sábado, 28 de febrero de 2015

A Mi Imagen y Semejanza

“Mis padres no me dieron ninguna religión, lo cual les agradezco mucho, pues pude incursionar en una fe personal que considero hecha a mi medida: creo en la vida y lucho por ella, sin culpas, sin pecados ni pecadores. Tengo una fe que me permite explorar mis equivocaciones y perdonarme y perdonar a otros con mayor facilidad”[1].

Navegando por Internet hallé la anterior declaración. Es genial que unos padres no inculquen las ataduras y comeduras de coco a las que lleva la religión mal entendida, por lo tanto, celebro esta actitud. Lo que no celebro es la vía de escape de una fe a mi imagen y semejanza. Sé que puede resultar absurdo decirlo en medio de tanto relativismo, egocentrismo y ateísmo pero soy fiel a mi fe, o mejor dicho, a la fe que Dios me ha regalado.

La fe a mi imagen y semejanza es quebradiza por principio. Vivir la fe desde ese parámetro hace de mi vida una montaña rusa con sus fuertes subidas y rápidos descensos. Poner la confianza en uno mismo en cuestiones de fe es vivir en la autocomplacencia, la arrogancia y el ateísmo. Autocomplacencia porque funciona según lo que me convenga en todo momento, sin pensar en que no siempre me conviene lo que me complace. Arrogancia porque no admito que nadie pueda aconsejarme con los consecuentes desatinos y desvaríos que me provoca la actitud. Ateísmo porque no tomo en cuenta a Dios y eso provoca que mi vida no encuentre la certidumbre de caminar en paz y con propósito.

Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. (Juan 9:25)

¡Antes era ciego y ahora veo! Esa fue la alegre afirmación del ex ciego de nacimiento cuando le preguntaron cómo se había efectuado el milagro. El problema para ellos no era el milagro en sí sino que por su autocomplacencia, arrogancia y ateísmo pusieron sus reglas humanas por encima de las divinas. El problema para ellos era sencillo: Jesús contravino sus normas porque hizo el milagro en día de reposo. ¿Absurdo para nosotros? ¡Sí! ¡Jesús y el ciego pensaron lo mismo!

Jesús creyó en la vida por esa razón murió por amor a nosotros. Nuestros pecados fueron el detonante para que Dios enviara a Su Hijo a sacrificarse por nosotros en una cruz. El primer pecado de la humanidad no fue comer el fruto prohibido. El primer pecado de la humanidad fue dudar de la Palabra Santa de Dios. Este es el pecado real: seguimos dudando de Dios en todos los niveles de la vida. Los demás pecados son consecuencia del primigenio.

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:2)

Pon tus ojos en Jesucristo ya que solamente Él es el inventor de la fe verdadera. Él es el que puede salvar tu vida. Arrepiéntete de tus pecados confesándolos a Dios y te perdonará. Desde ese momento será un nuevo hijo de Dios. Lee la Biblia, ella te confirmará todo lo que te esto diciendo. Busca una Iglesia evangélica donde crecer sano y adora a Dios por Sus bendiciones para contigo.

Deja la autocomplacencia, la arrogancia y el ateísmo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 21 de febrero de 2015

Educación Transformadora

Nuestra sociedad está basada en el pensamiento absolutista, que nos enseña a creer que la educación es la panacea a todos los problemas que tenemos, como seres humanos. Todo mejorará cuando seamos iluminados por la luz de la educación, haciéndonos de un solo pensamiento que, por supuesto, eligen los que ostentan el privilegio de dictar qué es lo bueno y lo malo, según les convenga. Si la educación es el no va más, yo me cuestiono algunas cosas. Se supone que la clase más preparada de este país es la política, nuestros dirigentes, ¿por qué todos sus estamentos, sin librarse uno, están plagados por la corrupción? ¿No son ellos los más educados? ¿No son ellos los más preparados? He comenzado por la clase dirigente, pero los demás estratos de la sociedad no se quedan atrás.

Eso de la educación transformadora, aunque buena, no funciona al nivel que sus idearios quisieran, claro está, por los resultados. La medicina general generalmente trata el síntoma y no a lo que lo provoca, asimismo, la educación trata lo externo, el síntoma, pero no lo que lo provoca, que es lo que hay que erradicar para restablecer la salud plenamente. ¿Qué enfermedad hay detrás de nuestros síntomas visibles de “falta de la suficiente educación”?

