sábado, 29 de marzo de 2014

Adolfo Suárez

El 23 de marzo anunciaron vívidamente los medios de comunicación el triste fallecimiento de Adolfo Suárez. Fue el primer presidente de España después de estar bajo la dictadura de Franco. En su honor es justo decir que dejó, tras su paso presidiendo España, muy alto el listón para los que vendrían detrás. Conocido como uno de los protagonistas de la transición de la dictadura a la democracia, junto al rey Juan Carlos I.


Esto me hace pensar que muchas veces las empresas comienzan con un buen rumbo, un liderazgo motivado, preparado y entusiasta, pero acaba corrupto y no llegándole a la altura de los talones a aquellos, en este caso aquel, que tan digno ejemplo dejó para las siguientes generaciones, en este caso, de políticos. La Biblia es como un periódico o un telediario que da noticias frescas y del momento. El salmo 82 es un vivo ejemplo de noticia del día. El comentarista bíblico, William MacDonald, lo interpreta de la siguiente forma. ¡No tiene desperdicio! Lean, lean…queridos lectores.

El Juicio de los Gobernadores del Mundo

Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga. (Salmos 82:1)

El juicio comienza con un anuncio formal en el juzgado. El Juez se ha sentado, y es Dios mismo. Ha convocado una sesión extraordinaria del consejo divino para reprender a los gobernadores y jueces de la tierra. Se les llama dioses porque son representantes de Dios, ordenados por Él para ser Sus siervos y así mantengan el orden en la sociedad. Ellos por supuesto, no son más que hombres como el resto de nosotros. Pero debido a su posición, son los ungidos del Señor. Aunque no conozcan personalmente a Dios, todavía son agentes de Dios en sentido oficial y por lo tanto, dignificados aquí con el nombre de dioses. El sentido fundamental de esta palabra «dioses» es: «los fuertes» o «seres poderosos».

¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? (Salmos 82:2)

Primero, Dios les reprende por su conducta ilícita en el oficio. Son culpables de soborno y corrupción. Bajo su administración, los ricos han sido favorecidos mientras que los pobres han sido oprimidos. Los criminales se han ido sin castigo, y los inocentes han tenido que sufrir pérdida sin derecho a presentar recurso. Las balanzas del juicio se han vuelto balanzas de opresión.

Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado; libradlo de mano de los impíos. (Salmos 82:3-4)

Entonces, el Juez de toda la tierra les recuerda una vez más sus responsabilidades en el área de la justicia social. Tendrían que ser defensores de los derechos de los pobres y los huérfanos, los afligidos y los menesterosos. Deben ser los ayudadores de todo aquel que es desheredado y pisoteado.



No saben, no entienden, andan en tinieblas; tiemblan todos los cimientos de la tierra. (Salmos 82:5)

Pero pese a todas las advertencias del Señor, no parece haber esperanza de ver mejora. Como si lo dijera en voz baja a otra persona, el Señor suspira y dice que ellos no actúan con conocimiento ni entendimiento. Puesto que ellos mismos andan en tinieblas, poca esperanza hay de que ayuden a otros que necesitan dirección. Como resultado de no haber actuado con justicia y sabiduría, los fundamentos de la sociedad son inestables. El derecho y el orden casi han desaparecido.

Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis. (Salmos 82:6-7)

Aunque han sido exaltados hasta el cielo con sus privilegios, serán derribados en juicio. El hecho de que Dios les haya llamado dioses e hijos del Altísimo no les concede inmunidad en el juicio. Ellos serán tratados de la misma manera que los demás hombres, y caerán como cualquiera de los príncipes. Realmente el grado de su castigo será mayor, debido a sus privilegios. Nuestro Señor citó el versículo 6 en una de Sus confrontaciones con Sus enemigos (Juan 10:32–36). Ellos le habían acusado de blasfemia porque Él se había hecho igual a Dios. «Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?» A la mente occidental, el argumento puede que no parezca muy claro o convencedor, pero obviamente sí lo era ante Sus oyentes. Ellos entendieron que Jesús argumentaba de lo menor a lo mayor. La fuerza de Su argumento es así: En el Salmo 82, Dios llama a los gobernadores y a los jueces: dioses. Realmente no son divinos, sino es debido a su posición como ministros de Dios que son dignificados con el nombre de dioses. Su gran distinción es que la Palabra de Dios vino a ellos, esto es, que fueron oficialmente ordenados por Dios como los poderes altos en lo que se refiere al gobierno y a la justicia (Romanos 13:1). Si el nombre dioses podía ser aplicado liberalmente a hombres como ellos, ¡cuánto más plena y precisamente puede ser aplicado el nombre de Dios al Señor Jesús! Él había sido santificado por el Dios y Padre, y enviado así al mundo. Esto implica que Él había vivido con el Padre en el cielo por toda la eternidad. Entonces, el Padre le puso aparte para enviarle con una misión a la tierra, y fue así que nació en Belén. Los judíos entendieron perfectamente que Él estaba reclamando igualdad con Dios, y buscaron prenderle, pero él se escapó de sus manos (Juan 10:39).

Pero ahora, volvemos al último versículo del Salmo:

«Levántate, oh Dios, juzga la tierra; porque tú heredarás todas las naciones». (Salmos 82:8)

De esta manera Asaf llama al Señor a intervenir en los asuntos humanos, trayendo justicia y derecho para reemplazar la corrupción y la injusticia. Esta oración será plenamente contestada cuando el Señor Jesucristo vuelva para reinar sobre toda la tierra. En aquel día, como el profeta predijera, «habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la justicia» (Isaías 32:16). La tierra disfrutará una época de justicia social y libertad de soborno y de corrupción[1].

Si no escuchamos a Jesús, iremos a peor.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!




[1] William MacDonald, Comentario Bíblico (CLIE, 2004), Salmo 82.

sábado, 22 de marzo de 2014

El Rey, el Valiente y el Caballo

El mundo anda muy convulso. Nada más hay que asomarse por la ventana de la caja tonta para ver el espectáculo dramático que tenemos organizado. Pareciera que llevamos las palabras conflicto y guerra en nuestras frentes… y así nos va… Aún se alzan voces diciendo que en el fondo somos buenos, negando la evidencia aplastante que nuestras obras muestran, a todas luces. Es como si estuviésemos ciegos ante tamaña realidad: somos malos y nuestros actos lo denotan.


Quizá no hayas iniciado una guerra, quizá no hayas motivado un conflicto internacional, quizá no hayas tenido que ver en los problemas de tu comunidad de vecinos, pero a buen seguro has causado problemas a alguien, especialmente a los más cercanos y queridos. “Nadie es perfecto”, dirás, y tienes toda la razón. Todos hemos causado conflictos y todos hemos sido agraviados por conflictos que otros nos han causado. Ley de vida. “Quien no tenga pecado, tire la primera piedra”, en boca de Jesús.


El punto más interesante, ya que hay problemas a todos los niveles en nuestra sociedad, es cómo resolvemos esos conflictos, ya sean personales o mundiales. Algunos huyen (yo tiendo a eso), algunos pelean con sus fuerzas, algunos odian, algunos matan… todos, en cierta forma, tendemos a pagar con la misma moneda al “enemigo. Estamos equivocando el tiro porque resolvemos los conflictos a nuestra manera.

El rey no se salva por la multitud del ejército, Ni escapa el valiente por la mucha fuerza. Vano para salvarse es el caballo; La grandeza de su fuerza a nadie podrá librar. (Salmos 33:16-17)

El título de esta entrada “El rey, el valiente y el caballo” parece sacado de alguna novela épica donde, después de que el caballero de turno haya vencido al dragón, se casa con la bella princesa y es proclamado rey. Eso es un cuento chino que nos han hecho creer desde pequeños. Todo termina bien…pero solamente en los cuentos de película y las novelas románticas. Según el salmista ni un rey, con todo su arsenal militar, ni un valiente, con toda su fuerza, ni asirse al más rápido caballo, nos podrá salvar de la quema. Este pensamiento es bastante pesimista pero vuelve a mirar a tu alrededor y verás que los ejércitos solo causan muerte y horror por donde pasan, los llamados valientes son aplastados y la grandeza de nuestras mejores máquinas no sirven de nada cuando llega el enfrentamiento. Podemos ser reyes, valientes y tener los mejores medios y al final comprobaremos que todo eso no nos librará porque tenemos la confianza y fe puesta en el lugar equivocado.

Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor, El pueblo que él escogió como heredad para sí. (Salmos 33:12)

Nuestras naciones viven al margen de Dios…y así nos va. Creemos que nuestros recursos, nuestras fuerzas e inteligencia van a salvarnos. ¡Cuán errados estamos! El único que nos puede librar es Dios, por eso la nación más feliz sobre la tierra será aquella que tiene a Dios como Rey, es decir, como su Señor. Entonces el rey salvará debido a que tiene a Dios de su parte, el valiente saldrá victorioso porque Dios peleará por él, y los caballos serán meras máquinas para desplazarse porque en Dios estará nuestra fortaleza. ¡ALELUYA! La nación que tiene a Dios como Señor proclama a voz en cuello:

Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre del Señor nuestro Dios tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie. (Salmos 20:7-8)

La Iglesia de Cristo es la nación que tiene a Dios como Señor, lo proclama adorándolo. La iglesia la forman todos aquellos que han reconocido a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, se han arrepentido de sus pecados y caminan de acuerdo al Reino de Dios sobre la tierra. La confianza está puesta en Dios que los libró de la muerte eterna, el problema más importante de sus vidas. Cristo pagó por ellos en una cruz y les posibilitó la entrada al Cielo, restableciendo la comunión íntima con el Padre. ¿Cómo no confiar en un Dios tan amoroso y bondadoso que dio a Su propio Hijo en rescate por nosotros? Este es el pueblo que confía en Dios porque Dios lo salvó de la muerte.


Todavía estás a tiempo de, por así decirlo, cambiar de nacionalidad. Las naciones como las vemos hoy no perdurarán eternamente. La nación celestial es eterna y allí hay luz, amor y justicia porque Jesucristo reina en medio de Su pueblo. Si continúas pensando y viviendo acorde a los que este mundo dictamina pasarás la eternidad en el reino de la oscuridad y acrecentándose el conflicto interno y externo en una muerte que es la separación absoluta de Dios y de todo lo que tenga que ver con Él.

Confía en Jesús, no en tus fuerzas.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 15 de marzo de 2014

11-M

El pasado día 11 se cumplieron diez años de la trágica masacre en Madrid. Vidas sesgadas de un solo tajo, familias destrozadas y sueños frustrados de todos aquellos que sufrieron en primera persona el pecado de los asesinos esquizofrénicos que creían hacer un bien a su causa con el mayor de los males: frustrar la vida de los inocentes.

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. (Romanos 12:19)


“NINGÚN SUFRIMIENTO HUMANO TIENE UNA EXPLICACIÓN JUSTA,
PERO TODOS ELLOS TIENEN UN PROPÓSITO DIVINO”[1]


Con la frase anterior, que transcribo de forma literal, me he topado al navegar por el ciberespacio. Esta frase tiene una falla “ningún sufrimiento humano tiene una explicación justa”. Mi tesis es diferente en la primera oración de este pensamiento cibernáutico “no todos los sufrimientos humanos tienen una explicación al momento que los justifica”. ¿Por qué “no todos”? Porque el pecado trae consecuencias desastrosas a la vida de la humanidad: egoísmo, por desear estar en primer lugar, y lujuria, por desear desmedidamente todo, a modo de resumen de lo qué es pecado. Por lo tanto, hay sufrimiento que tiene explicación justa y lo causa nuestro propio pecado de vivir lejos de las normas divinas. Los sufrimientos que no los podemos justificar al momento son por causas que se salen de nuestro alcance debido a que nuestro conocimiento es muy limitado. Solamente Dios conoce todo y es el que tiene la respuesta justa que dará a su momento, si le place.


