sábado, 25 de agosto de 2018

Esclavos Indignos


¿Por qué a las personas les cuesta creer que Cristo es quién es y puede salvarlos? De las múltiples respuestas, hoy he elegido una. Los verdaderos cristianos son aquellos que, habiendo entendido el evangelio, saben que sus vidas son indignas o inútiles ante tanta misericordia y amor recibido por parte de Dios y le sirven como muestra de agradecimiento, sin esperar nada a cambio. Por supuesto, esta actitud de los cristianos repele a los incrédulos porque estos últimos creen que su libertad es más importante que ser esclavos de Jesucristo. Por desgracia, no saben lo equivocados que andan. Ser libres de Cristo es ser esclavos del pecado, por el contrario, ser esclavos de Cristo es ser libres del pecado.

7¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? 8¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? 9¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. 10Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. (Lucas 17:7-10)

17:7–9 El verdadero esclavo de Cristo no tiene razón para enorgullecerse. La propia importancia ha de quedar arrancada de raíz y en su lugar ha de haber un verdadero sentimiento de indignidad. Ésta es la lección que encontramos en la historia del esclavo. Este siervo había estado arando o apacentando ganado todo el día. Al volver del campo tras un día de duro trabajo, el amo no le dice que se siente a la mesa para comer. Más bien le ordena que se ciña el delantal y que sirva la cena. Sólo después el esclavo puede comer y beber su propia cena. El amo no le da las gracias por hacer todo esto Es lo que se espera de un esclavo. A fin de cuentas, un esclavo pertenece a su amo, y su deber primario es obedecer.

17:10 Así, los discípulos son esclavos del Señor Jesucristo. Le pertenecen: en espíritu, alma y cuerpo. A la luz del Calvario, nada de lo que puedan hacer para el Salvador será suficiente para recompensarle por lo que Él ha hecho. Así que después que el discípulo haya hecho todo lo que le ha sido ordenado en el NT, debe seguir admitiendo que sigue siendo un siervo inútil que sólo ha hecho lo que debía hacer.

Según Roy Hession, las cinco marcas del esclavo son:

1. Ha de estar dispuesto a que se le ponga trabajo sobre trabajo, sin que se le dé consideración alguna.
2. Al hacer esto, ha de estar dispuesto a que no se le den las gracias.
3. Habiéndolo hecho, no tiene que achacar egoísmo a su amo.
4. Ha de confesar que es un siervo inútil.
5. Ha de admitir que al hacer y soportar su tarea con gentileza y humildad, no ha hecho ni un poco más de lo que era su deber hacer.[1]

Los anteriores párrafos de William Mc Donald han explicado, mejor de lo que yo lo haría, lo que significa ser siervo o esclavo de Jesucristo. Como indiqué al principio “esta actitud de los cristianos repele a los incrédulos”. Es difícil, por no decir imposible, hacerse cristiano cuando la demanda es tan grande. Las personas, en general, viven deseando ser consideradas por los demás y el panorama planteado por Jesús no es nada halagüeño para ellos. Entender que perdimos nuestra valía cuando pecamos contra Dios y que Jesús tuvo que cargar en una cruz por nuestras culpas es algo, cuando menos, incomprensible en una sociedad egoísta y atea como la nuestra. Realmente Dios no quiso ofrecer Su salvación a precio de baratija. Cierto es que para nosotros es gratuita y está al alcance de creer con fe y arrepentirse de los pecados, sin embargo, para Dios costó el más alto precio, la vida de Su Hijo Jesucristo. Ante tal conocimiento es normal que cualquier cosa que hagamos por Dios sea indigna o inútil. ¿Qué recibimos a cambio los cristianos? El amor incondicional de Dios y Su Gracia salvadora. ¿Quién da más?

Servir a Jesús es mejor.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!


           [1] William Mc Donald, Comentario bíblico (Terrassa: Barcelona: CLIE, 2004), 1480.

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