sábado, 22 de julio de 2017

Distinguiendo II

Aunque la sociedad, llevada por las tendencias ideológicas del momento, se empeña en igualarnos a todos y acabar con, no solo la cultura, sino, además, con la biología, la Biblia sigue distinguiendo o diferenciando entre tres actores. De hecho, esta es la verdadera lucha que se inició con el pecado de Adán y Eva influenciados por la ideología satánica que nos metió en la cabeza que podíamos ser iguales a Dios. Estos tres protagonistas son el justo, el malo y Dios. El justo puede ser hombre o mujer, el malo puede ser hombre o mujer y Dios, solo puede ser Dios. Distinguidos los protagonistas, los salmos leídos nos ayudan a reconocer cada uno de ellos, de forma inequívoca, por su manera específica de actuar.

La actuación del justo

El justo, en la Biblia, es aquel que practica la justicia divina en un primer estadio. En una segunda etapa el justo es aquel a quien se le imputa o atribuye la justicia de Jesucristo por la fe. El hombre pecador es hecho justo por la fe en Jesucristo. No es de extrañar, por lo anteriormente dicho, que la primera forma de actuación que se resalta en el justo es la confianza en Dios que mantiene (Salmos 11:1a). El justo tiene una fe genuina en Dios. ¿Qué es una fe genuina? Una fe genuina es aquella que tiene como objeto a Dios. ¿Cómo se percibe esa fe genuina en Dios? Simplificando, ¿Qué es la fe? La fe es poner en práctica las enseñanzas de Dios. La fe es poner en práctica aquello que conocemos de Dios. Por ejemplo: fe es creer en las promesas de Dios como ciertas y vivir de acuerdo a ellas. Ese entendimiento de la fe trae solidez a la vida cristiana. La fe no es un concepto abstracto, es un concepto eminentemente práctico. Todo el mundo tiene fe pero no todo el mundo tiene la fe que salva. La fe salvadora pone su confianza en las promesas del Dios eterno, mientras que la fe perdedora pone su confianza en el hombre mortal. La fe en Dios distingue al justo.

La segunda forma de actuar  que se distingue en el justo es su compromiso fiel y valiente ante la adversidad (Salmos 11:1b). No es fácil mantener el tipo en medio de una mayoría que vive lejos de Dios. La tentación de camuflarse entre ellos, el efecto del camaleón, es una lucha real y diaria. En el fondo a todos nos gusta pasar inadvertidos pero el justo se debe a su compromiso fiel y valiente con Dios. Ante el disparo del cazador o el sonido silbante de la flecha los pájaros huyen despavoridos. El justo, por el contrario, se mantiene firme ante el ruido ensordecedor de la multitud o la más delicada y sibilina manipulación de parte de aquellos que buscan desorientarlo. El compromiso fiel y valiente distingue al justo.

La tercera forma de actuación del justo es una conciencia de la necesidad  real del ser humano (Salmos 12:1). Todo a nuestro alrededor parece indicar que la necesidad es erradicar el hambre, la enfermedad, las desigualdades, el despilfarro, la corrupción… y todo ello solo son síntomas de una misma enfermedad: La humanidad necesita salvación. Esto lo sabe de primera mano el justo porque él mismo experimentó que sin Dios es imposible alcanzar lo bueno y lo verdadero. El problema no es algo externo al hombre, sino que el problema es el mismo hombre. El rey Midas tenía el don de convertir todo lo que tocaba en oro y el hombre tiene el don de convertir todo lo que toca en… poned la palabra vosotros. Un importante astrónomo, Martin Rees, dijo: “Las principales amenazas a la supervivencia de la existencia humana provienen ahora de la gente, y no de la naturaleza”. Con este panorama, una conciencia real de la necesidad de salvación del hombre distingue al justo.

Hay una cuestión más que distingue al justo y se resuelve contestando a la siguiente pregunta: Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo? (Salmos 11:3). La respuesta está en la misma soberanía de Dios: El justo deja actuar a Dios. Dios es el Único que hará justicia porque Dios es el Único que puede hacerla. Pero no quiero adelantarme… Dejar actuar a Dios distingue al justo.

La fe o confianza en Dios junto a un  compromiso fiel y valiente, una conciencia real de la necesidad de salvación del hombre, y dejar actuar a Dios distingue al justo frente a la actuación del siguiente personaje.

¿Eres como el justo?


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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