sábado, 8 de febrero de 2014

Naranjas y Egoísmo

La culpa siempre la tiene el otro, yo no. La frase anterior resume la actitud que la industria alimenticia tiene hacia el consumidor de sus productos. Ellos, y solo ellos, son los responsables de que se desechen millones de toneladas de alimentos año tras año por la sencilla razón que presentan alguna tara estética. Esto es lo que nos quería hacer creer, con la finalidad de sensibilizar al consumidor final, un conocido programa televisivo esta semana. Es que siempre paga el pato el más indefenso.


La industria, desde sus inicios, lava la cara a todo con tal de hacerlo atrayente a nuestros sentidos. La consigna es lucrarse y que nosotros, como ovejas incautas, caigamos en sus redes. No importa si es necesario el producto, lo importante es venderlo. Refinemos el azúcar y la harina para hacer productos más vistosos, aunque pierdan su riqueza nutritiva. Deshagámonos de lo defectuoso, aunque sea aprovechable. ¡Hagamos las cosas mejor que Dios!


Nos hallamos ante una sociedad que maquilla todo con tal de esconder aquello que le hace darse de bruces con la cruel realidad de un mundo imperfecto. Lo realmente triste es que lo imperfecto no es sinónimo de desechable y la mayoría de veces lo que desechamos, ni siquiera es imperfecto, solo que no es “vendible”. Mientras tanto, en nuestros campos e industrias, yacen millones de toneladas de comestibles “imperfectos” pero aprovechables, tanto como los “perfectos” pero vendibles.


Todo esto me recuerda la siguiente historia, que aunque esconde una historia de amor, enseña a una sociedad consumista a no desperdiciar nada y a compartir los recursos sabiamente con el más necesitado, el pobre.

Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz. Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía. Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec. 

Y he aquí que Booz vino de Belén, y dijo a los segadores: Jehová sea con vosotros. Y ellos respondieron: Jehová te bendiga. Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven? Y el criado, mayordomo de los segadores, respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab; y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas. Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento. 

Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas. Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, vé a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados. Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera? Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes. Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte. (Rut 2:1-12)


Toneladas de naranjas tiradas debajo de los naranjos porque tenían macas en su piel y pudriéndose al sol debido a que a nadie se le ocurre llamar al pobre para recogerlas. Toneladas de naranjas al cubo de la basura en la industria por no pasar los filtros de calidad que se han autoimpuesto “por culpa del consumidor final” y pudriéndose por no compartirlas con el necesitado. Lo sorprendente es que aún no sepamos mitigar el hambre en el mundo. Si tan solo los dejásemos entrar a nuestros campos y recoger las espigas que se nos caen de las manos… Si tan solo apartásemos lo que desechamos… ¿Quién ha dicho que este mundo sea justo?


No me cabe la menor duda que una de las formas características en que se hace visible una sociedad imperfecta es la falta de justicia. Justicia es un trato igualitario. Si eres un eterno optimista mira a tu alrededor y verás injusticia. Si eres insensiblemente egoísta mírate a ti mismo porque actúas injustamente. De una forma u otra estamos rodeados por la injusticia. El ser humano está llamado por el mismo Dios a compartir, no a acaparar. No compartir es una de las formas características de la injusticia humana: EGOÍSMO.


El egoísmo es pecado y está penado por Dios. Ante Él no hay nadie libre de este pecado, por lo tanto, todos hemos sido hallados culpables y nos espera cumplir la condena como delincuentes sentenciados. Somos reos esperando la muerte porque nuestra condena es proporcional a nuestros pecados. Esto es justicia: el mismo pago por igual agravio. ¿Cómo te libras de la condena ante un Dios Justo y Santo?


Reconoce que has pecado delante de Dios y arrepiéntete creyendo en la provisión de Dios para salvarte. Jesús es esa provisión. Él pagó nuestras deudas a Dios muriendo en una cruz como sacrificio perfecto. El delito debe ser satisfecho y Cristo, por amor a Su Padre y a nosotros, lo satisfizo plenamente. De esta forma Dios quiere compartir todo de Él contigo, querido lector. Si tan solo le abres tu corazón…

Compartamos las naranjas.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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