Mañana, Dios mediante, asisto a un cursillo para músicos
sobre el miedo escénico. El miedo
escénico es ese temor que todo músico siente o ha sentido ante la expectativa de
un concierto y que se agrava minutos antes de salir a escena. Sé que es el
mismo sentimiento que padecemos artistas y no artistas ante una situación en la
cual estamos expuestos a las posibles críticas, y que nuestras mentes amplifican
hasta niveles insospechados. La verdad, son situaciones odiosas. Bueno, a ver
si mañana me dan en la tecla y puedo compartir la música sin ese miedo
escénico.
Todo esto del miedo escénico me transporta al “gran miedo
escénico”. Sí, es ese miedo que todos hemos sentido o sentimos frente a la
muerte. Al igual que muchos artistas siente espanto por tener que actuar ante
un público, muchos viven aterrados por ese momento de no retorno que es la
muerte. Cuando pequeño cerraba los ojos en mi cama con la luz apagada y mi
cabeza cubierta por la sábana y la manta imaginando que la muerte era densa
oscuridad. “Así es la muerte: oscuridad”‒, me decía. Hoy sé que tras la fea muerte me espera
Jesús. Él es la Luz y no hay oscuridad para mí.
De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Juan 12:24)
La muerte es parte de la vida y por mucho miedo escénico que
le tengamos a esos momentos fatales, hemos de sufrirlos. La antesala de la muerte
es la última oportunidad que Dios da al hombre para que entre en Su escenario. Si
en esa antesala no aprovechas esa postrera ocasión de reconocer quién es Dios y
la salvación que ha provisto para ti en Jesucristo, entrarás a la eternidad
solo y sin fruto. Por otro lado, como el ladrón que suplicó la salvación a Jesús
en la cruz, te arrepientes de tus pecados y crees en Su salvación, gran fruto
habrás dado.
¿Soportas el gran miedo escénico?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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