sábado, 27 de mayo de 2017

Tan Fácil... Tan Difícil...

Lo fácil puede llegar a ser sorprendentemente difícil. Nos han educado para creer que para conseguir algo valioso hay que esforzarse sobre manera. Cierto es que para obtener logros que merezcan la pena hay que sudar la gota gorda, pues lo que se consigue por la vía rápida no se estima lo suficiente o se va por el retrete. Pero lo anterior es simple y exclusivamente el logro personal y humano sin contar con lo que tiene más valor: la vida. Sin la vida no hay logro que valga y aunque parezca de Perogrullo decirlo es una verdad mayúscula: Sin la vida que Dios nos ha regalado lo demás carece de significado y trascendencia.

Les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. (Hechos 16:30-31)

La salvación es una de esas cosas tan fáciles de obtener y sorprendentemente difícil de creer. Si lees el contexto del versículo que has leído arriba, te darás cuenta que el carcelero se dio cuenta de que algo milagroso estaba ocurriendo. Dios se estaba manifestando en su medio de trabajo, la cárcel. Ante tamaña evidencia preguntó desesperadamente, no por cuestiones vanas, sino que su pregunta dio en la clave del asunto: ¿Qué debo hacer para ser salvo? "Cree en el Señor Jesucristo", fue la sencilla respuesta que recibió.

Tan fácil… tan difícil… ¡Creer en el Señor Jesucristo! No creer en Buda, no creer en los millones de dioses hindúes, no creer en el humanismo, no creer en ti mismo… La salvación se obtiene por creer y creer en Jesucristo. Si crees cualquier otra cosa, por muy digna que parezca ser, estás condenado a ir al infierno cuando mueras. ¡Basta de trapos calientes, de frases bondadosas y vacías, basta de auto salvación! La salvación solo y exclusivamente se alcanza por medio de creer en Jesucristo. Lo demás no sirve. Tan fácil de adquirir… tan difícil de creer…

Recuerda, querido lector, las cuestiones importantes de la vida nos han sido regaladas. La salvación también es otro regalo que Dios quiere darte porque Jesucristo, con Su sacrificio en la cruz por ti y por mí, nos dio la oportunidad del perdón y la reconciliación con Dios. Déjame darte dos consejos y así podrás observar el milagro de Dios actuando en tu vida, como lo hizo con el carcelero de Filipos. Sal de la mole de hormigón en la que vive (si vives en una ciudad) y contempla la maravilla de la creación pues “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1). Consíguete una Biblia (hay muchas por internet) y léela pues “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). En la naturaleza verás la grandeza de Dios y en la Biblia verás la grandeza de Su salvación por medio de Jesucristo.

Lo importante es un regalo de Dios.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 20 de mayo de 2017

Ajuste de Cuentas

Las películas de gánsteres o cowboys definen lo que es un ajuste de cuentas violento muy bien. Es más, me pareciera que el concepto lo inventó Hollywood por medio de esas películas, donde la venganza era la norma, siempre que la injusticia se cernía sobre el protagonista. La justicia había de ser satisfecha por medio del ojo por ojo y diente por diente. Según uno de los amigos de Job, el más joven, Dios va a hacer lo mismo con los seres humanos: Cada quien recibirá según lo que haya hecho de manos de Dios, sea bueno o malo.

Porque él pagará al hombre según su obra, y le retribuirá conforme a su camino. (Job 34:11)

Dios parece no estar de acuerdo con Eliú, el amigo joven de Job, y pregunta a Job: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? (Job 38:2). No fue suficiente la tunda dialéctica que recibió el justo Job de parte de sus tres amigos que vino a unirse un imberbe a la masacre. ¡Con amigos como estos para qué quiere usted enemigos, oiga! Si Dios tuviera que pagarnos conforme a nuestras obras y caminos lo llevaríamos claro, pues “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10-12). Claro, clarito lo tendríamos.

Dios no quiere pagarnos conforme a nuestros pecados. Dios no desea condenarnos. Jesús no caminó entre nosotros para señalarnos con un dedo acusador, aunque lo mereciésemos. Jesús no vino a condenarnos, sino a salvarnos: Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Juan 3:17). Para eso debía ajustar las cuentas, pero no con nosotros, sino con Su Padre. Nuestro pecado requería un pago, una multa que pagar con la cual satisfacer el delito. El problema fue que para el ser humano caído en pecado, tal multa era impagable. Se necesitaba alguien sin pecado. Jesús fue ese alguien que nos sustituyó para que pudiéramos recibir el favor del Padre, Su Padre.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él  (Juan 3:17). Reiteró: Dios mandó a Su Hijo al mundo, todos nosotros, para ponerse a nuestro favor. En la cruz Cristo pagó todos los pecados de la humanidad sin dejar ninguno fuera, y esto satisfizo la justicia divina. ¡Ya no tenemos que ajustar las cuentas con Dios! Jesús lo hizo por nosotros. Da el siguiente paso y serás salvo: Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa (Hechos 16:31). ¡CREE EN JESÚS! Una advertencia: El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:18). Dios no condena, tú te condenas si no crees en Jesús. Tú mismo terminarás ajustándote las cuentas. 

