sábado, 13 de octubre de 2012

Segunda Oportunidad


María de Villota, corredora de la Fórmula 1, sufrió un aparatoso accidente en el que perdió su ojo derecho. Estos días la vimos por televisión con una gran sonrisa es sus labios compareciendo frente a los medios para explicar la situación vivida. Reconoció que la situación ha sido muy difícil pero nos regaló con esta tremenda historia: "miré al doctor, le pregunté si era cirujano, a lo que me respondió que sí. Le dije que necesita dos manos para operar, así como yo necesito los dos ojos porque soy piloto de Fórmula Uno". Además confesó que "en ese momento no valoraba que esa persona que estaba allí me había salvado la vida, no veía lo realmente importante que es la vida, decir estoy viva. Esta nueva oportunidad la voy a vivir al cien por cien, este ojo me ha devuelto el norte, veo más que antes, ahora veo lo importante". Fuente: www.as.com

¿Cuántos firmarían el poder tener una segunda oportunidad en la vida para contarlo, ver la luz y querer ser mejores? Pero quiero, querido lector, llegar a una cuestión más profunda: ¿PORQUÉ TENEMOS QUE ESPERAR A EXPERIMENTAR EL SUFRIMIENTO PARA, COMO VILLOTA AFIRMA, VER LO IMPORTANTE DE LA VIDA? Los seres humanos necesitamos perder algo para realmente valorarlo. Vivimos como si el sufrimiento no nos fuese a tocar, y pensamos con un mal pareado: "eso le sucede al vecino pues no va conmigo". Pero cuando se erosiona nuestra seguridad y estabilidad emocional, física o material desfallecemos. En el fondo somos seres frágiles, muy frágiles. Una cosa es lo que nos gustaría ser o parecer y otra bien distinta lo que somos: hombres y mujeres necesitados de lo verdaderamente importante. ¿Qué es lo verdaderamente importante? Jesús nos interroga sobre este asunto para que lo analicemos por nosotros mismos:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mateo 16:26)

De qué te sirven tus premios si pierdes lo más íntimo e importante que atesoras. Un día nos estrellamos estrepitosamente contra el pecado por medio de la desobediencia a Dios. El que nos creó vio como nosotros, su creación, se rebelaba contra Él. Esta actitud nos acarreó la muerte, física y espiritual. Perdimos nuestra alma. Dios es Santo y no puede vivir junto al pecado.

Dios es Amor y demostró su amor por nosotros de dos formas muy prácticas.

1ª Nos creó.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27)

Pero como he comentado poco después le fallamos haciendo nuestra voluntad y menospreciando su consejo. Nos estrellamos más rápido que con un coche fórmula uno y ahora sufrimos las consecuencias.



2ª Nos quiere salvar.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)

ESTA ES LA SEGUNDA OPORTUNIDAD QUE DIOS TE OFRECE.

Aunque perdimos la amistad con Dios, Él nos quiso rescatar. Y es que por nosotros mismos no podemos salvarnos. Estás a la espera de un juicio en el que Dios te juzgará y el veredicto está listo para sentencia. Tu pecado te hace culpable aún cuando a tus ojos seas bueno. Hazte estás preguntas: ¿he mentido alguna vez? ¿he adulterado aunque sea en el corazón? ¿he codiciado algo que no es mío? Si has pecado de alguna de estas formas o todas, como yo, eres un mentiroso, adúltero de corazón y codicioso. Por lo tanto, eres culpable ante Dios. Su Tribunal te condenará.

Pero, Dios, como nos ama y conoce, ha provisto un Salvador para nosotros: JESUCRISTO, su Hijo. Cristo era el Ser indicado para esta misión pues era perfecto, sin pecado, sin mancha. Jesús es el puente que puede acercarnos al Padre porque pagó el rescate por nuestra salvación. Su muerte en la cruz, Su sacrificio, calmó la ira de Dios que nos habíamos ganado a pulso por nuestros delitos y pecados.

Quizá necesitas sentir lo que María de Villota expresó:


"En ese momento no valoraba que esa persona que estaba allí me había salvado la vida, no veía lo realmente importante que es la vida, decir estoy viva. Esta nueva oportunidad la voy a vivir al cien por cien, este ojo me ha devuelto el norte, veo más que antes, ahora veo lo importante".


Necesitas reaccionar frente a la ceguera espiritual que te causa el choque del pecado en tu vida. Necesitas darte cuenta y valorar a Jesús que está ahí para salvarte. ¡Despierta ante el Ser que más te ama del universo, JESUCRISTO!

¿Cómo debes acercarte a Dios para que te acepte y perdoné restableciendo la amistad con Él?

1º ARREPIÉNTETE DE TUS PECADOS: Reconoce a Dios que le has fallado viviendo alejado de Su voluntad y pídele perdón. Dios te acogerá como hijo pues ha pagado, por medio de Jesucristo, el precio de tu libertad y salvación.

2º CREE EN QUE SOLO CRISTO PUEDE SALVARTE: todo el que crea en que solo Jesús puede salvarle con fe, será eternamente salvo.

Esta segunda oportunidad comienza de esta forma. No hay otra forma establecida: debemos pedir perdón a Dios por nuestros pecados y creer en Jesús que ha dado su vida por nuestra salvación. A partir de este momento comenzarás tu vida como discípulo de Cristo con todas las consecuencias que esto conlleva. Piénsalo bien ya que ser discípulo de Jesús entraña un compromiso de por vida. Cristo nos compró con su sangre y por lo tanto ya no somos nuestros. Yo solo puedo asegurarte que con Jesús estoy en el mejor lugar del universo. No deseo estar en ningún otro lugar. Mi vida ha tenido tiempos de bonanza y tiempos de tempestad pero el balance a merecido la pena y no cambio por nada el tesoro de haber encontrado la salvación de mi alma en Cristo. Me quedo con este soneto que expresa lo que he experimentado por mi SEÑOR.

No me mueve, mi Dios, para quererte 
el cielo que me tienes prometido, 
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte 
clavado en una cruz y escarnecido, 
muéveme ver tu cuerpo tan herido, 
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, 
que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera, 
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Anónimo.

Espero que Él te alumbre a entender en tu corazón lo que he compartido contigo. Si no me entero de que he bendecido tu vida aquí, quizá en el Cielo nos encontraremos.

Tienes una segunda oportunidad ¡aprovéchala!

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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