El cine está lleno de tópicos: cuando
alguien habla a un auditorio frente a un micrófono siempre se escucha un buen
acople; los buenos son muy buenos y los malos, muy malos; si enciendes el
televisor da siempre la casualidad que sale el programa que buscabas y justo la
noticia que te habían dicho que tenías que escuchar; se cuelga el teléfono sin
despedirse pues no hacen falta los gestos amables; pocas veces se ve que se
pague a un taxista; los personajes se aprenden las direcciones y los números de
teléfono en un pispas ¡sorprende la memoria que tienen!; todas las
persecuciones en coche acaban con los malos con las ruedas mirando al cielo;
cuando más necesitas que el coche arranqué, este se resiste, pero en el momento
justo, cuando el malo parece que te atrapa, todo se arregla y el coche sale a
una velocidad extrema con las ruedas chirriantes; en las escaladas hay algún
personaje que pega un traspiés; el caballo del malo corre menos; el
"prota" nunca recibe un balazo, pero él se carga con una (por ejemplo)
tostadora a todos los malos. Quizá te vengan a la memoria otros tópicos del
cine pues hay infinidad.
Hoy me quedo con un tópico que
siempre me llama la atención y que me sirve para explicar una verdad espiritual
más adelante. Es el tópico de la caja de cartón. Recientemente vi la película
"El club de los Emperadores" y en ella hay una escena en la cual está
el tópico. El protagonista (Kevin Kline) dimite de su cargo como profesor de la
institución donde imparte sus clases y recoge en una minúscula caja de cartón
sus pertenencias. Sale del colegio con un rictus triste y melancólico.
¿Recuerdas esta escena típica en otras películas? Alguien es despedido o se
despide y recoge lo que son sus señas de haber pasado por allí en la mencionada
caja de cartón. Nada parece quedar de él o ella después de su marcha. ¿Qué
tienes para llenar tu caja de cartón? Logros, títulos, premios, dinero, amor,
amistad, relaciones sinceras, un matrimonio feliz...¿?
Este tópico me habla de una
verdad espiritual que se enseña en la Biblia, la Palabra de Dios para nosotros
hoy.
Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. (Isaías 64:6)
Delante de Dios no hay nada que
puedas poner en la caja de cartón que merezca la pena para Él. No vas a
impresionarlo; no vas a hacer que cambie de pensar en cuanto a tu situación
pecaminosa. Un día te despedirás de esta tierra. Quizá te dé tiempo a
despedirte de tus seres queridos o quizá la brutalidad de la muerte te pille
por sorpresa. Solo Dios sabe. Lo que si puedes estar seguro es que lo que te
lleves en tu caja de cartón, tu bagaje, es inservible para ganar el Cielo. No
hay nada que hayas hecho por ti mismo lo suficientemente bueno para ganar el
corazón de Dios. ¡NADA! Lee la palabra "nada" al revés y tendrás la
respuesta.
¡ADÁN!
¿Pero qué me dices? ¿Qué tiene
que ver Adán en este asunto? Mucho querido lector. Adán vivió en amistad íntima
con Dios. Se paseaban por el Huerto del Edén y charlaban juntos de todos los
temas que ni siquiera ya pudiéramos imaginar. Un día, Adán, decide malograr la
confianza en esa relación Dios-Hombre, Hombre-Dios y aparece la palabra pecado
que es simple y pura desobediencia a las reglas que Dios, como Creador y Dueño
de todo, marcó. El ser humano bajó en el escalafón perdiendo la amistad con su
Creador. Al igual que la ley humana exige que el delito debe ser reparado, la
Ley Divina también. La consecuencia del pecado cometido es que morimos física y
espiritualmente. Te preguntarás, ¿no es excesivo el castigo comparado con el
delito? Esta pregunta demuestra que desconoces quién es Dios y lo que es
pecado. Como el norte está alejado del sur, así está Dios alejado del pecado.
