sábado, 25 de abril de 2015

Vivir Para Morir

El pasado domingo mi pastor predicó sobre Eclesiastés. ¿Recordáis? “Nada hay nuevo bajo el sol”, “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. El caso es que en su prédica nos regaló una frase que impactó a muchos: “Vivimos para morir”. Sé que es recurrente en este blog el tema de la muerte, pero no el centro. Recordar que vamos a morir es la mejor forma de despertar a una realidad que está ahí y que muchos tratan de maquillar. “Se mueren los otros, yo no”, pero la realidad es que te vas a morir, igual que yo.

Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. (Hebreos 9:27)

La muerte, comentó mi pastor, es igualatoria. ¡Ciertísimo! Todos somos iguales ante la muerte porque nada hemos traído y nada nos llevaremos cuando partamos. Nacimos desnudos y nos iremos de igual forma. ¿Qué presentaremos cuando nos hallemos ante el juicio de Dios? ¡NADA! Porque nada llevaremos. Como decimos por estos lares: “estaremos en pelota picá”. ¡Desnuditos! Moriremos una vez y seremos enjuiciados una vez.

¿A qué se debe que esté establecido que muramos? Al hecho de que el pecado entró a formar parte de nuestra naturaleza por medio de desobedecer a Dios. Desde Adán y Eva todos quedamos gravemente heridos de muerte. No fue Dios quien nos maldijo sino nuestros actos. Dios simplemente fue justo con nuestras decisiones y cumplió con Su advertencia. Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17). Si Dios no hubiese cumplido con Su sentencia no sería Dios, y mucho menos Justo. El delito debe ser castigado.

¿Cómo enfrentamos el juicio de Dios? He aquí el punto central de este mensaje. Morir, hemos de morir, por lo tanto, la forma en que vivimos dice mucho de lo que nos espera cuando estemos ante la presencia del Juez Justo, Jesucristo. Ante Él nadie tendrá excusas, nadie podrá sobornarlo, no servirá para nada regalarle tarjetitas black, tus influencias no servirán para nada… ¡Estarás desnudo ante Dios! Jesucristo vino para abrirnos la puerta que nos conduce al Cielo. Si rehúsas entrar por esa puerta tu muerte va a ser eterna. Así de simple y así de sencillo.

El amor de Dios demostrado en Jesucristo debe ser correspondido por cada una de nosotros por medio de una respuesta positiva, a lo que es lo mismo: arrepentimiento de la situación pecaminosa en la que nos encontramos y creer en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor. Jesús pagó nuestros pecados al Padre muriendo en una cruz. Él entregó voluntariamente Su vida para rescatarnos, por consiguiente, si aceptamos su sacrificio seremos eternamente salvos y el juicio condenatorio de Dios no nos alcanzará. No rechaces la oportunidad porque tu vida está en juego.

Vivir o morir… tú mismo.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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