Pensé que en mi investigación por internet sobre el sufrimiento humano me iba a encontrar como ejemplo primero de sufrimiento injusto a Job. No ha sido así. Cristo es el gran ejemplo de sufrimiento injusto y de esto se hace eco también las diferentes páginas web que he visitado. Jesús dio voluntariamente su vida por amor a nosotros. Él sufrió para amortiguar nuestro sufrimiento que nos causamos a nosotros mismos por vivir de espaldas a un Dios amoroso y bondadoso. ¿Se acaba el sufrimiento por vivir de acuerdo a la voluntad de Dios? ¡NO! Vivimos en un mundo sufriente, imperfecto. Enciende el televisor, escucha la radio, lee la prensa y ya me dirás… hay conflictos por doquier.


La pregunta del millón: ¿Por qué un Dios tan bueno permite el sufrimiento de los justos? Esta pregunta denota que todos tenemos un concepto mayor o menor en cuanto a que los que se saltan las reglas deben pagar el desatino. Comentaba C. S. Lewis que el sufrimiento humano es el altavoz que Dios utiliza con el fin de alertarnos sobre las verdades espirituales. Creo que Lewis tiene toda la razón y con este fin usó Dios el sufrimiento de Cristo con la misma meta: alertarnos de que el sufrimiento nos puede acercar a Dios por medio de Cristo. Creo que el primer propósito que hace que Dios permita el sufrimiento es, por lo tanto, avisarnos de una realidad mayor y eterna: Dios usa el sufrimiento para acercarnos a Él.


Entonces, ¿por qué razón hay muchos que no han hallado aún la esperanza en Dios? Porque se obstinan en seguir echando la culpa a Dios por todo lo que no les gusta a su alrededor y piensan que si ellos estuvieran en Su lugar, lo harían mejor. Esto me recuerda a la película que protagonizaron Morgan Freeman y Jim Carrey, Como Dios. Jim Carrey asume el papel de Dios creyendo que arreglaría todos los desastres mundiales, y lo único que consiguió es provocar un caos total.


Jesús, por amor, vino a salvarnos de la perdición eterna que nosotros mismos provocamos pecando contra Dios. Pagó la deuda en nuestro lugar por el sacrificio de Su muerte en la cruz. Ahora tenemos libre acceso a la salvación. Fue injusto que Jesús sufriera por nosotros pero era justo lo que tú y yo estábamos necesitando. Dependiendo de la óptica lo injusto puede ser justo, y viceversa. Amigo lector, arrepiéntete de tus pecados y no vuelvas a cometerlos. Reconoce que necesitas la salvación que Dios te ofrece y comienza andar de acuerdo a Su Ley justa y bondadosa. Entonces serás eternamente salvo y lo eterno se convertirá en tu prioridad de vida porque el sufrimiento es pasajero.

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. (Romanos 8:28)

¡Si no duele, no aprendemos!

¡QUE DIOS TE BENDIGA!
                                                             


[1] https://notegraphy.com/Joxelo/note/326275

sábado, 8 de marzo de 2014

Tribus

Hace bastantes años, no recuerdo por qué se puso de moda, cuando se observaba a alguien vistiendo extraño, hablando raro, comportándose fuera de lugar, o cualquier otra cosa que se salía de lo habitual, se le preguntaba: “Y tú, ¿de qué tribu eres?”. De esta forma el que preguntaba dejaba meridianamente claro que el friki, como hoy lo tildaríamos, no pertenecía a su tribu. La cuestión es que en el mundo en que vivimos, “un lugar llamado mundo”, como cita una marca publicitaria, hay tantas tribus como individuos. Y tú, ¿de qué tribu eres?


