Como venimos contemplando en estas fechas de Adviento, Jesús
es sobre todos porque es Dios y nosotros somos humanos y, por lo tanto,
terrenales. Un manzano da manzanas y un peral, peras. Así de simple, así de
incuestionable. El fruto de Jesús es la salvación y el fruto humano, la
perdición. Jesús descendió de Su estatus y se hizo hombre para relacionarse con
cada uno de nosotros porque nosotros no tenemos el poder de relacionarnos con
Dios de ninguna forma. Nuestros pecados han creado la separación.
El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. (Juan 3:31)
Uno de los pecados que han separado a los hombres de Dios,
quizá el que dio lugar a los demás, es lo que hablamos. Por nuestra boca salen
los pensamientos más oscuros que denigran al ser humano y al mismo Dios. Jesús
lo refirió en una ocasión: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que
sale de la boca, esto contamina al hombre. (Mateo 15:11). El habla
humana contamina al propio hombre, en resumidas cuentas. Cuando pecamos nos
sobrevino la desgracia de perder la sal y la luz, la bendición de hablar lo
bueno, lo justo y lo verdadero. En el fondo y en la superficie al final todos
buscan sus propios intereses… y sálvese quien pueda.
Jesús se presenta a nosotros como el Verbo hecho carne, a lo
que es igual, la Palabra de Dios en persona: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios (Juan 1:1). La Palabra (Jesucristo) es
eterna, en comunión con Dios porque es Dios. Una vez más se deja en evidencia
que Jesús es sobre todos. Nosotros no somos eternos, no estamos en comunión con
Dios y no somos Dios. Nuestra única esperanza de redimirnos es acudir a Jesús
porque Él ya lo hizo primero. Él nos dará la vida eterna y nos pondrá en
comunión con Dios restableciendo la imagen de Cristo en nosotros. Si quieres
que eso suceda sigue a Jesús.
Habla contaminada.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario