sábado, 29 de junio de 2019

El Evangelio Ninguneado


El mensaje de esperanza de Dios es ninguneado hasta el despreciado por muchos. Ese mensaje es las buenas noticias del Evangelio que nos confirma que podemos volver a relacionarnos con Dios por medio de Jesucristo porque nuestra deuda ha sido saldada por Él en la cruz. Veo a unos creyendo que por “ser buenos” un dios complaciente los salvará; otros se esconden en la confianza de que la humanidad progresará hasta alcanzar un estado de gracia óptimo; unos cuantos se amparan en sus ritos religiosos para “ganarse el cielo”; otros simplemente no creen en la necesidad de salvarse. En definitiva, todos estos grupos son su propio dios debido a que ellos ponen las reglas para relacionarse con la deidad.
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. (Romanos 1:21)
En el Evangelio la mano del hombre no se ve por ningún sitio, excepto para “armar el lío”. De ese lío surgió que Jesucristo padeciese por nosotros en la cruz. El pecado nos condenó a morir, o lo que es lo mismo, a vivir eternamente separados del cobijo de Dios. Si al mirar la creación de Dios no lo honras, no le muestras gratitud, te obcecas en seguir tus pensamientos antes que la evidencia de un Creador, tú ya estúpido corazón se tornará más lóbrego hasta que se endurezca como una roca infranqueable, y morirás sin esperanza… Todo por haber ninguneado el Evangelio.

Ningunear el Evangelio, en resumen, es ni más ni menos que rechazar a Jesucristo y, por ende, a Dios mismo. Jesucristo es el evangelio hecho carne. Él es la Esperanza que el ser humana necesita a gritos. Él es el amor personificado. Y más, mucho más. Por medio de Él Dios tiene Su mano extendida a cada uno de nosotros aún en este tiempo donde el ninguneo es por decreto legal en algún sitio que otro. Eso sí, Él no abre Su mano por nuestros méritos sino porque cumple Sus promesas. Da un giro integral a tu vida poniendo la fe en Jesucristo para que seas eternamente salvo del juicio de Dios que te llevaría al infierno sin lugar a dudas.

Si le ninguneas te pierdes.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 22 de junio de 2019

Indulgencias


Aún el Catolicismo sigue usando las indulgencias. Un tríptico que he leído de una iglesia después de un concierto me lo ha confirmado. Johann Tetzel, fraile contemporáneo de Lutero, iba por toda Alemania dando indulgencias papales con fines meramente recaudatorios y, por lo leído en el folleto anteriormente mencionado, no han cambiado mucho las cosas. A continuación, copio textualmente partes del escrito.

Condiciones para ganar la indulgencia.
¿Qué es la indulgencia?

La palabra “indulgencia” viene del término indulto, que significa perdón de una deuda o de una culpa merecida.

Con el sacramento de la confesión, recibe el perdón de Dios y de los hermanos a través de la iglesia. Este perdón es gratis, pero tú, agradecido, estás dispuesto a “reparar” el daño, que con tus faltas o pecados has hecho a Dios y los hermanos.

La redacción no acaba ahí sino que nos aclara cómo recibir una indulgencia:

En templo jubilar se puede ganar una indulgencia plenaria todos los días. Estos son los requisitos:

1-Confesión sacramental: (con margen de quince días, antes o después, en relación al día señalado para ganar la indulgencia).

2-Comunión eucarística.

3-Oraciones por las intenciones del Papa.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre, Credo y las Invocaciones a Nuestra Madre de la Merced y Nuestro Padre San Pedro Nolasco.

Seré directo: Poco tiene que ver con la enseñanza bíblica este carácter que se le ha dado a las indulgencias por parte del Catolicismo Romano, por no decir que nada tiene que ver. No hay espacio aquí para explicar los errores o herejías vertidas en el texto pero sí nos pararemos en la cuestión primordial: las indulgencias o más certeramente por ser bíblico, la justificación.

Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. (Romanos 5:1)

La justificación es un término legal que viene a decir que somos declarados justos. Dios nos indulta o justifica por nuestros pecados aunque no lo merecemos. No lo hace porque seamos buenos, de alta alcurnia, sabios, torpes, ricos, guapos, feos… No, lo hace por gracia, es decir, nos da la salvación (justificación) como un regalo gratuito e inmerecido. En esto de la gratuidad es donde la mayoría patina debido a que vivimos en un mundo donde lo gratuito es pésimo o inexistente.

¿Quién podrá pagar al Creador de todo lo que existe siendo bueno o haciendo grandes aportaciones a causas honrosas para ser indultado? ¿Para qué narices vino Cristo a morir por nosotros si podemos, por medio de minucias, recibir el indulto o justificación de Dios? A Dios gracias porque no nos ha pagado conforme a lo que merecemos por méritos propios a causa de nuestros infinitos pecados: LA MUERTE. Jesús, EL JUSTO, vino a pagar con Su vida en una cruz las deudas de LOS INJUSTOS, tú y yo, para que sólo poniendo la fe (confianza) en Su sacrificio sea suficiente para justificarnos (salvarnos) del infierno ganado a pulso. Te aconsejo que releas las cursivas anteriores hasta que se te graben en la mente y en el alma.

No es por méritos propios sino por los Suyos.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 15 de junio de 2019

Ley, Ira y Transgresión


Hoy cada uno es su propia ley. Una ley “a la carta” donde se castiga al otro pero que “a mí no me toquen” porque se transgrede mi ley. Hasta lo que se puede constatar, todos están en cierta forma de acuerdo sobre la necesidad de una ley. Claro está, una ley que refleje igualdad, ¡mi igualdad!, frente a los que son desiguales a mí. Resumiendo, las formas legales de carácter personal son fuente de injusticia (pretenden elevar mi voz sobre la de los demás) y la injusticia produce o acarrea ira (castigo) de parte de la justicia.
Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. (Romanos 4:15)
Hemos dejado atrás una Ley mayor que la meramente personal, acomodada e interesada. Esta Ley superior es la Ley de Dios puntualizada en el capítulo 20 del Éxodo. Hemos desbancado la justicia de Dios intentando imponer la nuestra. El resultado: cada persona ha elaborado su propia Ley que lo hace justo. Por lo tanto, hay unos cuantos miles de millones de leyes pululando por nuestro planeta, una por cada habitante. Exagerado pero real, patéticamente real.

Dios nos reveló Su Ley para que nos diésemos cuenta de lo desviados que podemos llegar a estar y, de hecho, estamos. Todos. ¡absolutamente todos!, hemos transgredido cada uno de los puntos de Su Ley, ya sea de pensamiento o acción. El que se salta una ley es castigado y recibe la ira proporcional a su injusticia. Igualmente pasa en relación a la Ley de Dios: tu injusticia se castiga. El pecado personal y grupal engloba cada una de nuestras injusticias. Estamos bajo el castigo o la ira de Dios porque todos hemos pecado.

Ahí no queda todo pues hay esperanza. El mismo que nos hizo ver lo perdidos que estábamos nos trajo la solución y el escape del castigo que nos merecemos por nuestros injustos pecados, la justicia de Dios. Si la Ley refleja nuestro castigo, la justicia de Dios refleja nuestra salvación. Jesucristo pagó el precio de nuestras injusticias a Dios y Su ira fue plenamente satisfecha. En otras palabras, Cristo pagó nuestra fianza al morir en la cruz y al resucitar justificó y justificará (hará justos) a todos aquellos que confíen (tengan fe) en que Jesucristo puede salvarlos completamente. Reconoce tus injusticias o pecados, arrepiéntete de ellos ante Dios, pon la fe en Jesús y serás proclamado justo. Tu justicia propia te condena al infierno, la justicia de Jesucristo te salva del infierno.

