sábado, 28 de marzo de 2020

Malditos, Benditos y Perdidos


El profeta Jeremías habla al pueblo que Dios había elegido para que fuesen luz en medio de la oscuridad de las naciones de su alrededor. Esa misión fue fallida debido a la desobediencia y el mal entendimiento de la voluntad de Dios para ellos. Simplemente se conformaron a las costumbres y religiones de esos pueblos que debían atraer al único Dios verdadero. Mucha de la cristiandad de nuestra época vive de igual forma su misión entre las naciones. Se han acomodado a sus culturas, bailando al son de sus danzas y diluyendo las ideologías de hombres en medio de la Verdad divina, creando verdaderos engendros de lo “políticamente correcto”. Los cristianos de hoy han olvidado la advertencia de Dios: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5).

A éstos desconfiados se les describe como retama en el desierto (llevados de aquí para allá, sin destino fijo), insensibles para ver lo que es bueno y la sequía y la soledad les acompañarán (Jeremías 17:8). No olvidemos que Jeremías habla al pueblo de Dios. ¿Cuántos hay que se dicen cristianos y no obedecen a Dios? ellos viven desorientados, apartados de lo bueno, secos y solos. Cuando un cristiano confía, pone su fe, en el hombre, su vida está llamada al fracaso. ¿Te llamas cristianos pero estás contaminado por los pensamientos y acciones de los no cristianos? Si tu respuesta es afirmativa sólo te queda una posibilidad: volverte a Dios restaurando la comunión con Él. Él te está esperando. No tienes que tener temor. Dejarás de ser maldito ante Sus ojos.
Bendito el varón que confía en Dios, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. (Jeremías 17:7-8)
La diferencia entre el maldito y el bendito es abismal. El que confía en Dios es llamado bendito y eso se hará visible por su fruto. Un fruto bien nutrido, hidratado, enraizado, no alterado por los malos tiempos y constante. Así son los cristianos que confían en Dios en medio de esta sociedad corrupta y pecaminosa que sólo busca agradarse a sí misma y rehúye descaradamente de Dios. Por lo tanto, Dios llama malditos a Sus hijos desobedientes atrayéndolos de nuevo y llama benditos a Sus hijos que caminan conforme a Su voluntad.

Hay un tercer grupo de personas, los perdidos: Aquellos que no son hijos de Dios. Dios no puede hacer nada por ellos a menos que se vuelvan a Él. Viven con sus propias directrices, de las cuales se vanaglorian. Se jactan de no necesitar a Dios porque se sienten fuertes. Cuando sienten dolor, tienen problemas o ven la muerte cerca, Dios aprovecha para hablarles: Únicamente tenéis una vía de escape y es la cruz de Jesucristo. Allí, ante Él, debéis arrodillaros, arrepentíos por vuestros pecados y pedir que Jesucristo tenga misericordia de vosotros por haber rechazado Su salvación. De lo contrario, el infierno más temido os estará esperando. Allí la salvación se imposible. Allí no hay amor de Dios. Allí no hay risa. Sólo la muerte, el llanto y la desesperación esperan a sus habitantes. ¡Ven a mí!

Malditos y perdidos: Volved a Dios.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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