sábado, 1 de julio de 2017

Lo que me dé la Gana

Vivimos en una sociedad llena de contradicciones. Por un lado, están los abanderados de la ciencia que propugnan de forma intolerante, sí, intolerante, sus postulados sin la humildad suficiente para admitir que, con el tiempo, sus teorías cambian. Es que el “solo sé que no sé nada” de la condición humilde de la ciencia ya se ha perdido en nuestros días. Por otro lado, están los abanderados de los sentimientos que propugnan de forma intolerante, sí, intolerante, sus postulados basados en “no estoy contento con mi cuerpo”. El resultado de estos sentimientos es obvio: cada cual hace de su capa un sayo. ¿Ves la contradicción? Intentan derrocar al Cristianismo con su ciencia o lo intentan malograr con sus sentimientos. ¿No enseñan que lo científico es la verdad y lo demás patrañas? ¿Ahora la verdad es lo que se siente como verdad? Esto no es nuevo en la historia, y máxime cuando los ejemplos que tenemos a nivel social, educacional, religioso y gubernamental están claramente corrompidos. En la época bíblica de los Jueces de Israel pasaba lo mismo que hoy.

En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. (Jueces 21:25)

Cuando no hay una guía clara, cada uno hace lo que le da la real gana. Lo mismo enseña Proverbios: Cuando la gente no acepta la dirección divina, se desenfrena. Pero el que obedece la ley es alegre (Proverbios 29:18). Cuando la sociedad saca a Dios de la ecuación, porque eso mismo es lo que programáticamente están haciendo, hay desenfreno y corrupción a todos los niveles. El bien y el mal son ridiculizados, la verdad y la mentira relativizadas, el amor y el odio emparentados… El pecado, aunque se haya institucionalizado y ya sea legal a los ojos humanos, sigue siendo pecado a los ojos de Dios.

Un día, todos daremos cuenta ante el Trono de Dios por nuestros actos. ¿Qué le dirás a Dios? ¿Cómo te defenderás delante del Dios Altísimo? ¡Dios, mi ciencia es más elevada que la tuya! ¡Necio!, te dirá, ¡Yo soy el creador! ¡Dios, te equivocaste con mi cuerpo! ¡Necio!, te dirá, ¡Yo te creé! No se trata, por mucho que te pese, hacer con la vida que Dios te regaló lo que te dé la gana, sino que tu obligación es buscar el para qué Dios te la regaló. Definitivamente, adherirse a la voluntad divina es infinitamente superior y más lógica que cualquiera ciencia humana o más placentera y más pura que cualquier tendencia sexual natural o impuesta.

Jesús vino para dar sentido a la vida de la humanidad. Él es el Rey Justo que estábamos esperando, Él es el Señor amoroso que deseábamos dirigiendo, Él es el Salvador que anhelábamos. Él solo acepta a pecadores que se arrepientan reconociendo que sus caminos les llevan al infierno. Él solo acepta a los que ponen su fe en Él, dejando a un lado su ciencia imperfecta y sus tendencias pecaminosas. La cruz que sufrió es el símbolo radical del amor de Dios por ti y por mí. Amigo, quizá en este mundo logres grandes cotas entre tus iguales por mantener tus pensamientos y pecados, pero en la eternidad serás desechado y olvidado por el que ahora te tiende Su mano amorosa: JESUCRISTO. La gloria de los hombres pasa, la gloria de Dios es eterna.

Dios pone las reglas.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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