Dios conoce el corazón de la
personas. A Él no se le puede engañar. Nadie esconde sus verdaderos propósitos e
intenciones ante Jesús. El Señor nos conoce porque ha creado todo nuestro ser y
sabe lo sincero o falso que emana de nuestros labios. Sólo el peligro, los
problemas o las contrariedades de la vida sacan la verdadera naturaleza latente
en cada uno. Es ahí que “cuando truena clamamos a santa Bárbara”.
Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (Hechos 2:21)
Invocar denota el interés sincero de la persona que busca a
Dios y esto suele ocurrir cuando la vida nos ha metido en un callejón sin
salida donde el único sitio al que mirar pidiendo auxilio es el cielo. Invocar al
Señor hace que Dios atienda al que clama. Se ve que el que invoca no lo hace
sobre cualquier cuestión porque su clamor lleva la promesa de salvación
directa.
Querido lector, si quieres que Dios te oiga debes invocarlo,
no como haría un espiritista, un gurú, o un hechicero sino como la persona que
ha descubierto que la única forma de salvarse de la condenación eterna y del
infierno es postrarse ante Jesucristo solicitando Su perdón. Dios quiera que la
vida, tu vida, desemboque en un encuentro obligatorio con Jesús.
Si no le invocas te equivocas.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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