En menos de quince días he tenido la triste circunstancia de
presenciar dos funerales. El día seis, como un macabro regalo de Reyes, fue el
primero. El segundo, ayer, día diecisiete. Este último ha sido el funeral de mi
suegra, una buena mujer que hoy disfruta del Cielo junto al que es su Señor,
Jesús. Esta es la esperanza del cristiano: la muerte es un criado que nos lleva
al Cielo junto a Jesús, el que nos amó y ama tanto.
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. (Eclesiastés 3:11)
El ser humano no ha sido creado para morir, sino para vivir.
La muerte es la cosa más fea que existe en el universo. No me extraña que me
haya criticado algún lector por el hecho, quizá, de recordar la muerte con
bastante frecuencia. La muerte es lo único que frena al ser humano y lo hace
preguntarse sobre las incógnitas que realmente importan. Dios ha puesto un
sentir de eternidad en lo profundo de nuestros pensamientos y nadie puede
escapar del deseo de trascender, de no morir.
Solamente uno estuvo dispuesto a morir. Solamente uno estuvo
dispuesto a dejarlo todo. Solamente uno estuvo dispuesto a vivir para morir.
¡SU NOMBRE ES CRISTO! Él eligió por propia voluntad pagar el precio para que
nuestra existencia tuviese la oportunidad de trascender eternamente. Su muerte
me dio vida cuando yo estaba muerto.
Perdónenme aquellos que dan la espalda a la muerte,
maquillándola en un halo de indiferencia, porque lo único que demuestran es el
pánico que les causa sentir la hoz contoneándose de manera invisible sobre sus
cabezas. Acallan la semilla que Dios ha puesto en ellos y que les recuerda que
hay algo más que la simple muerte.
Claro está, que como el ser humano debe reconocer su
necesidad de Dios, su propia soberbia lo
ciega. Somos tan independientes de Dios que no nos importa ser esclavos de todo
lo demás. Somos esclavos del dinero, somos esclavos del tiempo, somos esclavos
del trabajo, somos esclavos de nuestros pecados, somos esclavos…
Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan. (Hebreos 9:27-28)
¡Queda establecido! Queda instituido que muramos y seamos
enjuiciados. Si el mismo Dios tuvo que hacerse hombre en Jesucristo y darse en
pago por nuestro rescate, queda de forma manifiesta y evidente el alcance
maléfico de los pecados que cada uno ha cometido y cometerá. Jesús murió “para
llevar los pecados de muchos” y no dice “de todos” porque solamente salvará a
los que lo esperan. Esa es la esperanza del cristiano: esperar a que regrese su
Señor.
Tengo la certeza de que si Jesús vino la primera vez para
limpiarme de mis pecados, vendrá la segunda vez a salvarme de este cuerpo que
está corrupto. Él me trasformará a Su imagen y viviré eternamente junto a Él.
La muerte para mí es el tránsito a la verdadera vida, a la vida para la cual fui
creado por el mismísimo Dios. ¡Aleluya!
¿Qué de ti, querido lector? Alguien decía que de la forma
que vives la vida encaras la muerte y creo que tenía bastante razón. Si vives
para darle “marcha al cuerpo”, “dar rienda suelta a tus inclinaciones”, “vivir
al máximo que son tres días”, tu situación ante la muerte será de pánico. Si,
por el contrario, vives de acuerdo con Aquel que te dio la vida le darás marcha
al espíritu, darás rienda suelta a lo bueno y vivirás al verdadero máximo
porque durará toda la eternidad y afrontarás la muerte con la convicción de que
al otro lado te espera el que dio todo por ti: ¡JESUCRISTO!
Un único camino tienes que caminar, pues el otro es la
muerte eterna, separado de Dios. El lugar de destino que te llevará a la muerte
eterna es el infierno y te puedo decir que su nombre no hace justicia a lo que
realmente te encontrarás, si llegas allí. Pide a Dios que te perdone tus
pecados porque te arrepientes de ellos y cree que Jesús te puede salvar dándote
vida, pues dio la Suya en una cruz para darte la opción de salvarte.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu
victoria? (1 Corintios 15:55)
Este fue uno de los lemas en la vida del apóstol Pablo, por
decirlo de alguna manera. Es un canto que todos los cristianos nos alegramos en
proclamar. ¡Cristo venció la muerte y esta ha perdido su efecto maligno! El veneno
del aguijón y la negra oscuridad de la tumba han quedado sin efecto para
aquellos que, con fe, se acercan al Vencedor de la muerte Cristo Jesús. ¿Cantarás
este hermoso himno de victoria o la muerte te sorberá? Este es un tiempo en el
cual puedes elegir: vida o muerte. Vive la vida con el sentido de propósito que
Dios nos muestra en la Biblia, ella es nuestra guía en un sendero con luces y
sombras. Me tienes a tu disposición.
¡Haz de la muerte un triunfo!
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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