzo, dinero, recursos y todo lo disponible para hallar solución a nuestras más profundas inquietudes de ir de lo humano y perecedero a lo divino y eterno. Es muy triste ver como la solución la tenemos a la distancia de una oración y damos vueltas al mundo una y otra vez para llegar al mismo punto: la inopia.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)

En Jesucristo se une lo humano con lo divino. Él es Dios hecho carne. Él tiene las respuestas que tú necesitas conocer y estás buscando. Hay demasiado ruido a nuestro alrededor que intenta apagar Su voz pero es audible para aquellos que le buscan, es más, Él te busca. Vino a nosotros para cumplir la voluntad del Padre sacrificándose a favor nuestro. Ni Mahoma, ni Buda, ni algún gurú afamado ha hecho nada a favor nuestro como lo hizo Jesús pagando en una cruz con su sangre por nuestros pecados. Por lo tanto, no recorras miles de kilómetros alejándote de lo que amas, no consultes a videntes esperanzado en su falsedad, no confíes en la ciencia que te ningunea. En otras palabras: NO CONFÍES EN EL HOMBRE. Confía en JESUCRISTO que unió la divinidad a la humanidad. Ir de de humano a lo divino es encontrarse con Jesucristo. Tan solo cree en Él y arrepiéntete de tus pecados.

Lo tienes muy cerca.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!