sábado, 26 de octubre de 2019

Un Muerto Muriendo


El 31 de octubre de hace unos años, mientras caminaba del trabajo a casa, recibí un escupitajo de un joven que pasó por mi lado. Lo cierto es que presentí que me iba a hacer alguna broma cuando lo vi unos metros antes. Salió corriendo como lo hacen los cobardes que saben que han hecho mal. Al pobre muchacho le serví de burla y la bravuconada hizo que quedara como un héroe ante su acompañante. En esto deriva Halloween. Todo el que se ríe de la muerte no tiene respeto por la vida, es más, todo el que reverencia a los muertos no tiene amor por los vivos. Al fin y al cabo Halloween es la fiesta que rinde culto a los muertos. Eso hacen todos los que, como marionetas, se divierten “besando” a la muerte.
Los muertos no pueden cantar alabanzas al SEÑOR porque han entrado en el silencio de la tumba. (Salmos 115:17)
En la tumba todo acaba. La riqueza, la pobreza, la etnia, y la alcurnia son dejadas atrás. Por lo tanto, la muerte no es una fiesta sino una pérdida. No me extraña que la mayoría apure sus días de fiesta en fiesta, intentando ser aplaudido o admirado. Todo ello morirá en la tumba. Tú y yo moriremos y nadie podrá impedirlo. ¿Quién celebra la pérdida? Por desgracia todos aquellos que coquetean con la muerte. ¡Qué triste! Los muertos no pueden alabar a Dios porque han perdido esa capacidad. Tú que tienes aún esa capacidad, ¿alabas a Dios?, o, por el contrario, ¿aunque vives estás muerto?

La Biblia describe al hombre sin Dios como muerto. No percibe nada del mundo espiritual, no teme la muerte y relincha contra Dios, afrentándole. ¿Eres tú así? Halloween es otra oportunidad de quitarte la máscara mostrando la real: aunque vives, estás muerto respecto a Dios. La genuina máscara es el pecado. Esa es nuestra realidad por la cual morimos. Ese es el castigo merecido por habernos reído de Dios. El hombre está podrido de la cabeza a los pies, la Biblia lo afirma, y únicamente hay una salida: LA FE EN JESUCRISTO. Él venció a la muerte en una cruz resucitando de entre los muertos. Él dio Su vida en lugar de nosotros en pago por nuestros pecados y la volvió a tomar para certificar esta verdad eterna. Si quieres librarte de la escalofriante separación eterna de Dios, lugar donde no se le puede adorar con canciones, es decir, el infierno, no te queda más remedio que arrepentirte de tus pecados ante Dios y poner la fe en Jesucristo. De lo contrario seguirás siendo un muerto muriendo en lugar de un muerto vivificándose.

Celebra la vida en Cristo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 19 de octubre de 2019

Sólo en Jesucristo


El cristiano está llamado a exaltar a Jesucristo. Poner en lo más alto a Jesús es nuestro cometido más excelso. Somos como vallas publicitarias a la vista de los transeúntes, puestas en alto para anunciar la salvación de Dios. Ser voceros de las calamidades de esta sociedad es una de las mejores armas para seguir proclamando la necesidad de Cristo en cada vida. Esas calamidades hacen que el mensaje de Jesucristo sea más claro y evidente. Él predicó la necesidad del arrepentimiento de nuestros pecados y de volvernos a Dios con fe. Sólo los ciegos no lo ven… y hay muchos. Tú, quizá, seas uno.
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
“… ningún otro…”, “… no hay otro…”. Contra el relativismo social, absolutismo cristiano. ¡Sólo en Jesucristo hay salvación! El texto citado no deja lugar a la duda: ¡Sólo Jesús puede salvarnos! No busques en la política, en la solidaridad, en el cambio climático y en lo bueno que eres. Nada de eso te librará de lo que te separa de Jesucristo y Su salvación: ¡El pecado! Todo aquello para lo cual Dios no te creó, a lo cual vives aferrado, es tu pecado y necesita del perdón divino. Querido amigo, si no corriges el rumbo tu barco se irá a la deriva. El infierno te espera.

“… dado a los hombres…”. ¡Jesús es tuyo! El que es el dador de la única salvación posible es un regalo llegado desde el cielo para ti. Lo tomas o lo dejas. No hay camino intermedio. No hay medias tintas. Jesús es un regalo tan valioso que desecharlo trae consecuencias horrendas. En cambio, si recibes a Jesús como Salvador y Señor de tu vida serás eternamente salvo, es decir, tu vida será eterna y serás llamado hijo de Dios con plenos derechos. Jesús fue dado a ti y a mí para pagar la deuda del pecado que teníamos con Dios. Él pagó por ellos en una cruz para salvarnos y reconciliarnos con Su Padre. Recuerda: Dios te ha regalado a Jesús. Es toda una responsabilidad.

