sábado, 20 de agosto de 2016

Maleducados

Entré a comprar en la tienda regentada por chinos del barrio en que vivo. La escena que presencié junto a otros clientes fue humillante. Varios jovencitos maleducados se mofaban abiertamente de los dueños del comercio por medio de imitar burlescamente su acento, preguntar reiteradamente sobre los precios, como si aquello fuese un mercado donde se pudiesen regatear los precios y mostrarse “gallitos”. La escena fue absolutamente vergonzosa. Si crees que los absolutos no existen te acabo de demostrar que sí existen. Ya estamos “beneficiándonos” del fruto de la asignatura de educación para la ciudadanía. Los que implantaron esta asignatura se deben estar preguntando, perplejos: ¿Qué ha podido fallar en tal iniciativa? Creo que mejor hubiese sido implantar la asignatura de economía doméstica de los estadounidenses, que tanta gracia nos hace cuando la oímos en las pelis. 

Cuando me tocó el turno en la cola no pude más que decir a la dependienta: “No todos los españoles somos así”. Algunos de los presentes asintieron verbalmente a la afirmación. Pero claro, ¡todo va bien! Intentamos cambiar la economía, sanear la política, ajusticiar al que lo merece, educar para el bien común… y no funciona. La mayoría de los esfuerzos terminan por corromperse o por extinguirse en las aguas de la incomprensión. Somos espectadores de primera fila del mal reinante y muchos miran hacia otro lado. “De mientras que no me afecte…”, es la filosofía de vida reinante. ¡No todos somos así! 

Alguno puede pensar que estoy siendo muy pesimista y le doy toda la razón. La evidencia de lo que vemos no da para más. Otra cuestión es apartar la mirada, como ya se dijo antes. Pero ¿adónde quiero llegar? Es fácil, ¡EL PECADO EXISTE! Los pensamientos y acciones malas son el pan nuestro de cada día. Llámalas como quieras. Justifícalas como quieras. Al final el fruto es el mismo: maldad. No pongo en duda las buenas acciones diarias de personas bienintencionadas, como tampoco dudo de que esas mismas personas pequen. 

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Dios cargó en él (Jesús) el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:6)

Descarriarse es salirse del carril trazado por Dios en Su Ley. Todos nos salimos del camino y cada uno se fue por donde mejor le pareció, sin contar con Dios. Si alguna vez has mentido, robado, adulterado, envidiado… eres culpable de pecado. Estás bajo el juicio de Dios y un día pagarás por ello. Todos pagaremos si no solucionamos el descarrío evidente. Cuanto más una nación se aparta de la obediencia a los preceptos divinos, tanto más corrompida, libertina e injusta se muestra. ¿Ves la evidencia a tu alrededor o apartas la vista? 

El pecado no puedes quitártelo por ti mismo: Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo el Señor. (Jeremías 2:22). Nada de lo que puedas hacer arregla la situación de pecado y culpa ante Dios. De manos de Dios, el que ha sido agraviado por nuestros pecados, ha salido la solución, la única solución: JESUCRISTO. Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Romanos 10:9). Confesar con tu boca (intelecto) y creer en el corazón (sentimientos), es decir, de forma integral en Jesús es lo único que te puede liberar del pecado. Jesús pagó en una cruz la deuda a Dios por cada pecado pasado, presente y futuro que cometiste, cometes y cometerás. Tan solo tienes que creer con todo tu ser y serás hecho hijo de Dios el cual te educará para que llegues a ser la persona que Él soñó que fueses y no lo que una voluble sociedad espera extraer de ti. 

Vuelve tu mirada a Jesús. 


¡QUE DIOS TE BENDIGA! 

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