El jueves tuve que pasar, como
cada cierto tiempo, la ITV (Inspección Técnica de Vehículos) a mi furgoneta.
Hace unos meses dando marcha atrás rompí la carcasa del piloto trasero
izquierdo, la del conductor para más señas. Inocente de mí por pensar que no me
echarían para atrás mi reluciente furgoneta (la lavé para la ocasión) por este
insignificante detallito. Me dirigí a ver si conseguía en algún desguace la
pieza de segunda mano y la búsqueda fue infructuosa, por lo tanto, fui al
mecánico para reparar el entuerto. La verdad es que la pieza nueva cuesta un
pico y con los tiempos que corren... ya me entenderéis. De pronto ¡Eureka! me
acordé de que el pedazo de carcasa del piloto la había guardado mi sabia y
amada esposa. La llamé y me dijo que estaba en la guantera. El mecánico pegó la
pieza en su sitio y volví a la ITV con la esperanza de que me darían el visto
bueno y asunto arreglado. Un buen inspector se apiado de mi y el remiendo sirvió
pero con la advertencia de que para la próxima, el piloto, debía estar
arreglado. Quité la antigua pegatina y coloqué la nueva que ponía 2014. ¡Uf...
qué alivio!
Todos vamos a pasar por la ITV de
Dios. Allí los remiendos no sirven. Más tarde o más temprano deberemos decidir
si obedecer sus demandas y normas de reparación para que nuestras vidas estén a
la altura de sus estándares o, por el contrario, conduciremos nuestras vidas
con nuestros parámetros de lo bueno y lo malo que están en desacuerdo con las leyes
divinas y por consiguiente inaceptables. Para que en tu coche no sea encontrado
ningún defecto debe cumplir con las normas establecidas. Igual pasa con Dios y
tu vida.
Y el juicio después de la
revisión de cada vida es negativo: no pasamos la ITV de Dios porque vivimos sin
tener en cuenta sus normas. En su día tuve que reconocer que esto era la
realidad para mí. Aunque desde niño conocía la vida en la Iglesia y todo mi
ambiente se movía alrededor de ella tampoco cumplía con las demandas de Dios.
El mismo día de la ITV converse en el taller con un joven que me reconoció que
le costaba trabajo seguir a Dios porque reconocía que había pecado en su vida
provocado por su inmadurez y que se sentía sin fuerzas para mejorar. ¡POR ESTO
VINO JESÚS! Es que por nosotros mismos no podemos mejorar lo roto, es más, no
tenemos fuerzas ni capacidad alguna para repararnos a nosotros mismos. En este
punto quiero que revises qué pasos puedes dar para pasar la ITV divina.
Pasos para superar la ITV de
Dios:
Reconocer que hay pecado en tu
vida.
Por causa del pecado estás alejado
de Dios sin poder, por méritos propios, ganarte el perdón de Dios. Pecado es
separación entre tú y Dios. La Biblia dice:
Por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:23)
Envidia, celos, orgullo,
adulterio, malos pensamientos, codicia... con el solo hecho de haber sido pillado
infraganti en uno de ellos ya te hace culpable. Examina tu vida y sé sincero
contigo mismo. No puedes engañar a Dios pues Él te conoce desde antes que
nacieras.
Confesar de corazón los pecados con
arrepentimiento a Dios.
A Dios no le puedes engañar. Él
conoce tu corazón y sabe cuando eres sincero con lo que le dices. Darse cuenta
del pecado es darse cuenta de lo mal que has hecho las cosas. El pecado te
denigra, ofende a tu entorno y aparta el rostro de Dios de ti. ¡EL PECADO ES
TERRIBLE! Pero tiene solución:
Si confesamos nuestros pecados, Él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1
Juan 1:9)
¿Te gustaría ser perdonado por
Dios y poder sentirte limpio en lo más profundo de tu conciencia? Confía en que
Dios puede hacerlo. SOLO DIOS PUEDE HACERLO.
Obedecer a las demandas de Dios
creyendo en el evangelio.
El evangelio sin Jesús no existe.
Cristo es el autor y consumador del evangelio. Él fue el encargado de hacernos
conocer la amorosa voluntad de su Padre. Jesús quería ser el atajo que nos
uniera a Dios. Gracias a Él podemos aprobar la ITV de Dios. Creer con tu mente
y tu corazón en los hechos de Jesús en la cruz te salvarán de una muerte segura
con una eternidad sin esperanza. Jesús dijo:
El que en Él cree, no es
condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el
Nombre del Unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:18)
La gran diferencia reside en
creer o no creer. El punto es dónde estás poniendo tu fe porque obedecerás a
los mandatos de esa fe. Si tu fe está en tus creencias te regirás por ellas; si
tu fe está en Dios te dejarás gobernar por Él. Así de simple y así de
comprometedor.
Una amiga tiene problemas con su
coche viejo ya que le han encontrado varias defectos que dependiendo de donde
se produzcan el coste puede ser tan elevado que lo único que pueda hacer es
llevarlo al desguace y le quedan menos de 60 días para resolverlo. Tu alma
tiene defectos que son irreparables y deben resolverse en esta vida. Ya te
queda menos. Lleva tu vida urgentemente al Único que puede reparar las averías
causadas por el mal uso del pecado: JESÚS.
Intentar evadir la
responsabilidad de arreglar el coche ante la ITV hará que de alguna forma tu
conciencia te ponga alerta cada vez que pase por tu lado un agente del orden.
Igualmente cada vez que la muerte aletee a tu lado tu conciencia te recordará
que hay un juicio sobre tu vida que se resolvería poniendo tu vida en manos de
Cristo para que Él te repare con su amor. Deja que tu conciencia te guíe a
Jesús. Él la ha puesto ahí para hablarte al corazón y al intelecto.
Solo Jesús puede hacer que pases
la ITV de Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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