Jesús llamó a la multitud y dijo: —Escuchen y entiendan. Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca sino lo que sale de ella. (Mateo 15:10-11)

Jesús lo tenía claro. Lo que las reglas sociales tratan de inculcarnos no es el problema. El problema está en nosotros, o mejor dicho, dentro de nosotros, en el centro de nuestros corazones. En cada uno está la raíz de la enfermedad que nos incapacita a ser buenos todo el tiempo. Jesús desvela los síntomas de la enfermedad: Pero lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. (Mateo 15:18-19)

PECADO. Esa es la enfermedad y algunos de los síntomas más visibles son los que Jesús destaca. Si hemos caído en alguno de esos pecados estamos demostrando que padecemos la enfermedad. ¡Estamos enfermos y necesitamos el tratamiento urgentemente! La enfermedad del pecado es crónica, siempre habrá que luchar en contra de ella. Todos estamos infectados pero no todos reciben la medicina adecuada. Solamente los que, a Dios gracias, hemos detectado el problema recurrimos a la fuente de salud: JESUCRISTO. Muchísimos otros viven como si no la padecieran, intentando acallar los síntomas con analgésicos que los dejan vacíos.

¡Hay cura!... y la educación no es la respuesta. La respuesta es Cristo que vino a salvarnos de nuestra falsa manera de vivir, es decir, de nuestra constante búsqueda de sucedáneos para tapar la necesidad perentoria de perdón, amor y felicidad. En Jesús puedes hallar eso y mucho más. El evangelio es eso mismo: perdón, amor y felicidad. Hallamos el perdón porque Cristo pagó por nuestros pecados en la cruz. Nos sabemos amados por el Padre gracias a que donó a Su Hijo por amor a cada uno de nosotros. Encontramos la felicidad de ser hijos de Dios y pertenecer al Cielo dejando a un lado los afanes falsos de este mundo. Amigo lector, tómate el tiempo para reflexionar y simplemente reconoce que eres pecador ante Dios, arrepintiéndote de todos tus pecados y cree en Jesucristo como tu único Señor y Salvador.

La lucha es contra el pecado.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 14 de febrero de 2015

La Química del Amor

He aprendido a tirar la basura cada vez que hace falta. Lo especial del asunto es que mi esposa ya no me tiene que decir: “Cariño... ¡saca la basura, que te lo recordé hace tres días y esto está a punto de parecer Chernóbil! Por lo tanto, señoras (señores, no), por favor, recompénsenme con su aplauso. ¡Alehop! Estarán de acuerdo conmigo en que los detalles cuentan cuando se trata del amor entre un hombre y una mujer. He investigado en la química del amor y he descubierto dos fórmulas antagónicas. La primera fórmula se explica por medio del pensamiento de la sociedad que nos ha tocado vivir. 

La Fórmula del Desamor: La Cuerda Solitaria

Esta fórmula se compone de los siguientes elementos:

Afanes: Las metas son individuales. Lo que importa es que la mujer o el hombre se sientan realizados en sus áreas personales, como el trabajo, estudios, amistades, etc. Aún por encima del propio matrimonio. El importante soy yo, no el otro.

Moral: Cuando no se satisfacen los deseos sexuales en el matrimonio se busca fuera el consuelo a tal desdicha, con el pretexto de sentirse incomprendido o incomprendida. La culpa no la tengo yo, sino el otro.

Orgullo: Aunque sea culpable no reconoceré ni un ápice mi falta ya que perdería terreno y esto menoscabaría mi autoridad, haciéndome vulnerable y débil. Soy una persona excelente, el otro no.

Relativismo: Todo depende, ¿de qué depende? De mis circunstancias, de mis valores, de mis intereses, de cómo  desperté hoy, de mis sentimientos cambiantes... Todo depende de mí, no del otro.

La fórmula del desamor se resume en una palabra: EGOÍSMO. Lo mío, no lo del otro. El problema es que cuando se rompa mi cuerda nadie podrá repararla.

La segunda fórmula se explica por medio del pensamiento de Dios, expresado en la Biblia:

¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente! (Eclesiastés 4:12)

La Fórmula del Amor: La Cuerda Acompañada

Afanes: Seguimos el plan especial de Dios para el matrimonio. Es la meta más sublime a la que dedicar la vida. Seguimos la guía de Dios prioritariamente, desechando nuestras metas individuales.

