sábado, 23 de enero de 2021

Quiero

Jesucristo tiene muchos seguidores por todo el mundo. Él es muy atractivo porque Su mensaje estuvo en consonancia con Sus hechos. Por consiguiente, no nos debe extrañar que muchos le sigan. Mahoma, Buda, Gandhi y otros personajes de la historia no se pueden comparar con la Persona, mensaje y obra de Jesucristo. Ellos eran débiles humanos, como tú y yo, y Jesús fuerte como el mismo Dios que es. Aunque muchos van detrás de personas como ellos, solo en Jesús puede encontrar verdadera sanidad para sus almas. Las promesas de los gurús son inalcanzables, mientras que las promesas de Jesús están a la distancia de una petición.

Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. (Mt. 8:1-3)

Es curioso ver a mucha gente seguir a Jesús, pero en este caso solo uno se acercó a Él en busca de auxilio. Seguir a Jesús sin acercarse a Él a compartir nuestras cargas no sirve de nada. El leproso de la historia así lo hizo, se acercó a Jesús. Seguramente los demás le seguían por curiosidad humana o por interés personal, pero hubo una mayoría que no se acercó a Jesús. Nuestro protagonista no solo se acercó a Jesús, sino que se postró ante Él reconociendo no solo que Jesús era un buen Maestro, una buena Persona o un buen Líder, como pensaría el gentío que iba tras Él, sino que se rindió ante la evidencia del Ser Supremo ante el que se hallaba: DIOS. Compartir nuestras cargas con Jesús sin rendirnos ante Él, tampoco sirve de nada.

“Si quieres”, le dijo el leproso. Su fe, necesaria para que Jesús actuara sanándolo, era real. “Quiero”, fue la respuesta afirmativa de Jesús. Y al instante su lepra desapareció. Ipso-facto la enfermedad fue sanada. Muchos siguen a Jesús, pero no ven su enfermedad. Esa enfermedad se llama PECADO. Sus síntomas son la soberbia y la ceguera. Siempre pasa inadvertida a todos los que la tienen y unos pocos, aquellos, que como el leproso van a Jesús con fe, son sanados. Jesús vino a sanarnos de la enfermedad del pecado haciendo que su efecto mortal fuese quitado. ¿Cómo lo hizo? Llevando Él mismo en una cruz nuestras enfermedades y dolencias porque nosotros no podíamos sanarnos a nosotros mismos. Ahora sal de la multitud y di a Jesús: Si quieres, puedes salvarme. Él te dirá: Quiero, sé salvo. Y al instante tu pecado desaparecerá.

¿Quieres?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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