Jesús lo hizo.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 13 de mayo de 2017

Más Que Dios

La película Como Dios que presenta a un Jim Carrey asumiendo el rol de Dios que protagoniza Morgan Freeman es un intento, por parte del ser humano, de ser más que Dios. Todos, en algún momento, hemos pensado y creído firmemente que haríamos las cosas mejor que el mismo Dios si tuviésemos la sartén universal por el mango. Aunque la evidencia en nuestra contra sigue siendo incuestionable, muchos siguen creyendo que están haciendo más y mejor que Dios. “Soy bueno”, “no hago mal a nadie”, “no soy un asesino”…

¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo? (Job 4:17)

Uno de los amigos de Job lanza las anteriores preguntas comparando al hombre injusto con el Dios Justo y al hombre sucio con el Dios Limpio. No es que el hombre carezca de cierto grado de justicia o limpieza, es que comparado con Dios su justicia y limpieza son injusticia y suciedad. ¿Por qué? El salmista nos da la respuesta: Nuestros días sobre la tierra son como la hierba; igual que las flores silvestres, florecemos y morimos (Salmos 103:15). Nuestra vida se marchita rápidamente y nuestro nacer, crecer y morir es en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo un ser tan efímero como el ser humano se atreve a jactarse de esa forma ante el eterno Dios?

Tú y yo vivimos a millones infinitos de años luz de Dios. No somos justos, no estamos limpios ante Él, por lo tanto, ¿cómo podremos acercarnos a ese Dios tan Justo y Santo? Por lo que nos toca, estamos perdidos en el infierno y no podemos hacer nada para escapar de ahí. Dios no puede tener amistad con personas que de forma tan soberbia piensan y actúan como si fuesen más que Dios. Jim Carrey se ve obligado a ir a Morgan Freeman para arreglar el desaguisado cósmico que ha causado por tomar el lugar de Dios. Querido lector, ¿harás lo mismo?

El evangelio es las buenas noticias de Dios para el hombre. El evangelio no es un concepto es la Persona de Jesucristo. Él no solo trajo la buena noticia, sino que, además, encarnó el mensaje al morir en nuestro lugar en una cruz en pago por nuestros desatinos o pecados a Dios. Sí, Dios requería que Su justicia fuese satisfecha, pues el delito ha de castigarse, y el castigo recayó sobre el Hijo de Dios para que tú y yo pudiésemos tener la oportunidad de salvarnos. La buena noticia es que todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros ya fueron perdonados por el sacrificio de Jesucristo. La única condición que hemos de cumplir para aprovechar la buena noticia es creer, creer en Jesucristo. Eso es la fe que nos salva, la fe en Jesucristo. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).

¡Cree!


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 6 de mayo de 2017

Engañoso y Perverso

¡Qué contrariedad! Todo apunta al corazón como la fuente del amor y todo lo bueno que emana del ser humano. El amor mueve al mundo, se oye decir, y el motor del amor es el corazón, digo yo. El ideal es el amor que emana de los corazones a modo de película de Hollywood. Al final se llega al destino deseado, se vencen los obstáculos, y el corazón vence aun a la razón. Qué contrariedad: Un mundo que ensalza la razón por encima de la espiritual se rinde ante la subjetividad del corazón. A pesar de todo, somos todo corazón.

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jeremías 17:9)

¡Qué contrariedad! La Biblia nos enseña todo lo contrario. El corazón del hombre es engañoso y perverso en grado sumo, “más que todas las cosas”, dice el profeta Jeremías. Del fondo del corazón salen todos los malos pensamientos que dan a luz cada mala acción y toda perversión. No solo perjudicamos a los demás con nuestro corazón contaminado sino que, además, sin darnos cuenta estamos malogrando nuestra propia situación moral, espiritual y física. Nuestros pensamientos y actos nos condenan.

Nos preguntamos Jeremías, ¿quién lo conocerá? O, ¿Quién puede comprender al corazón? El hombre no llega a entender de forma clara los entresijos del corazón y la mente. No hay ninguna fórmula matemática que lleve a decir que dos más dos son cuatro en estas cuestiones. ¡Hay esperanza! El salmista nos presenta al que sí tiene el conocimiento para responder su pregunta “¿quién lo conocerá?”: Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17:10). Dios investiga y examina los más profundos laberintos del corazón. Ante tal escrutinio ninguno sale indemne. Dios inspecciona los corazones para que cada uno reciba su merecido.

Unos versículos antes Jeremías escribe lo que recibirán las personas en pago de sus frutos: Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto (Jeremías 17:5-8). Aquí no hay ninguna contrariedad: la persona que ponga su corazón en el hombre recibirá condenación y la persona que ponga su corazón en Dios recibirá la salvación.

¿En quién confía tu corazón?


¡QUE DIOS TE BENDIGA!