sábado, 9 de julio de 2016

De Boda

Ayer estuve de boda junto con mi esposa. Disfrutamos del enlace matrimonial de un joven y una joven muy queridos por nosotros. Ser invitados a una boda significa que tenemos un lugar en el corazón de los que contraen nupcias. Este es nuestro caso y los novios nos dieron muestras suficientes de ello. Realmente los hemos visto crecer, especialmente al novio.

Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. (Juan 2:1-2)

Jesús también fue invitado a una boda. Seguro que junto con Su madre y Sus discípulos tenía un lugar en el corazón de los contrayentes. Hasta aquí todo normal. Vemos en la escena de las conocidas bodas de Caná de Galilea una boda y sus invitados. ¿Qué hay de especial en ello?, podríamos preguntarnos. Lo especial de esta boda es la presencia de Jesús. Cuando Jesús es invitado cosas milagrosas suceden. Este es el caso que nos ocupa. 

De todos es sabido que Jesús convirtió el agua común en vino extraordinario. Sabemos esto porque el maestresala lo confirmó con su cata. Lo que Jesús hace a favor nuestro cuando lo invitamos es extraordinario. Él tiene el poder de transformar las vidas comunes en vidas extraordinarias. Tiene la capacidad de convertir lo insulso e insaboro en profundo y sabroso. Jesús, al ser invitado, cambia todo aquello que necesita ser cambiado. 

Jesús nos invita a Su maravillosa boda. Las bodas del Cordero, que tendrá lugar en el cielo. Se celebrará cuando Jesús regrese a por Su Iglesia con un gran banquete y toda la pompa que este evento único en la historia merece. Jesús reconfirmará Su amor por Su Amada, la Iglesia. Él dio Su sangre en una cruz por ella, muriendo de amor para ganar su salvación. 

Querido lector, ¿estás invitado a las bodas del Cordero? Los invitados a tal acontecimiento son aquellos que han invitado a Jesús a sus vidas y han sido transformados en hijos de Dios. ¿Has invitado a Jesús a ser protagonista de toda tu vida? Reconoce de corazón que necesitas ser cambiado por Jesús como el agua en vino para que otros al saborearte puedan exclamar “¡Eres un gran reserva!”, como reconoció el mayordomo de la historia.

Jesús te invita a Su boda.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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