En un mundo tan ajetreado como en el que vivimos hoy Jesús
parecería uno de esos predicadores ambulantes de las películas del género
western, que tan bien ha ridiculizado Hollywood, la meca del cine. Aún peor,
diría yo, dado que Jesús se autoproclamó Dios. Ningún predicador hollywudiense
(permítaseme el término) se atrevió a semejante hazaña. ¡No faltaría más! Lo
que si tienen en común todas las épocas de la historia de la humanidad es que
para ciertos sectores, Jesús no es bien recibido. Vamos, que Jesús tiene mala
fama.
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. (Juan 5:24)
Para Jesús, al cual no le importaba la fama hollywudiense
(permítaseme nuevamente el término), la cuestión era y sigue siendo seria: de
muerte a vida. Él veía a las personas, nosotros, como muertos que necesitaban
de Su vida. ¿Ves por qué Jesús se ganaba la antipatía de muchos? Nos llamaba
muertos vivientes, zombis. ¿A quién le gusta que le llamen zombi? ¡A mí no! Y
sé que a ti tampoco. Porque no estamos muertos… a simple vista…
La muerte de la cual Jesús nos avisa es más profunda de la
que nuestros ojos físicos pueden ver. La muerte de la que Jesús quiere
salvarnos es la espiritual. La muerte espiritual es la que nos mantiene y
mantendrá separados de Dios sin posibilidad alguna de indulto, a no ser que
sigamos el consejo del propio Jesucristo. Él tiene el antídoto que nos hará
pasar de muerte a vida.
Oír Su Palabra y Creer a Dios. Si haces estás dos cosas te
librarás de la condenación de vivir separado de Dios eternamente, lo cual es la
muerte más terrible que ningún ser humano haya podido imaginar. Por lo tanto,
pasarás de muerte a vida por el hecho de oír y creer a Jesús. Si no atiendes a
las demandas de Cristo demostrarás que sigues insensible, como un zombi, a las
cuestiones espirituales. Jesús seguirá despertando tu antipatía porque es el
único que te dice quién eres realmente y qué te espera si no haces lo que te
solicita.
Zombi o vivo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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