Es normal para el no cristiano reírse de la simple idea de
la existencia del pecado. Para ellos el concepto es, cuando menos, ridículo y
retrógrado. A veces me he sentido un bicho raro al experimentar la mirada del
otro al intentar confrontarlo con la realidad de que es pecador y necesita
arreglar la situación. ‒
¿De qué tribu has salido?, me decía con la mirada. Por otro lado, el
catolicismo romano nos tiene acostumbrados a relativizar el sacrificio de
Cristo en la cruz. Entre sus enseñanzas hay que destacar aquella que nos viene
a decir, a grosso modo: ‒Tranqui, tronco. Al
final todos vamos al cielo. Bajo este punto de vista el sacrificio de Jesucristo
en la cruz, muriendo por causa del pecado de la humanidad, es algo que se podía
haber ahorrado. Ahí no acaba el menosprecio a los efectos malignos del pecado
en el ser humano. El liberalismo evangélico se suma a todos los anteriores
menoscabando el pecado. Para ellos la Biblia ha dejado de ser el canon que nos
guía a los cristianos, por lo tanto, el pecado deja de existir y la obra de
salvación de Dios es solo un ejemplo de amor, Nada que ver con perdón y
reconciliación de Dios con el hombre, y viceversa.
Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el SEÑOR puso sobre él los pecados de todos nosotros. (Isaías 53:5-6)
Relativizar el pecado acarrea que multitudes se vayan al
infierno. Esto es lo que enseña la Biblia, la Palabra de Dios. Por el texto
anterior se ve claramente que Jesús fue puesto en nuestro lugar por causa de
nuestros pecados de rebeldía. Si Dios ha tenido que proveer para reconciliarnos
con Él mismo, menospreciar lo profundo del pecado es una verdadera atrocidad. Por
desgracia, muchos viven en esa atrocidad. Unos porque no han investigado las
verdades bíblicas, otros porque las han olvidado y los últimos porque se creen
que las han superado, van regando su mundo de falsas doctrinas y esperanzas.
Amigo lector, para saber de Dios de primera mano solamente
hay que leer las Escrituras. En ella se halla la Verdad que es el mensaje del
evangelio. En ella verás a un Dios amoroso pero que a la vez es justo y no
puede transigir con el pecado. Por eso envió a Su Hijo a pagar el precio de
nuestros delitos. ¡Qué acto tan amoroso y justo! Te invito a que estudies por
ti mismo, analizando lo que sabes a la luz de la Biblia. Una de las cuestiones
que tenían claro los reformadores es la SOLA ESCRITURA. Ella es la única luz
que nos guía a Cristo y nos hace distinguir entre las ovejas y los lobos.
No estés tan tranqui, tronco.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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