Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. (Lucas 20:25)
Los sacerdotes y escribas, muy tunos ellos, pusieron a prueba
a Jesús por medio de espías con el tema de pagar impuestos. Ecuánimemente Jesús
respetó al César y a Dios: cada uno debía ser respetado en sus requerimientos. Los
que solo dan al Estado sus tributos, dejando a Dios de lado o los que solo
rinden obediencia a Dios, dejando de lado al Estado, hacen mal. Jesús demanda
algo superior a lo que la sociedad política y religiosa practicaba, a saber:
que cada uno se la apañe como bien pueda. Jesús demanda que atendamos nuestras
necesidades administrativas y nuestras necesidades espirituales de forma
equilibrada. Los que separan lo material de lo espiritual se equivocan
terriblemente. ¡Así nos va!
Quiero ser un buen ciudadano y cristiano. Por esas razones
he de atender sabiamente lo que Dios me exige y lo que la ley me demanda. Dios
siempre es Justo, la ley humana no siempre enarbola la justicia. ¿Qué hacer
frente a la injusticia gubernamental? Pedir a Dios que haga justicia y predicar
el evangelio de Jesucristo, las buenas noticias de salvación que enseñan que
llegará el día que el pecado humano no hará más estragos y que la justicia de
Dios se impondrá. Jesús vino a poner orden y equilibrio entre la humanidad y
Dios, por medio de pagar al Padre un
impuesto por nuestros delitos en la cruz. Es importante dar a la sociedad lo
que necesita, si son nuestros impuestos (sean estos justos o injustos)
démoslos, sin olvidar que Dios demanda que le demos lo que es Suyo: nosotros
mismos, que es más que dinero.
Da sabiamente.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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