Extrapolando el comentario anterior al mundo espiritual también observamos que parece haber tantas religiones como humanos sobre la tierra. Cada cual opina como le conviene, cada cual tiene su concepto de Dios, cada cual tiene una religión a su imagen y semejanza, o lo que es lo mismo, cada uno tiene una fe a su antojo, interés y conveniencia. Muy humano, por cierto. Conozco a muchas personas en esta situación. A una de ellas le pregunté en una ocasión en qué creía ya que rechazaba de pleno las creencias de los cristianos evangélicos, entre los cuales yo me encuentro (es mi tribu). Él evadió la pregunta y “no se mojó”.


Hace poco, la persona citada antes, compartió en facebook una página web de estas que mezclan toda clase de creencias, experiencias, gurus, espiritismo, vudú y vete tú a saber. ¡Había hasta buenos artículos con consejos cristianos para el vivir diario! A esto se le llama sincretismo. El sincretismo es un mercado donde todo el mundo compra los productos que le convienen: un poco de meditación trascendental, yoga, pensamiento universal, karma, satanismo, tarot, cristianismo, humanismo… después llegan a casa con este batiburrillo de mezclas donde el efecto primero es un “lavado de cerebro” integral y una gran “comedura de coco”. La religión de mi amigo es el sincretismo donde todo vale con tal que me convenga. Sin compromisos, sin ataduras, a la carta.


Todos, absolutamente todos, necesitamos pertenecer a una tribu. Es más, todos pertenecemos a una tribu, por lo menos. Es por esto que no podemos dejar de creer en algo por muy friki que sea nuestra creencia o nos parezca la postura de los otros. Pero pertenecer a una tribu, pertenecemos. Todos, absolutamente todos, atesoramos una escala de valores que nos dan seguridad y nos conducen por este mundo. Aunque podamos estar errados nos aferramos a nuestras escalas de valores como a un clavo ardiendo.


Soy cristiano porque creo en Cristo. Así de simple y así de comprometedor. Sé que soy cristiano por los méritos de Cristo en la cruz y el amor de Dios por mí. Yo no fui a ningún mercado a elegir los productos de mi conveniencia, ni siquiera sabía cuáles me convendrían. Dios me encontró porque Él quiso buscarme. Yo no hice nada porque fui y soy incapaz de hacer nada para ganar la bendición de Dios. Soy lo que soy gracias a Su amor por mí. ¿Cómo puedo estar seguro de lo que acabo de comentar? La Biblia me lo enseñó.

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8)


Jesús dio su vida para rescatarme a pesar de que yo, antes de conocer su amor, era su enemigo. Enemigo de Dios porque andaba alejado de Él, haciendo mi voluntad (lo que me venía en gana), pecando contra todo lo bueno que Dios estableció. ¿Qué religión, superchería, adivino y gurú te ofrece este amor incondicional? ¡SOLO CRISTO! Solo Dios puede darle a tu vida el verdadero sentido para el que fuiste creado: ser Su amigo. Las demás creencias se quedan cortas pues son únicamente las elucubraciones de mentes limitadas como la tuya o la mía. No te puedes salvar a ti mismo, no puedes ganar el favor de Dios, no puedes imponer tus propias reglas, no puedes jugar con Dios.


Si quieres entrar al Cielo que Cristo ha prometido y ser contado entre las tribus y naciones que un día estaremos frente a Él adorándolo y agradeciéndole Su sacrificio por cada uno, anótate la siguiente receta: ARREPIÉNTETE DE TUS PECADOS Y CREE EN JESUCRISTO COMO ÚNICO SEÑOR Y SALVADOR. Mi alegría con este blog es compartir mi fe contigo, querido lector, y no me mueve nada más que el amor y agradecimiento por Jesús, que lo ha dado todo por este pobre pecador.


Hasta Jesús perteneció a una tribu, la tribu de Judá, una tribu de reyes como David y Salomón. Él, como Rey, tiene todo el derecho a gobernar nuestras vidas. Si no lo dejas que gobierne tu vida un día serás juzgado como enemigo de Jesús, perdiendo todo derecho a ser perdonado. Medita en ello seriamente pues te va la vida en ello. Cuídate de no ser contado entre las siguientes tribus:

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. (Apocalipsis 21:8)

Y tú, ¿de qué tribu eres?


