sábado, 29 de agosto de 2020

Joker

Esta semana he visto la película Joker. Joaquín Phoenix da vida a este personaje que acaba en el mundo de la delincuencia antisistema. Joker sueña con ser un cómico aplaudido, pero se encuentra con diferentes obstáculos que le impiden el éxito tan deseado. El film, por medio de la vida desafortunada de Joker, intenta justificar que las circunstancias por las que pasa él son las culpables que desencadenan en convertirlo en un villano. A todas luces se puede contemplar que el carácter o dotes personales de Joker, por encima de sus circunstancias, lo llevarían a un fracaso estrepitoso en su carrera hacia el estrellato por la vía cómica. Él no era gracioso sino tétrico. Le resultó fácil echar el peso de la culpa a los demás antes que reconocer honestamente sus limitaciones.

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. (Santiago 1:13-15)

Tres conceptos destacan en la porción bíblica anterior, a saber: tentación, concupiscencia y pecado. La tentación es un influjo a caer en el pecado, es decir, un motivador a hacer lo malo. La concupiscencia son nuestras pasiones, sean buenas o malas, que nos llevan a sucumbir a la tentación. El pecado es el fruto de esas pasiones cuando no se le ponen freno. Estos tres escalones descendentes: tentación, concupiscencia y pecado, no tienen nada que ver con Dios ni con las personas ni con las circunstancias que nos rodeen en un momento dado. Al final, igual que con Joker, es nuestra responsabilidad apartarnos de hacer lo malo, pecar. Ningún pecado es justificable, aunque nos intente vender lo contrario la maquinaria del cine. Joker, al delinquir, se mereció la condena que la justicia demandaba de él. Por supuesto, la película acaba (spoiler, lo siento) con la muchedumbre exaltándolo por haber perpetrado un crimen antisistema. La maldad siempre busca justificarse.

Creo que el personaje de Joker nos representa a la perfección. Si nos dejásemos a nuestros más bajos o altos deseos el mundo, como lo conocemos hoy, sería un vago recuerdo. A este mundo, lleno de pecado, arribó Jesús. Él voluntariamente pasó por nuestras mismas tentaciones y no sucumbió a ninguna de ellas. ¡Venció la tentación y no se halló en Él ningún pecado! Es más, pagó las costas de nuestros pecados con Su sangre, muriendo en una cruz convertido en un ser despreciable ante el mundo y ante Su Padre. Es por ello el único que puede salvarnos y darnos vida porque no solo venció al pecado, sino que triunfó sobre la muerte resucitando. Querido lector, no hay nada que puedas hacer fuera de Jesús para justificar tus pecados. Solo Jesús puede hacerlo. Cree en Él, arrepiéntete de tus pecados y recibirás Su perdón. Serás llamado Hijo de Dios y pasarás de muerte a vida. Las puertas del infierno se te cerrarán y las del cielo se te abrirán de par en par.

Deshazte de tu Joker.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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