sábado, 30 de julio de 2016

Momento Filosófico

Es una flor rara toparse con personas que, desde su posición privilegiada, no se han camuflado entre las malezas del pensamiento único. Este pensamiento unificado nace del deseo humano de igualdad, de pertenecer a la mayoría reinante para tener los menores problemas posibles con mis iguales. Una cosa es la igualdad de pensamiento y acción, y otra cosa bien distinta es la realidad en la que vivimos inmersos. Me he topado con esa flor rara estos días. Es el filósofo Federico Sciacca que nos presenta argumentos para poder salirnos de la masa y pensar de las cosas divinas como debe ser y no como la mayoría predominante. Sí, querido lector, el ateísmo existe porque Dios existe. Medita en los pensamientos de Sciacca.

Si Dios no existe, ¿qué más busco? ¿Qué busco todavía? Busco.

Y él, él, que no existe, me sigue, me persigue.

Se me ha hundido aquí, en medio de la cabeza, como un clavo.
Pienso y existe el clavo; pienso y se me clava más.
El pensamiento es mi martillo cruel.
Dios es siempre despiadado con los ateos. Los persigue.

Déjame, Dios, no te necesito;
Necesito echar tu sombra para estar solo conmigo.
Tú eres un espectro obstinado.
Yo no tengo necesidad de ti.

¿Qué quieres, pues, espectro?...
¿Niego a éste o aquel dios? No, niego a Dios.
¿Y después? Después renace como la salamandra
Y toma todas las formas como el camaleón...
A él se le puede matar. Lo he matado.

¡El espectro! Los espectros no se pueden matar.
Él está dentro, muerto, pero vivo.
Yo, que le he matado, estoy muerto por él...
No deja en paz ni siquiera a los muertos, los quiere resucitar...

Él está vivo, vivo, pegado como un ave de rapiña 
Al cadáver de mi conciencia.
Quisiera resucitarme a picotazos.
Pero yo, antes de renacer con él, prefiero vivir muerto sin él.
Es más viril.

¿Estúpido?... En resumen, Dios está en mi ateísmo.
Yo no sería ateo, si él no existiese.
Es una contradicción insoluble.
No la resuelvo más que obedeciéndole.
No la venzo, sino creyendo en el Dios que niego, afirmando a Dios.
Lo quiere mi propio ateísmo, lo exige tiránicamente.

Negar a Dios es la hipótesis prohibida, porque es afirmarle.
Lo sé y me rebelo. Si tú no existieses, no te negaría.
Y si existieses, ¿por qué esta tremenda tentación 
De la razón de negarte?
Si tú no existieses, jamás yo hubiera podido pensar en ti...

Te pido paz...
Tú, el amor, eres implacable como el amor verdadero y sufrido.
Nada persigue más que el amor.

Considero que el testimonio de ateos convertidos 
Puede ser un buen argumento
A favor de la existencia de Dios.

Ellos, generalmente, después de luchas y estudios,
Llegaron a descubrir la luz de Dios,
Que dio paz y alegría a sus vidas.[1]

El ateísmo demuestra a Dios.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!




[1] Federico Sciacca, Mi itinerario a Cristo (Madrid: Ed. Taurus, 1957), 106-115

sábado, 23 de julio de 2016

Fausto

El comentarista introdujo la película alemana, que basada en el Fausto de Goethe, dirigió el cineasta Friedrich W. Murnau en 1926. Nos enseñó que Fausto fue una súper producción de la época de entre guerras en Europa. El gobierno alemán estaba interesado en activar la industria en el país y una de ellas fue la industria del cine. El argumento resumido es la lucha entre el bien y el mal y las consecuencias de elegir el mal. El ángel, representación de Cristo, entabla una conversación con Mefisto, representación de Satanás.


Mefisto pide permiso al Ángel para demostrar que Fausto no es bueno y de esta forma quedarse con el dominio del mundo. Dios acepta la prueba. Fausto cae ante Mefisto y sus seducciones y promesas, decidiendo olvidar la Palabra de Dios y su fe en Él. Mefisto le da a Fausto el don de la juventud y todos sus caprichos. Al final, por acortar el relato, Fausto se da cuenta del error e intenta resolverlo en un alarde de heroísmo sacrificial y muere junto a su amada en un acto de amor. La moraleja es que el amor vence todo, incluso el mal.