Imagínate delante de Dios con tu
caja de cartón: tus manos están extendidas queriendo mostrar a Dios las buenas
cosas que has hecho mientras estabas en este mundo. Mira, Dios (le dices) todos
los días intenté ser justo. Fui bueno porque no maté, no robé, me mantuve casto,
no mentí... Dios mira tu caja y te dice:
Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. (Lucas 13:27)
Jesús le dice estas palabras a
personas religiosas, la élite de esa época. Ellos creían que ser simplemente
buenos les haría ganarse el Cielo y el favor de Dios. Jesús les hace caer de su
nube diciéndoles que la caja de cartón que traen no vale para nada.
Es duro, pero debo decirlo por tu
bien, vas camino al infierno porque no puedes satisfacer la deuda que por causa
de tu pecado has contraído con Dios. Esto es terrible pues te deja fuera de
juego. No puedes alcanzar el Cielo por méritos propios. ¿Hay algo que puedas
hacer? ¡NO!
El único en todo el universo que
puede hacer algo es Dios. ¡Y LO HIZO! Ya no tienes que dar con tus huesos en el
infierno si obedeces a la salvación que Dios mismo inventó para sacarte del
pecado y de la muerte eterna. ¿Qué hizo Dios? Hizo lo que jamás ni tú ni yo
seguramente haríamos. Pagó el precio de tu pecado con creces. Mandó a su único
Hijo, Jesús con esta misión. Jesús pagó vida por vida. La cruz fue la firma de
este nuevo pacto con el hombre que había pecado contra Dios. En la cruz Cristo
resolvió, por amor a ti, la separación que causaste con el pecado. ¿Qué está
pidiendo Dios de ti?
Dos cosas: ARREPENTIMIENTO Y
CREER.
El arrepentimiento es reconocer con
el corazón (sentimientos) y la mente (voluntad) a Dios el pecado que hay en ti
y que esto te separa de Él, por lo tanto, tu vida cambia de rumbo. Creer es
reconocer que el mensaje del evangelio es la verdad en la que puedes descansar
para ser eternamente salvo por medio de lo que hizo Jesús en la cruz por amor a
ti.
Tú mismo. Dios quiere que vayas a
Él por voluntad propia. Él no desea forzarte, pues la salvación es un bien para
ti que Él ha ideado para que no estés separado eternamente de Su presencia. El
primer beneficiado eres tú. POR AMOR A TI JESÚS FUE SACRIFICADO EN LA CRUZ.
Si te arrepientes y crees cuando
marches de esta tierra a su presencia solo llevarás un tesoro que vale ante
Dios. Tú ofrecerás tu caja a Dios; Dios la recibirá de tus manos y, ¿qué le
habrás llevado? ¿con qué la habrás llenado? Solo una cosa: LA CRUZ DE CRISTO:
El Sello de lo que costó tu salvación. CREE Y ARREPIÉNTETE AHORA MISMO. Dile
estás simples palabras a Dios:
Reconozco mis pecados pues he vivido alejado de Ti toda mi vida haciendo lo que bien me parecía. Perdóname y sálvame quiero ser tu hijo. Gracias por Jesús que pagó por mi pecado. Creo en tu Palabra. Gracias por alcanzarme y salvarme. Ayúdame a caminar fielmente en tus caminos. En el Nombre de tu Hijo, Jesucristo. Amén.
Ten por seguro que si eres
sincero al hacer esta oración Dios te ha escuchado y lo que es más importante
te ha recibido como un nuevo hijo. Él te va a proteger y cuidar como solamente
Él sabe hacerlo. Déjate guiar de su mano. Lee la Biblia, busca una Iglesia Evangélica
en tu ciudad para que puedas ser ayudado a crecer y tú mismo seas de bendición
para otros.
Una palabra de advertencia: si
pasas de largo por este mensaje y no crees es terrible para tu futuro eterno.
Tómate un tiempo para reflexionar ya que merece la pena. Reta a Dios a que se
muestre a ti. Lo va a hacer de una forma que te sorprenderá y no quedarás
neutral. Si acabas por rechazar a Dios te espera su juicio, y créeme ni a ti,
ni a mí, ni a Dios nos gustaría verte en esa situación ya sin ninguna esperanza
de marcha atrás.
Vacía tu caja para que Él la
llene.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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