Moral: Perseguimos los estándares morales de Dios para que nuestros hijos, familiares, amigos, compañeros de trabajo y vecinos sean iluminados con el amor de Dios por medio de nuestros matrimonios. Guardamos el buen Nombre de nuestro Señor para que otros vean que Dios es relevante.

Obediencia: Dios ha instituido el matrimonio, por lo tanto, el matrimonio es sagrado. El matrimonio es una sociedad formada por un hombre y una mujer que deben dar cuentas a Dios por su uso, sea bueno o malo. Observamos las reglas del juego impuestas por Dios por el hecho de que Él, mejor que nadie, sabe cómo debe funcionar esto del matrimonio.

Respeto: Reconocemos que Dios es merecedor de ser servido dedicando nuestras vidas a ello porque es Dios, y a Él adoramos mostrando respeto y acatamiento. Nos sometemos a Él sabiendo que estamos protegidos de los inevitables ataques que sufre el matrimonio.

La fórmula del amor se resume en una Persona: JESUCRISTO que por medio de Su amor por nosotros hasta la muerte en una cruz nos abrió las puertas del Cielo, Si tan solo nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos la fe en Él.



La sociedad es individualista en su concepción del matrimonio hoy día. El matrimonio ya no es hombre-mujer sino que se ha transformado en un asunto de sensaciones, sentimientos e intereses humanos. El matrimonio como Dios manda cuenta con Él, porque es la cuerda que hace fuerte al matrimonio acompañando, aconsejando y uniendo amorosamente las cuerdas de tal matrimonio.

Bueno, me voy a tirar la basura. ¡Ah! Lo mejor es que sé que a mi esposa le agrado tirando la basura, y lo que es extraño: me siento feliz sacando la basura. ¡Vivo sin vivir en mí esperando ese dichoso momento!

Decide la fórmula: Egoísmo o Jesucristo.

¡Que Dios te bendiga!

sábado, 7 de febrero de 2015

Luz

¡Luz, más luz! Está fue la exclamación que esbozaron los labios del escritor alemán Goethe antes de fallecer, según se nos cuenta. Mucho se ha especulado sobre el significado de esa expresión in extremis. Algunos mantienen la tesis de que Goethe fue el eterno buscador de luz y la que halló aquí fue insuficiente. ¿No será más bien que el encumbrado literato se supo envuelto en las más densas tinieblas sin vuelta atrás? Por ahí va mi pensamiento. Parece ser que la luz que arroja el ser humano sobre las grandes cuestiones de la vida no le dan luz satisfactoria, quedando siempre patente la oscuridad al final del túnel.

Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)

Jesús asume ser la luz de este mundo, y como la luz que es lo expresa con claridad meridiana. Quiero hacer notar que Jesús no afirma ser una luz, sino LA LUZ. Este exclusivismo solamente puede salir de la boca de un loco, o de la boca del mismísimo Dios. Yo me decanto por la segunda opción. ¡Llámame loco! Cuando aceptas a Jesús como la Luz que guía tu vida aquí se van disipando las tinieblas del pecado, la duda y el despropósito. El pecado cometido contra Dios se perdona por medio del arrepentimiento, la duda de quién puede salvarme es quitada por medio de la fe en Jesucristo y el despropósito existencialista se torna en propósito eterno.

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Juan 3:19)

Según lo dicho hasta aquí Cristo parece ser la panacea. Si esto es así, ¿Por qué el ser humano sigue viviendo en tinieblas? Jesús mismo nos da nuevamente la respuesta: Los hombres amaron más las tinieblas que la Luz. Jesús descendió del Cielo para traernos la luz, es decir, el camino despejado que nos conduce a Dios. Él es el que alumbra ese Camino por medio de haber pagado el tributo exigido por el mismo Dios Padre por la culpa de nuestros pecados en una cruz. ¡Ya la deuda está saldada y el camino libre! Con eso y todo, los hombres, en general, siguen amando más las tinieblas que la Luz.

No dejes que tus años pasen y exclames con la desesperanza de Goethe: ¡Luz, más luz!, cuando te halles ante el callejón sin salida de la muerte. Grita ahora: ¡Jesús, más Jesús! Y las tinieblas se esfumarán. Empieza a caminar en Su luz, dejando las obras malas y haciendo las obras de la luz, las que Dios tiene preparadas para ti de forma especial. A partir de aquí verás la Luz al final del túnel.

¿Amarás más las tinieblas?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!