María de Villota, corredora de la
Fórmula 1, sufrió un aparatoso accidente en el que perdió su ojo derecho. Estos
días la vimos por televisión con una gran sonrisa es sus labios compareciendo
frente a los medios para explicar la situación vivida. Reconoció que la
situación ha sido muy difícil pero nos regaló con esta tremenda historia: "miré
al doctor, le pregunté si era cirujano, a lo que me respondió que sí. Le dije
que necesita dos manos para operar, así como yo necesito los dos ojos porque
soy piloto de Fórmula Uno". Además confesó que "en ese momento no
valoraba que esa persona que estaba allí me había salvado la vida, no veía lo
realmente importante que es la vida, decir estoy viva. Esta nueva oportunidad
la voy a vivir al cien por cien, este ojo me ha devuelto el norte, veo más que
antes, ahora veo lo importante". Fuente: www.as.com
¿Cuántos firmarían el poder tener
una segunda oportunidad en la vida para contarlo, ver la luz y querer ser
mejores? Pero quiero, querido lector, llegar a una cuestión más profunda:
¿PORQUÉ TENEMOS QUE ESPERAR A EXPERIMENTAR EL SUFRIMIENTO PARA, COMO VILLOTA
AFIRMA, VER LO IMPORTANTE DE LA VIDA? Los seres humanos necesitamos perder algo
para realmente valorarlo. Vivimos como si el sufrimiento no nos fuese a tocar,
y pensamos con un mal pareado: "eso le sucede al vecino pues no va
conmigo". Pero cuando se erosiona nuestra seguridad y estabilidad
emocional, física o material desfallecemos. En el fondo somos seres frágiles,
muy frágiles. Una cosa es lo que nos gustaría ser o parecer y otra bien
distinta lo que somos: hombres y mujeres necesitados de lo verdaderamente
importante. ¿Qué es lo verdaderamente importante? Jesús nos interroga sobre
este asunto para que lo analicemos por nosotros mismos:
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mateo 16:26)
De qué te sirven tus premios si
pierdes lo más íntimo e importante que atesoras. Un día nos estrellamos
estrepitosamente contra el pecado por medio de la desobediencia a Dios. El que
nos creó vio como nosotros, su creación, se rebelaba contra Él. Esta actitud
nos acarreó la muerte, física y espiritual. Perdimos nuestra alma. Dios es Santo
y no puede vivir junto al pecado.
Dios es Amor y demostró su amor
por nosotros de dos formas muy prácticas.
1ª Nos creó.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27)
Pero como he comentado poco
después le fallamos haciendo nuestra voluntad y menospreciando su consejo. Nos
estrellamos más rápido que con un coche fórmula uno y ahora sufrimos las consecuencias.
2ª Nos quiere salvar.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
ESTA ES LA SEGUNDA OPORTUNIDAD
QUE DIOS TE OFRECE.
Aunque perdimos la amistad con
Dios, Él nos quiso rescatar. Y es que por nosotros mismos no podemos salvarnos.
Estás a la espera de un juicio en el que Dios te juzgará y el veredicto está
listo para sentencia. Tu pecado te hace culpable aún cuando a tus ojos seas
bueno. Hazte estás preguntas: ¿he mentido alguna vez? ¿he adulterado aunque sea
en el corazón? ¿he codiciado algo que no es mío? Si has pecado de alguna de
estas formas o todas, como yo, eres un mentiroso, adúltero de corazón y codicioso.
Por lo tanto, eres culpable ante Dios. Su Tribunal te condenará.
Pero, Dios, como nos ama y conoce,
ha provisto un Salvador para nosotros: JESUCRISTO, su Hijo. Cristo era el Ser
indicado para esta misión pues era perfecto, sin pecado, sin mancha. Jesús es
el puente que puede acercarnos al Padre porque pagó el rescate por nuestra
salvación. Su muerte en la cruz, Su sacrificio, calmó la ira de Dios que nos
habíamos ganado a pulso por nuestros delitos y pecados.
Quizá necesitas sentir lo que
María de Villota expresó:
"En ese momento no valoraba que esa persona que estaba allí me había salvado la vida, no veía lo realmente importante que es la vida, decir estoy viva. Esta nueva oportunidad la voy a vivir al cien por cien, este ojo me ha devuelto el norte, veo más que antes, ahora veo lo importante".
Necesitas reaccionar frente a la
ceguera espiritual que te causa el choque del pecado en tu vida. Necesitas
darte cuenta y valorar a Jesús que está ahí para salvarte. ¡Despierta ante el
Ser que más te ama del universo, JESUCRISTO!
¿Cómo debes acercarte a Dios para
que te acepte y perdoné restableciendo la amistad con Él?
1º ARREPIÉNTETE DE TUS PECADOS:
Reconoce a Dios que le has fallado viviendo alejado de Su voluntad y pídele
perdón. Dios te acogerá como hijo pues ha pagado, por medio de Jesucristo, el
precio de tu libertad y salvación.
2º CREE EN QUE SOLO CRISTO PUEDE
SALVARTE: todo el que crea en que solo Jesús puede salvarle con fe, será
eternamente salvo.
Esta segunda oportunidad comienza
de esta forma. No hay otra forma establecida: debemos pedir perdón a Dios por
nuestros pecados y creer en Jesús que ha dado su vida por nuestra salvación. A
partir de este momento comenzarás tu vida como discípulo de Cristo con todas
las consecuencias que esto conlleva. Piénsalo bien ya que ser discípulo de
Jesús entraña un compromiso de por vida. Cristo nos compró con su sangre y por
lo tanto ya no somos nuestros. Yo solo puedo asegurarte que con Jesús estoy en
el mejor lugar del universo. No deseo estar en ningún otro lugar. Mi vida ha
tenido tiempos de bonanza y tiempos de tempestad pero el balance a merecido la
pena y no cambio por nada el tesoro de haber encontrado la salvación de mi alma
en Cristo. Me quedo con este soneto que expresa lo que he experimentado por mi
SEÑOR.
No me mueve, mi Dios,
para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor,
muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu
amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar
porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Anónimo.
Espero que Él te alumbre a
entender en tu corazón lo que he compartido contigo. Si no me entero de que he
bendecido tu vida aquí, quizá en el Cielo nos encontraremos.
Tienes una segunda oportunidad ¡aprovéchala!
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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