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 1 de marzo de 2014

Paco de Lucía

Todos hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de Paco de Lucía. Se nos fue joven para las expectativas de vida que hoy podemos gozar. Él ha sido el más grande guitarrista flamenco de todos los tiempos y se alzan voces dudando de que pudiera nacer otro igual. Mark Knopfler, al oír tocar a Paco, dijo que se había dado cuenta de que no sabía tocar la guitarra. Todos nos quedábamos extasiados de su arte cuando lo veíamos sobre un escenario.


No fue gratuita su perfección guitarrística sino el sacrificio de muchas horas de trabajo desde la niñez al lado de su guitarra. Un coste demasiado alto si se quiere ser alguien en esta vida, y él lo pagó. Vivió una vida apartada de los focos y de la prensa barata porque solamente los más grandes son humildes. Puede parecer un tópico lo que acabo de afirmar pero esta clase de humildad testimoniaba la vida del maestro.


Paco de Lucía pasó a la eternidad y todos los comentarios, deseos y esperanza  para su viaje al más allá, como no podían ser de otra forma, son buenos. “Su destino es el Cielo, el lugar merecido para los buenos”, dicen. En momentos como estos todos se ponen de acuerdo para certificar que no podría ser de otra forma ya que la persona lo merece y el Cielo lo espera con los brazos abiertos.


Lo más lamentable de esta situación es que los mismos que desean enviar al Cielo a los fallecidos, el resto del año viven como si el Cielo no existiese. El Cielo, por lo tanto, se convierte en un pensamiento para “quedar bien” o “políticamente correcto”. ¡Nadie, en su sano juicio, mandaría al infierno a un ser querido! ¿Se cree realmente en lo que se expresa por la boca o se siente en un momento determinado? Respóndete a ti mismo, querido lector.


El Cielo es la morada eterna de Dios. Es Su Casa y como tal ha puesto unas normas para que puedas entrar en Su Hogar, el Cielo. Estas normas no tienen nada que ver con nuestros sentimientos, pareceres o creencias propias de quién es Dios y qué es el Cielo. Dios dicta los parámetros para acceder a Su Casa y realmente son sencillos, como podemos comprobar en Su Palabra, la Biblia.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:12)

Dios Padre, por amor a nosotros, envío a Su Hijo a morir en una cruz debido a nuestros pecados cometidos voluntariamente contra la Ley divina. Este gran precio pagó Jesús para que pudiésemos acceder al Cielo y poder disfrutar nuevamente del propósito para el que fuimos creados: caminar junto a Dios. Por esto podemos decir que si el Cielo es la Casa de Dios y Cristo, Su Hijo, vino a salvarnos, tiene todo el derecho a limitar el acceso al mismo.


Para entrar al Cielo tienes que recibir a Jesús y creer en Su Nombre, es decir, recibir Su enseñanza, lo que vino a comunicarte,  y creer en Su obra, lo que vino a hacer por ti para que pudieras entrar a la morado celestial, junto al Padre. Te repito: para ingresar al Cielo debes hacer lo que Jesús te indique: recibirle y creer.


Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
(Romanos 10:8b-9)

Confiesa tus pecados a Dios arrepintiéndote de ellos y declara que Jesús, el que Dios resucitó de entre los muertos,  es tu Señor. De esta forma saldrás de los vacíos convencionalismos y cuando te vayas de esta tierra, los que digan que te has ido al Cielo, ¡realmente estarán en lo cierto!


La diferencia entre uno con destino al Cielo y otro con destino al infierno estriba en quién dirige la vida. Si tu vida la diriges según tus parámetros no esperes ir al Cielo porque Dios es Juez Justo. Si tu vida la diriges según los parámetros de Jesús ten por seguro que irás al Cielo porque, igualmente, Dios es Juez Justo. La historia del ladrón en la cruz junto a Jesús ejemplifica lo que Dios hace con las personas que se arrepienten y creen con el intelecto y el corazón: se los lleva al Cielo en su momento.

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:39-43)

No hagas del Cielo un convencionalismo sino tu realidad.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!