sábado, 12 de marzo de 2016

Necesidad de Perdonar

Perdonar a nuestro ofensor es un acto de sanidad mental y espiritual. Perdonar no es un sentimiento, es una decisión consciente. Yo decido perdonar, aunque olvidar me sea imposible, porque hay que cerrar página y seguir con la vida. Perdonar es tocar lo divino, ya que Dios siempre pone la mano tendida ofreciendo perdón.

Perdonar no es fácil. Lo fácil es desear vengarse de aquel o aquellos que nos han hecho mal. Lo evidente del caso es que vivimos como si a nosotros no tuvieran que perdonarnos los demás. Cuando hablo con personas que se han visto maltratadas y no pueden perdonar puedo constatar que no se dan cuenta, tras el velo de dolor, que ellos, en algún momento de sus vidas han agraviado a alguien, y lo que es peor, tampoco han pedido perdón por ello. Todos hemos caído en ese error.

No hablo de que perdones y tu relación sea restaurada porque muchas veces el agresor está completamente insensibilizado y lejos de reconocer su falta. Aún más, la persona que te dañó profundamente puede haber muerto, sin buscar reconciliación… Hablo, querido lector, de perdonar a pesar de los pesares para ser feliz y descargar en Dios nuestros sentimientos de venganza y frustraciones. Él sabe qué hacer en cada situación.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. (Mateo 6:12)

Dios no perdona a aquellos que no perdonan a sus semejantes. Si no perdono albergo sentimientos de odio, quizá no extremos, pero odio al fin y al cabo. Dios es amor y no permite que los que se relacionen con Él estén infectados por tales sentimientos. Nosotros acabamos mirando a Dios y echándole la culpa a Él de todos nuestros males: Dios, si Tú eres tan amoroso por qué has permitido… rellena con tu queja…

Padres que han violado a sus hijas, maridos que han maltratado a sus esposas, padres y madres que no han amado a sus hijos, amigos que han abusado de la amistad, injusticias sociales, ricos gracias a la ruina de otros, matrimonios rotos por el adulterio, el asesino de un familiar anda suelto, el violador de tu hija vive feliz… yo sé que podemos imaginar más situaciones horripilantes. Al final quedas tú frustrado, amargado y sin aparente salida.

No se trata de resignación, se trata de perdón. La resignación es una puerta cerrada a más frustración y el perdón es una puerta abierta a la libertad. Jesucristo quiere darte fuerza para perdonar, porque el perdón que libera es la Verdad mayúscula que en Él hay. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (Juan 8:36). ¿Libres de qué? Del pecado que no nos deja ver más allá de nuestros conflictos siendo un muro inexpugnable que únicamente se derriba por la Gracia de Dios, cuando nos rendimos y obedecemos Sus parámetros de vida.

Perdonar es liberación ¡Sí! Pero aún hay un paso mayor: pedir perdón al que has ofendido. Repasa en tu mente aquellos a quien le has de pedir perdón y haz lo necesario para que vean que lo haces de corazón, seriamente. Haz lo mismo con Dios: pídele perdón por haber pasado de Él durante este tramo de tu vida y demuéstraselo amándolo sobre todas las cosas. Jesucristo te amó por encima de todo lo creado y murió en una cruz para pagar tus pecados contra el Padre. Él ya lo hizo y ahora a ti te toca pedirle perdón. De lo contrario no irás al Cielo, ya que sin perdón no hay amistad posible.

Decide perdonar como Dios te ha perdonado.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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