sábado, 13 de julio de 2019

Amor Sin Cruz


Muchos pasan por alto aspectos esenciales del amor de Dios. Reducen ese amor a simples relaciones humanas donde no existen límites y, según ellos, Dios aprueba porque es todo amor. No es de extrañar que se escandalicen al enfrentarlos con la realidad bíblica de la desaprobación divina de ciertos comportamientos amoroso-sexuales. La Biblia nos muestra que Dios creó dos sexos únicamente: Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1:27). También podemos constatar que Dios desaprueba las relaciones homosexuales: No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación (Levítico 18:22). Y, por último, ante la rebeldía humana Dios entrega a las personas, es decir, no las estorba en su camino de perversión: Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión (Romanos 1:26-27). Es lógico que todo esto les chirríe a aquellos que relativizan las verdades bíblicas anteponiendo sus razonamientos por no profundizar en lo establecido por Dios.
En esos días, Israel no tenía rey; cada uno hacía lo que le parecía correcto según su propio criterio. (Jueces 21:25)
Hoy día pasa lo mismo que en el tiempo de los jueces de Israel. Al carecer la sociedad de un orden moral, legal y ejecutor, representado por el rey en este caso, con las cuestiones claras, cada quien establecía su propia ley moral y legal. En resumen, habían olvidado la Ley de Dios… y así les iba. La historia parece ser cíclica y se vuelve a repetir en nuestros días que cada uno hace lo que bien le parece, como antaño… y así nos va. Las instituciones están corrompidas, la moral se relativiza y se desecha todo atisbo de Cristianismo bíblico.

Unas palabras para los creyentes en Cristo: Seguid predicando las buenas nuevas de salvación, el evangelio, que continúa rescatando vidas de la desesperación y la angustia trayendo perdón de los pecados, paz con Dios y liberación de la muerte eterna. Recordemos las palabras del Maestro: Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece (Juan 15:20-23). ¡No nos odian a nosotros, odian al propio Dios!

Unas palabras para los no creyentes en Cristo: La igualdad que defendéis está conseguida en nuestra sociedad occidental. Los homosexuales tienen los mismos derechos que las parejas heterosexuales. Ahora bien, la igualdad no es uniformidad. Todos deben ser iguales ante la ley. ¡TODOS! Pero no todos estamos obligados a ser de una forma o pensamiento pues el pensamiento único es una dictadura, venga de donde venga. Ahí es donde equivocáis el tiro y, sin daros cuenta, estáis siendo arrastrados no por la igualdad sino por la uniformidad en el pensamiento.

Retomo el pensamiento de la primera frase de este escrito afirmando que los aspectos esenciales del amor de Dios son olvidados: En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:9-10). La cruz y la resurrección de Cristo son hechos que quedan fuera del amor que defendéis, aunque son los factores más relevantes del amor inmenso de Dios por la humanidad, por ti y por mí. Jesús murió por nuestros pecados y resucitó para certificar que puede salvarnos. 

Hay algo que nos iguala y nos da uniformidad: la muerte. Así lo expresa el poeta al hablar de la muerte y sus consecuencias:
Los placeres y dulzores

desta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores,
y la muerte la celada
en que caemos?
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.[1]

A todos nos espera la terrible muerte y eso no se discute, por lo menos en mentes cuerdas. Dios ha tendido Su mano para amortiguarla y convertirla en una cuestión que simplemente supone un tránsito que nos lleva a Él por la eternidad.

Otro factor importante es la justicia de Dios. Dios es Justo y no puede pasar por alto el pecado, de lo contrario no sería Dios. El delito merece un castigo y el pecado es el delito que merece un castigo. ¡PERO DIOS MOSTRÓ EL GRAN AMOR QUE NOS TIENE AL ENVIAR A CRISTO A MORIR POR NOSOTROS CUANDO TODAVÍA ÉRAMOS PECADORES! (Romanos 5:8). ¿Quién daría su vida por sus enemigos? Pues Jesucristo la dio. Dios decidió pagar nuestras deudas con Él ofreciendo en sacrificio a Su Hijo. Ahora la pelota está en tu terreno. Debes decidir si seguir pensando como lo hace la corriente o abrazar el amor de Dios que te ofrece el descanso de ser perdonado y la paz con Dios. Sólo arrepiéntete y cree en Jesús. De lo contrario, el infierno aguarda, aunque sea políticamente incorrecto decirlo y las vestiduras se rasguen.

Creer o no creer, esa es la cuestión.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!



[1] Jorge Manrique, 1440-1478, Coplas que fizo por la muerte de su padre.

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