sábado, 25 de febrero de 2017

No Abrió Su Boca

Todo parece estar patas arriba por la perversión de la justicia. La Palabra de Dios nos muestra que “No es correcto absolver al culpable o negarle la justicia al inocente” (Proverbios 18:5). Hoy vivimos tiempos en que el derecho se ha torcido a favor del culpable y en contra del inocente. ¿Qué se puede esperar de una sociedad que alaba a los ricos y denigra al pobre? ¿Hay esperanza de justicia? La justicia no es flor de este tiempo que vivimos. ¿Quién podrá hacernos justicia?

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. (Isaías 53:7)

Jesús se halla en las antípodas de la soberbia de los poderosos. Él, que es el Creador y Rey del cielo y del universo, no abrió Su boca para reclamar justicia debido a Su inocencia. Él calló la verdad porque a gritos Su testimonio hablaba por Él. Los culpables de hoy gritan sus mentiras para esconder la verdad de sus acciones podridas. Mansamente, Jesucristo, fue llevado al matadero por sus asesinos, mientras que hoy los culpables son liberados, custodiados y financiados. ¿Hasta cuándo, Dios mío, callarás?

Pensar que Jesús de motu propio se dejó sacrificar por nosotros, me asombra. ¡Hay esperanza! En Su silencio, habló. No abriendo Su boca lo dijo todo. En el hombre no hay justicia posible. Solamente en Jesucristo hay justicia posible. Jesús eligió la única forma posible de justicia: Su muerte en una cruz. Ese fue el pago de nuestras injusticias. Podemos ser proclamados justos gracias a la sangre que derramó Jesús en la cruz al creer en Él arrepintiéndonos de nuestros pecados ante Su Padre. La ira justa de Dios contra cada uno de nosotros se aplacó gracias a Jesús. ¿Seguirás siendo culpable pudiendo ser hecho justo en Jesús?

Jesús no habló pero dijo todo.


¡QUE DIOS TE BENDIGA! 

sábado, 18 de febrero de 2017

Aguantando Los Golpes

En una de las partes de “Rocky Balboa”, el boxeador del pueblo querido por todos, lo encontramos dándole un consejo a su hijo: “Lo importante no es lo fuerte que pegas sino lo fuerte que te pega el contrincante y cómo lo soportas”, le dice a grosso modo. Esto me hizo recordar la actitud de Jesús frente a Su sufrimiento. Dios podía habernos destruido cuando le pegamos pecando en Su contra cuando desobedecimos la única Ley restrictiva que puso: Y mandó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:16-17). Decidimos libremente golpear al mismo Dios en un arrebato de desobediencia y estamos sufriendo las consecuencias del pecado: la muerte física (separación del cuerpo) y espiritual (separación de Dios). 

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5).

Pero Dios, por medio de Jesucristo, demostró hasta dónde estaba dispuesto a ser golpeado pues, lo importante es lo fuerte que pega el contrincante y cómo lo soportas. Jesús sufrió en primera persona los embistes de Satanás, sus propios hermanos, el pueblo, los religiosos, los gobernantes y Roma. Jesús fue herido, molido, castigado y cubierto de llagas en una cruz. La recompensa por ello no fue el cinturón de campeón mundial de los pesos pesados ni un óscar al mejor actor, ni siquiera un grammy a la mejor canción de amor, no le dieron tampoco el premio Nobel de la Paz, nadie le aplaudió, nadie le vitoreó porque fue Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos (Isaías 53:3). La recompensa fue para cada uno de nosotros: POR SU LLAGA FUIMOS NOSOTROS CURADOS.

Jesús sufrió hasta la muerte los golpes del pecado y Su contrincante fue Dios mismo, es decir, Él contra Él. Parece absurdo pero real. La razón: Dios decidió amarnos y rescatarnos aunque no lo merecemos. Jesús padeció la ira del Padre por nuestros pecados y nos manifestó hasta qué punto Dios se gana a sí mismo en un combate a favor del hombre que creó y que después salvó. Querido amigo, Jesús ya combatió por ti en una cruz venciendo y el mazazo más contundente lo recibió de Su Padre. La puerta a la salvación está de par en par. Arrepiéntete de los pecados que hicieron combatir a Dios por ti y cree en Jesucristo depositando tu fe en Él.

Dios se ganó a sí mismo por ti.


¡QUE DIOS TE BENDIGA! 

sábado, 11 de febrero de 2017

Lo Habitual

Hablando sobre qué es la fe con un conocido terminó por decir “Yo solo confío en mí mismo”. Esa afirmación suya me rondó la cabeza durante unos días y al cabo de los mismos le dije “Confiar en ti mismo tiene al menos dos problemas. Primero, ¿qué harás cuando te falles a ti mismo? Y segundo, confiar en ti mismo no te llevará al cielo. Lo que te lleva al cielo es la fe en Jesucristo”. A la primera cuestión no le hizo mucho caso y a la segunda afirmó “Es que yo no quiero ir al cielo”. ¡La primera persona que me dice algo así! De todo tiene que haber. 

