sábado, 5 de mayo de 2018

De lo Humano a lo Divino


Todos, absolutamente todos, nos encontramos en el camino de la trascendencia. En el fondo y en la superficie todos, absolutamente todos, deseamos que al morir nuestras vidas no acaben y continúen, aunque sea en otro estado. Es que somos seres espirituales y de forma innata o inconsciente acabamos preguntando por el significado de la vida y el más allá. Resumiendo: no queremos morir sabiendo que nuestra vida no vale nada (cuestión que los evolucionistas recalcitrantes nos enseñan para que el libertinaje sea legal). Hemos llegado a tal grado de cuestionar nuestra identidad que cada uno hace lo que le parece o lo que le parece a los demás.

Por enésima vez he podido constatar que el deseo de encontrar esa trascendencia que nos lleve de lo humano a lo divino persiste en cada uno de nosotros. Vamos al psicólogo a mitigar el dolor del corazón. Seguimos gurús que nos muestren la luz. Viajamos de la Ceca a la Meca para cumplir con leyes rituales. Visitamos a los videntes para que los espíritus nos auguren buenos tiempos. Consultamos el horóscopo para saber si salir de casa o no. Nos gastamos dinero en líneas telefónicas solo para que alguien nos escuche. Cumplimos con la religión con verdadero temor y temblor. ¿Todo para qué? Para, agarrados a un clavo ardiendo, encontrar esperanza, paz y felicidad aquí y más allá. Ansiamos rozar lo divino.

Confiamos en la ciencia humana y recurrimos a ella. Nos aferramos a los que parecen tener un halo de espiritualidad y los seguimos. Creemos que la salvación se halla en un lugar y viajamos a ese lugar. Nos adentramos en las fauces del infierno con tal de conseguir nuestros deseos. Invertimos tiempo, esfuerzo, dinero, recursos y todo lo disponible para hallar solución a nuestras más profundas inquietudes de ir de lo humano y perecedero a lo divino y eterno. Es muy triste ver como la solución la tenemos a la distancia de una oración y damos vueltas al mundo una y otra vez para llegar al mismo punto: la inopia.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)

En Jesucristo se une lo humano con lo divino. Él es Dios hecho carne. Él tiene las respuestas que tú necesitas conocer y estás buscando. Hay demasiado ruido a nuestro alrededor que intenta apagar Su voz pero es audible para aquellos que le buscan, es más, Él te busca. Vino a nosotros para cumplir la voluntad del Padre sacrificándose a favor nuestro. Ni Mahoma, ni Buda, ni algún gurú afamado ha hecho nada a favor nuestro como lo hizo Jesús pagando en una cruz con su sangre por nuestros pecados. Por lo tanto, no recorras miles de kilómetros alejándote de lo que amas, no consultes a videntes esperanzado en su falsedad, no confíes en la ciencia que te ningunea. En otras palabras: NO CONFÍES EN EL HOMBRE. Confía en JESUCRISTO que unió la divinidad a la humanidad. Ir de de humano a lo divino es encontrarse con Jesucristo. Tan solo cree en Él y arrepiéntete de tus pecados.

Lo tienes muy cerca.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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