Al final de la película asistimos a un pequeño coloquio. Los que intervinieron mencionaron el amor, el mal, el bien, Mefisto, Satanás, Murnau, Goethe, la música que disfrutamos en directo por medio del pianista, el paralelismo con las circunstancias que vivimos hoy… pero nadie mencionó el inició por el cual todo lo demás surgió: Dios.
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (1 Juan 4:8)

Me atrevo a anunciar que Goethe hizo plagio. La historia la extrajo del libro de Job pero esta vez no ganó el amor sino Dios, porque DIOS ES AMOR. Si entendemos el concepto de amor no es el resultado de nuestra inteligencia, justicia, destreza, capacidad. No, por nada de eso. El amor, Dios, se nos ha revelado en Jesús. Satanás reclamó el derecho sobre el hombre porque cayó bajo su seducción pecado contra Dios. Maravillosamente Dios no permitió que Su creación se fuera a hacer gárgaras y desplegó todo Su arsenal de amor enviando a Su Hijo Jesucristo a rescatarnos pagando por nuestros pecados en una cruz. Desde entonces cada vez que el diablo reclama su derecho sobre la humanidad caída la sangre de Jesús es la firma que atestigua que no el diablo no tiene ya ningún poder sobre aquellos que han decidido voluntariamente reconocer sus pecados, arrepentirse de ellos ante Dios y creer en Jesús.
¿Estás entre ellos?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 16 de julio de 2016

Caminante No Hay Camino

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un recital poético. Pude constatar que aunque la mayoría de las personas reniegan abiertamente de la idea de Dios y una posible salvación, el poeta en sus momentos íntimos, anhela al Dios que se revela en la Biblia. Me imagino que en la soledad igualmente las personas anhelan a ese Dios. Todos tienen a su dios. Una de las poesías que recitaron apuntaba a esa verdad. Decía algo así como “Me voy a hacer un dios a mi conveniencia”. Ese es el dios que más prolifera en cada rincón.

El recital estaba dedicado en su mayoría a la figura de Antonio Machado. Se dio un repaso a su vida y obra. Igualmente pude observar la incoherencia de pensamiento en su poética. Por un lado, escribió:



¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Aclarando su preferencia de un Jesús vivo y no del Jesús muerto que es la preferencia del pueblo sin entendimiento. Por otro lado, salió de su pluma lo contrario:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Si el primer poema trajo luz y esperanza, este último nos deja huérfanos de ella. Cierto es que los caminos del hombre son devastadores y en ese sentido no hay camino para la esperanza. La poética bíblica lo expresa así:

Todos se desviaron,
a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno,
no hay ni siquiera uno.
(Romanos 3:12)

Todos nos salimos del camino trazado por Dios haciendo lo que nos venía en gana. Eso se llama pecado y el resultado fue la muerte o, lo que es lo mismo, la separación eterna de Dios. La Biblia, pura poética de Dios, no se queda en la desesperanza existencial. La Palabra de Dios nos regala la esperanza.

Jesús le dijo:
Yo soy el camino,
y la verdad,
y la vida;
nadie viene al Padre,
sino por mí.
(Juan 14:6)
¡Hay esperanza! ¡Hay un camino! No es un concepto, no es un trazo en la tierra, es JESUCRISTO. Él pago en una cruz por nuestros pecados y de esta forma darnos libre acceso al cielo. Arrepiéntete y cree en Jesús porque aún existe la oportunidad de salvación. Mañana puede que no encuentres al Jesús vivo y el camino sea quitado.

Caminante hay camino, es Jesús.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 9 de julio de 2016

De Boda

Ayer estuve de boda junto con mi esposa. Disfrutamos del enlace matrimonial de un joven y una joven muy queridos por nosotros. Ser invitados a una boda significa que tenemos un lugar en el corazón de los que contraen nupcias. Este es nuestro caso y los novios nos dieron muestras suficientes de ello. Realmente los hemos visto crecer, especialmente al novio.

Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. (Juan 2:1-2)

Jesús también fue invitado a una boda. Seguro que junto con Su madre y Sus discípulos tenía un lugar en el corazón de los contrayentes. Hasta aquí todo normal. Vemos en la escena de las conocidas bodas de Caná de Galilea una boda y sus invitados. ¿Qué hay de especial en ello?, podríamos preguntarnos. Lo especial de esta boda es la presencia de Jesús. Cuando Jesús es invitado cosas milagrosas suceden. Este es el caso que nos ocupa. 

De todos es sabido que Jesús convirtió el agua común en vino extraordinario. Sabemos esto porque el maestresala lo confirmó con su cata. Lo que Jesús hace a favor nuestro cuando lo invitamos es extraordinario. Él tiene el poder de transformar las vidas comunes en vidas extraordinarias. Tiene la capacidad de convertir lo insulso e insaboro en profundo y sabroso. Jesús, al ser invitado, cambia todo aquello que necesita ser cambiado. 

Jesús nos invita a Su maravillosa boda. Las bodas del Cordero, que tendrá lugar en el cielo. Se celebrará cuando Jesús regrese a por Su Iglesia con un gran banquete y toda la pompa que este evento único en la historia merece. Jesús reconfirmará Su amor por Su Amada, la Iglesia. Él dio Su sangre en una cruz por ella, muriendo de amor para ganar su salvación. 

Querido lector, ¿estás invitado a las bodas del Cordero? Los invitados a tal acontecimiento son aquellos que han invitado a Jesús a sus vidas y han sido transformados en hijos de Dios. ¿Has invitado a Jesús a ser protagonista de toda tu vida? Reconoce de corazón que necesitas ser cambiado por Jesús como el agua en vino para que otros al saborearte puedan exclamar “¡Eres un gran reserva!”, como reconoció el mayordomo de la historia.

Jesús te invita a Su boda.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 2 de julio de 2016

Misión Imposible

Si hay una misión imposible para el ser humano es la de salvarse asimismo. No hay nada que pueda hacer para ganarse la apreciada entrada al cielo. Algunos viven creyendo que siendo buena gente se comprarán el ticket de acceso al espectáculo celestial. Unos piensan que el cielo es aquí y ahora y se labran futuros prometedores porque, según ellos, el presente es lo que cuenta. Lo que tenga que venir, vendrá. Otros tantos creen que Dios es tan bueno que al final todos tendrán libre acceso a Sus moradas celestes, y a gozar del festorro. Nada más lejos de la verdad. Es una misión imposible que la humanidad se salve por méritos propios o por creencias erróneas de cómo actuará Dios.

Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:10-12)


Según lo que trasmite el texto de la Biblia NO HAY nadie que esté haciendo lo correcto para salvarse. Nadie es justo, nadie entiende, nadie busca a Dios, nadie camina correctamente y nadie hace lo bueno. Si alguna persona se siente justa, entendedora, buscadora, correcta y buena, la Biblia, la Palabra escrita de Dios, viene a despertarla a la VERDAD con mayúsculas.

¿De qué sirven los paños calientes en un tema que nos va a costar la eternidad? ¡No! Se prefiere soportar la mofa y la guasa de los incrédulos por la recompensa de obedecer a Dios proclamando Su verdad, la única verdad que hará de ir al cielo una misión posible: Jesucristo. Él es justo, vino para hacernos justos. Él es entendido, vino a que entendiéramos. Él es Dios, vino para facilitar Su búsqueda. Él es recto, vino para mostrar el camino. Él es bueno, vino para trasformar los corazones.

La justicia es la puerta al cielo y nadie es justo. Jesús en la cruz ganó literalmente la justicia para toda la humanidad. En la cruz Jesús tomó el lugar de los seres que le habían rechazado y en el acto de amor más sublime e inimaginable abrió la puerta de tal forma que acogiéndose a Su justicia se tenga libre acceso a los lugares celestiales. ¡Ya Jesús posibilitó lo era imposible! Acogerse a la justicia de Dios es creer con fe en Jesucristo y reconocer la imposibilidad de hacer nada por ser hechos justos, arrepintiéndose cada uno de sus pecados ante Dios, el único que puede perdonar y proclamar justos. 
El cielo está lleno de justos, no de buenos.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!