¡Jesús. Jesús, Jesús!

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 12 de octubre de 2019

Defiende la Paz


La paz es el tesoro humano más anhelado por los habitantes de este planeta. Sin la paz interior las riquezas no son nada, los títulos son vanos, la posición social es un lastre y la libertad inútil. Si quieres la paz, prepara la guerra es el sabio consejo legado por el imperio romano. Si deseas paz haz lo posible por salvaguardarla. ¡Es tu activo más preciado! La falta de paz te roba la vida ennegreciéndola, dejándola sin sabor y carente de motivación. Diariamente podemos observar a personas que no tienen paz. Aparentemente algunas se nos muestran felices, y otras no pueden disimular un rictus de tristeza. De todas formas, un halo de “no paz” los acompaña.
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27)
La paz que ofrece la sociedad es quebradiza, muy quebradiza, por eso Jesús tranquiliza a Sus discípulos asegurándoles que Su paz nada tiene que ver con la paz del mundo. La paz del mundo carece de sustancia, solidez o consistencia. Es como humo que se desvanece, agua entre las manos que se escurre o una cerilla encendida que se apaga rápido. La paz que brinda Jesucristo a aquellos que confían en Él va más allá de las circunstancias de la vida, sean éstas buenas o malas, supera la barrera de las relaciones humanas inconstantes y deja atrás la mentira de un mundo mejor por el esfuerzo humano. ¡La paz cristiana es Jesús! Él es consistente, consecuente y persistente. Resumiendo: ¡Él es firme! Lo que promete lo cumple.

La paz de Jesús no es para todos. La paz de Jesús no es una baratija. A Él le costó la vida para poder ofrecerla a Sus amigos. La cruz que padeció es el lugar de paz más grande del universo para el cristiano y para el incrédulo una terrible bofetada (no es de extrañar que la quieran desterrar de nuestra tierra por medio de derribar la Cruz del Valle de los Caídos). En la cruz Jesús defendió la paz, la paz de aquellos que por medio de la fe, le siguen. Querido lector, si quieres la paz de Cristo no te queda más remedio que pasarte a Sus filas. Arrepiéntete de tus pecados, pon tu fe en Él y comenzarás a experimentar Su paz, o lo que es lo mismo, lo experimentarás a Él.

¡No más tristeza ni miedo!

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 5 de octubre de 2019

Aceptación Sin Méritos


Una cuestión fundamental separa al Cristianismo de las diversas religiones que deambulan por el mundo. Mientras que las distintas religiones requieren de méritos propios para ser aceptados, el Cristianismo es aceptación sin méritos propios, como explica a grandes rasgos el profesor de la Universidad de Oxford, John Lennox, en una conferencia en el Ateneo de Madrid. Nos han vendido la película que nos cuenta que para ser aceptados por Dios necesitamos merecerlo, y eso es una mentira burda. Si la salvación se gana por nuestros méritos ¿para qué narices Dios se humanó en Jesucristo y pagó en una cruz por nuestros pecados?
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Si  Dios necesita intervenir a favor de nosotros es simple y sencillamente porque nuestros méritos no alcanzan el estándar de Dios para ser suficiente aval a la hora de ser perdonados por los pecados cometidos contra Él y resolver la deuda que tenemos pendiente con Su Justicia. Dios necesita enviarse a sí mismo en Cristo para posibilitar el perdón de nuestros pecados y la reconciliación con Dios sin nuestra intervención, pues carecemos de capacidad para salvarnos a nosotros mismos. La salvación es un regalo que no merecemos (gracia) y nuestras buenas obras para tal fin nos harían pensar que somos buenos, y no lo somos, por lo menos no como Jesús lo fue, que cumplió con todos los estándares de Dios sobradamente.

Querido amigo, el ofrecimiento de salvación de Dios por los méritos de Jesucristo no es, ni de lejos, como un anuncio publicitario que al rechazar la oferta no tiene consecuencias dramáticas. Rechazar a Cristo es confirmar que nuestro lugar de destino eterno será el infierno. ¡Huye! Te va la vida en ello. ¡Tiembla! Los horrores de ese lugar son indescriptibles. Sólo tienes esta vida para confiar (fe) en que los méritos del sacrificio de Jesús en la cruz por ti son suficientes para librarte del infierno que supone la separación eterna de Dios, Su amor, Su misericordia y Su gracia, Arrepiéntete de tus pecados ante Dios y comienza tu vida con Jesús que te acepta por Sus méritos y no por los tuyos. 

¡Qué descanso! No es por ti ni por mí, es por Jesús.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!