Le expliqué que los cristianos tenemos suficiente base en la creación y en la Biblia como para que nuestra fe tenga un fundamento sólido. La naturaleza es una muestra de que hay un Creador y la Biblia es una carta de amor a nosotros de parte de ese Dios. Al intentar hacerle ver que él también usaba de la fe, le pregunté: “¿Por qué sabes que te vas a levantar cada mañana?” “Porque es lo habitual”, me contestó. “¡Eso es! Para mí lo habitual es que Dios es real”, le dije. 

La fe es poner en práctica las verdades que conocemos en cuanto a Dios y Su Palabra. La diferencia entre lo habitual y la fe cristiana es el objeto. Lo habitual tiene como objeto las circunstancias de la vida que fallan,  aunque algunos (muchos) ponen su fe en ellas. Algún día mi amigo no despertará y lo habitual para él tristemente cambiará. La fe cristiana tiene su objeto en Jesucristo, Dios-Hombre. Él nunca varía como la bolsa, Él nunca se deprecia. Él es un valor siempre al alza. La persona que invierte su vida en Él tiene asegurada la vida aquí y en la eternidad.

¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios. (1 Corintios 1:18)

Si en los tiempos del apóstol Pablo el mensaje del evangelio a muchos les parecía una locura o ridículo, ¡cuánto más hoy! Al experimentar esa sonrisita pícara y burlona que tratan de disimular cuando les hablo del evangelio, me afirmo más en la verdad que predico por la sencilla razón de que los que me precedieron ya sufrieron el mismo rechazo. Aún más, muchos dieron sus vidas y las siguen dando hoy. ¡Bendita locura! El evangelio es este: Jesús pagó el precio de nuestros pecados en una cruz para que tengamos la oportunidad de arrepentirnos de ellos, reconciliándonos con Dios y posibilitando la apertura de nuestras mentes y corazones con la finalidad de darnos la fe en Jesucristo necesaria para ser salvos. De “pe a pa” la salvación la efectúa Dios en nosotros porque es un regalo de Su gracia. No merecemos la salvación pero Su decisión ha sido amarnos intensamente.

La fe va más allá de lo habitual. 

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 4 de febrero de 2017

Dios Está Por Ti

Dios es criticado‒ ¡increíble, pero real!‒por muchos porque desde sus puntos de vista parciales de los hechos ocurridos en el Antiguo Testamento. Piensan: “Dios es cruel ya que mandó exterminar a muchas naciones que se cruzaron con Su pueblo, Israel”. Hace poco recibí un comentario en respuesta al mío sobre esta supuesta injusticia de Dios. Lo cito a continuación: “Claro que para mantener un mínimo de coherencia y honestidad intelectual habría que ir un poco más allá, por ejemplo al origen del cristianismo que es una continuidad directa del judaísmo, Jesús era un Rabí que jamás negó, sino que por el contrario se basó y jamás criticó o desautorizó las enseñanzas de la tradición Judía y allí tenemos bien claras y explícitas de las ABERRACIONES genocidas y criminales con que abundan las escrituras. Ni hablar del psicopático concepto del infierno o ciertas afirmaciones del propio Jesús en cuanto a asesinar a sus enemigos => Lucas 19:27...”

“ABERRACIONES genocidas”. Sé que las personas que directamente (indirectamente también) luchan en contra de la idea de que Dios exista no aceptarán la siguiente verdad, pero no por su aceptación dejará de ser menos verdad. Dios elige a un pueblo por Su soberana voluntad, Israel. Como cualquier padre mentalmente sano cuida de sus hijos, Dios igualmente lo hace así. Aunque a Dios no le importa nuestra opinión sobre Su forma de actuar, porque es cambiante y ¡es Dios!, nos dice de forma clara y sencilla el por qué de Su proceder: “Así ha dicho el Señor Dios de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto, y os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los reinos que os afligieron” (1 Samuel 10:18). Las respuestas obvias y sencillas no satisfacen a las mentes que, debido a su intelectualismo, han desechado lo elemental: Dios ama a Su pueblo, por tanto, cuida de él cuando otros lo lastiman. 

La prueba más tangible del amor de Dios es que “aquel Verbo (Jesucristo) fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Dios se hizo hombre por amor al hombre sufriendo el martirio en una cruz para satisfacer la deuda de nuestros pecados delante de Dios Padre, y de esta forma tener la oportunidad de ser defendidos por el precio de la sangre de Jesucristo, como Abogado, ante el Padre airado por nuestras ABERRACIONES genocidas (pecados). Por favor, querido lector, lee de nuevo la frase anterior porque quizá no se entienda en la primera lectura. 

Después de la resurrección de Jesús de entre los muertos los creyentes podemos preguntarnos y afirmar, con el apóstol Pablo: ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31). Si te arrepientes de tus pecados y pones tu fe en Cristo Dios te defenderá como lo hizo con Israel. La lucha no será a muerte contra personas sino contra tus pecados, para limpiar tu mente y corazón, y contra el mismo diablo que quiere hacerte creer que Jesucristo es pura mentira. 

Jesús se dio por ti. 

¡QUE DIOS TE BENDIGA!