Despertar nuevamente a la realidad de un mundo que muere es
la verdad que nos ha vuelto a recordar la tragedia de Julen, el hijo de todos,
como amorosamente se le ha llamado. El despliegue humano y técnico ha sido
inaudito, no sólo en la esfera de España sino también a nivel mundial. No se
deben escatimar esfuerzos y gastos a la hora de salvar una vida humana, hecha a
imagen y semejanza de Dios. En esta ocasión se ha demostrado esa premisa con
creces. El consuelo sólo lo hallan aquellos que tienen la esperanza del
reencuentro con sus seres queridos más allá de la muerte. Esa esperanza la
garantiza Jesucristo por medio de Su muerte y resurrección.
Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. (Mateo 19:14)
De Julen es el reino de los cielos. Él ha despertado en
brazos de Jesús. Ya no tendrá que pasar por las penalidades de la enfermedad,
el paro, problemas familiares y tantas otras cuestiones que la vida depara. Tampoco
echará de menos las bendiciones de esta vida pues ha hallado la mejor bendición
del universo: estar en la presencia de su Creador, en la patria celestial. Ciertamente,
para los padres no es de mucho consuelo saber esto a no ser que su fe esté
puesta en Jesús como Señor y Salvador. ¡Que el Señor los consuele y guarde!
Cristo nos vio caídos en el pozo. Realizó lo impensable para
el ser humano: rescatarnos. Dejó el cielo y se mudó a vivir entre nosotros con
la misión de morir en una cruz por nuestros pecados. Nuestro pozo se llama
pecado y es tan profundo que sólo Dios puede sacarnos de él. ¿Quieres salir del
pozo?, es la pregunta de Jesús. ¿Cómo?, es tu pregunta. Respuesta: El reino de
los cielos es de aquellos que como niños van corriendo hacia Jesús. ¡Que nada
ni nadie te impida correr hacia Jesús!
Es fácil porque Él hizo lo difícil.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!