Aunque la sociedad, llevada por las tendencias ideológicas
del momento, se empeña en igualarnos a todos y acabar con, no solo la cultura,
sino, además, con la biología, la Biblia sigue distinguiendo o diferenciando
entre tres actores. De hecho, esta es la verdadera lucha que se inició con el
pecado de Adán y Eva influenciados por la ideología satánica que nos metió en
la cabeza que podíamos ser iguales a Dios. Estos tres protagonistas son el
justo, el malo y Dios. El justo puede ser hombre o mujer, el malo puede ser
hombre o mujer y Dios, solo puede ser Dios. Distinguidos los protagonistas, los
salmos leídos nos ayudan a reconocer cada uno de ellos, de forma inequívoca,
por su manera específica de actuar.
La actuación del
justo
El justo, en la Biblia, es aquel que practica la justicia
divina en un primer estadio. En una segunda etapa el justo es aquel a quien se
le imputa o atribuye la justicia de Jesucristo por la fe. El hombre pecador es
hecho justo por la fe en Jesucristo. No es de extrañar, por lo anteriormente dicho, que la
primera forma de actuación que se resalta en el justo es la confianza en Dios
que mantiene (Salmos 11:1a). El justo tiene una fe genuina en Dios. ¿Qué es una
fe genuina? Una fe genuina es aquella que tiene como objeto a Dios. ¿Cómo se
percibe esa fe genuina en Dios? Simplificando, ¿Qué es la fe? La fe es poner en
práctica las enseñanzas de Dios. La fe es poner en práctica aquello que
conocemos de Dios. Por ejemplo: fe es creer en las promesas de Dios como
ciertas y vivir de acuerdo a ellas. Ese entendimiento de la fe trae solidez a
la vida cristiana. La fe no es un concepto abstracto, es un concepto
eminentemente práctico. Todo el mundo tiene fe pero no todo el mundo tiene la
fe que salva. La fe salvadora pone su confianza en las promesas del Dios
eterno, mientras que la fe perdedora pone su confianza en el hombre mortal. La
fe en Dios distingue al justo.
La segunda forma de actuar
que se distingue en el justo es su compromiso fiel y valiente ante la
adversidad (Salmos 11:1b). No es fácil mantener el tipo en medio de una mayoría
que vive lejos de Dios. La tentación de camuflarse entre ellos, el efecto del
camaleón, es una lucha real y diaria. En el fondo a todos nos gusta pasar
inadvertidos pero el justo se debe a su compromiso fiel y valiente con Dios.
Ante el disparo del cazador o el sonido silbante de la flecha los pájaros huyen
despavoridos. El justo, por el contrario, se mantiene firme ante el ruido
ensordecedor de la multitud o la más delicada y sibilina manipulación de parte
de aquellos que buscan desorientarlo. El compromiso fiel y valiente distingue
al justo.
La tercera forma de actuación del justo es una conciencia de
la necesidad real del ser humano (Salmos
12:1). Todo a nuestro alrededor parece indicar que la necesidad es erradicar el
hambre, la enfermedad, las desigualdades, el despilfarro, la corrupción… y todo
ello solo son síntomas de una misma enfermedad: La humanidad necesita
salvación. Esto lo sabe de primera mano el justo porque él mismo experimentó
que sin Dios es imposible alcanzar lo bueno y lo verdadero. El problema no es
algo externo al hombre, sino que el problema es el mismo hombre. El rey Midas
tenía el don de convertir todo lo que tocaba en oro y el hombre tiene el don de
convertir todo lo que toca en… poned la palabra vosotros. Un importante
astrónomo, Martin Rees, dijo: “Las principales amenazas a la supervivencia de
la existencia humana provienen ahora de la gente, y no de la naturaleza”. Con
este panorama, una conciencia real de la necesidad de salvación del hombre
distingue al justo.
Hay una cuestión más que distingue al justo y se resuelve
contestando a la siguiente pregunta: Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué
ha de hacer el justo? (Salmos 11:3). La respuesta está en la misma soberanía de
Dios: El justo deja actuar a Dios. Dios es el Único que hará justicia porque
Dios es el Único que puede hacerla. Pero no quiero adelantarme… Dejar actuar a
Dios distingue al justo.
La fe o confianza en Dios junto a un compromiso fiel y valiente, una conciencia
real de la necesidad de salvación del hombre, y dejar actuar a Dios distingue
al justo frente a la actuación del siguiente personaje.
¿Eres como el justo?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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