Vivimos inmersos en conflictos. A veces los conflictos vienen de nuestro círculo próximo, la familia y amistades. En otras ocasiones los conflictos se dan a nivel laboral, social y político. Además, nuestros conflictos internos, sean reales o ficticios, los sufrimos continuamente. De una forma u otra no dejamos de batallar con los conflictos. Lo peor de todo es que en multitud de circunstancias no podemos quitarnos los conflictos de encima debido a que no sabemos cómo vencerlos. ¿Cómo salir airoso de los conflictos que crean otros a nivel mundial? ¿De qué forma salir ileso de los ataques de otros? ¿Y qué decir de la solución de los sentimientos adversos que atacan diariamente a la mente y al corazón?
Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. (Lucas 24:46-48)
Los seres humanos somos expertos (palabra muy en boga en la actualidad) en crear conflictos. Pienso que esta faceta humana es la que mejor se nos da. Son los conflictos personales, sociales, culturales, religiosos y económicos los que han provocado guerras, asesinatos, abortos, divorcios, suicidios y un sinfín de problemáticas aterradoras para este mundo. ¡Y seguimos erre que erre! Tropezamos con la misma piedra, no recordamos los desatinos funestos del pasado y allá que vamos a meternos en conflictos una y otra vez. ¿De dónde nos viene ese imán que hace que nos atraigan tanto los conflictos? El primer conflicto lo provocamos nosotros mismos. Fue un conflicto que nos trajo al lugar donde hoy estamos. Hemos avanzado en el conocimiento, la tecnología y la ciencia, pero hemos bajado en el escalafón de la moral y la razón, la espiritualidad y la cordura.
El primer conflicto fue dar la espalda a Dios en el Edén, desobedeciéndolo. Desde ese instante de ruptura arrastramos deficiencias que nos dirigen hacia los conflictos como los ríos desembocan en el mar. Por nuestros conflictos fue necesario que Jesucristo padeciese en una cruz dando Su vida para solucionar el problema que generamos con Dios. Jesús resucitó, de lo cual hubo muchos testigos que lo certificaron, venciendo a la muerte eterna que nuestros conflictos acarrean. La muerte eterna nos abocaba irremisiblemente a la separación de Dios por la eternidad, el infierno. Desde la muerte y resurrección de Cristo nuestro conflicto, madre de todos los conflictos, tiene solución. El mensaje del evangelio de Jesucristo nos da una salida, la única salida: Arrepintámonos de nuestros pecados y seremos perdonados por Dios. Este es un llamado a todas las personas de todas las naciones por igual, y para ti.
Jesús hizo Su parte: Arregla tu conflicto con Dios ahora.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!