Hay esperanza por la fe en Jesús.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 8 de junio de 2019

Jesús, Amigo de Pecadores


Jesús no era sospechoso de rechazar a los que Él llamaba pecadores. Todo lo contrario, les mostraba su afecto, comprensión, misericordia, amor y lo que es más importante, la salvación. Comía, paseaba, charlaba, reía, lloraba con ellos. Es más, los pecadores de esa época, como tú y yo en esta, lo buscaban porque en Él encontraban descanso, amor, verdad y salvación. Otra cuestión bien distinta es aplaudir o poner en práctica los pecados de los que Jesús se rodeaba. El que vino a salvarlos por causa de sus pecados no iba a ser incoherente al imitarlos. No olvidemos, querido lector, que Dios es santo, y por ende, Jesús también.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17)
Jesús es tu amigo pero ahí no queda todo. Es cierto que Su bondad se manifiesta diariamente en ti a cada paso que das por medio de todos los detalles sencillos de la vida pero ahí más, mucho más. Reconocer que Jesús es amistoso no cumple con la misión que Él vino a realizar en tu persona, es sólo el inicio. El inicio de una relación tan profunda que te transformará la existencia, el carácter, la forma de pensar y más, tu futuro eterno.

Jesús se hizo un amigo en circunstancias extremas. Se ve que a Él le encanta tener amigos por donde pasa. ¡Hasta la cruz sirvió para ese propósito! “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, afirmó a su inesperado y desesperado nuevo amigo, el conocido como ladrón de la cruz. Si eso no es amor por las personas, ¿qué es amor? En otra ocasión más amable Jesús intimó más con sus discípulos diciéndoles “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15). Lo que el Padre quiere que conozcas es que Jesús, Su Hijo, vino a este mundo para no sólo ser tu amigo sino tu Salvador y Señor. Un Salvador que dio Su vida en tu beneficio y un Señor que te ama profundamente. ¿Responderás a Su llamado con fe o seguirás en medio de amistades perniciosas? Medita en ello.

Jesús, mi amigo y más.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 1 de junio de 2019

El Dr. Jekyll y Mr. Hyde


El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, escrito por Stevenson, ¿es realmente extraño? Creo que no.  Los más bellos ideales y acciones del ser humano, representados por el Dr. Jekyll, son siempre truncados por su ser antagónico, Mr. Hyde. Aunque en honor a la verdad el ser antagónico es el propio Dr. Jekyll debido a que él mismo deja salir al monstruo que es. La cruda realidad es que tú y yo llevamos en nuestro ADN el querer lo bueno pero somos vencidos por lo malo, el pecado descrito en la Biblia.

Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. (Isaías 1:6)

Un buen día decidimos bebernos la pócima que nos hizo malos y surgió el más terrible Mr. Hyde. Desde ahí no hay nada en nosotros que no haya sido infectado por la maldad. Cualquier acción está impregnada de soberbia que reclama lo “bueno” que somos o venganza que impone nuestros “derechos”. En esencia el hombre es malo y por eso tiende a actos malvados (pecados).

El profeta Isaías abre una puerta a la esperanza después de hacer un certero diagnóstico de cada uno de nosotros: ¡Aunque podridos hay curación! Existe una profilaxis para nuestra purulenta enfermedad llamada pecado. Las heridas pueden ser curadas, vendadas y suavizadas con aceite. Hay un remedio eficaz. El propio Isaías nos extiende la receta:

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53:5)

¡JESUCRISTO ES NUESTRA MEDICINA! Un Hombre, que vale más que todos los hombres, es el antídoto. Nuestros pecados hicieron que Él fuese castigado en una vergonzosa cruz. Sus heridas son el ungüento para la sanación que necesitamos. La venda es Su sufrimiento y el aceite Su sangre. Querido lector, si quieres sanidad de tu podrida llaga, ven a Jesús. Él es el único remedio eficaz para recibir perdón, salvación y paz. Por lo tanto, arrepiéntete de tus pecados y cree en Jesús.

Somos Mr. Hyde sin Él.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!