sábado, 14 de abril de 2018

César y Dios

Decir que Jesús es impresionante es quedarse cortos. Hay muchos personajes de la historia que han dejado su impronta en la misma debido a frases geniales. Pero ninguno como Jesús. De hecho, nuestra sociedad postmodernista, laicista y ateísta no puede zafarse de las sabias frases del Maestro por mucho que se esfuerce. La personalidad atrayente de Jesucristo ha dejado una huella en la cultura humana que no se puede borrar.

Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. (Lucas 20:25)

¿Quién no conoce el imperativo que dictó Cristo al contestar a sus malintencionados interlocutores? ¡Cuántos ponen a prueba a Dios mismo de forma impertinente día tras día! ¡Cuántos le retan creyendo que pillarán “in fragranti” al propio Dios! Jesús les dijo: ¡Dad! Tan solo dad. Dad a cada uno lo suyo. ¡Cumplid la ley humana! ¡Cumplid la ley divina! Todo esto es compatible. Hay algo que le debes al mundo en que Dios te ha puesto y hay algo que le debes al Dios que te ha puesto en el mundo.

¡Cumple! Cumple con César y cumple con Dios. Da honra a tus relaciones horizontales, es decir, a tus iguales, y da honra a tu relación vertical con Dios. Cumplir con César es fácil porque César quiere tus bienes materiales, por lo tanto, no es muy difícil contentarlo. Llena sus arcas y seréis felices. Con Dios el asunto es más complicado pues no puedes contentarlo con dinero, posesiones, influencia, etc. A Dios no puedes granjeártelo con nada.

Dios se hizo hombre en Jesús para ser la moneda de cambio que pagase a Dios por tus pecados. La moneda es el tributo que satisface nuestras deudas en un país y Jesucristo es el tributo que satisface nuestras deudas a Dios. Lo primero es temporal porque año tras año se han de pagar impuestos (César no perdona). Lo segundo es eterno porque la deuda del pecado ha sido cancelada una vez y para siempre (¡Dios sí perdona!). Querido lector, tan solo cree en la obra de Jesucristo en la cruz para anular la deuda que no podías pagar. Arrepiéntete de tus pecados porque Dios te espera con los brazos bien abiertos gracias a Jesucristo, Su Hijo.

A cada uno lo suyo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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