Una cuestión fundamental separa al Cristianismo de las
diversas religiones que deambulan por el mundo. Mientras que las distintas
religiones requieren de méritos propios para ser aceptados, el Cristianismo es aceptación
sin méritos propios, como explica a grandes rasgos el profesor de la
Universidad de Oxford, John Lennox, en una conferencia en el Ateneo de Madrid. Nos
han vendido la película que nos cuenta que para ser aceptados por Dios
necesitamos merecerlo, y eso es una mentira burda. Si la salvación se gana por
nuestros méritos ¿para qué narices Dios se humanó en Jesucristo y pagó en una
cruz por nuestros pecados?
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Si Dios necesita
intervenir a favor de nosotros es simple y sencillamente porque nuestros
méritos no alcanzan el estándar de Dios para ser suficiente aval a la hora de
ser perdonados por los pecados cometidos contra Él y resolver la deuda que
tenemos pendiente con Su Justicia. Dios necesita enviarse a sí mismo en Cristo
para posibilitar el perdón de nuestros pecados y la reconciliación con Dios sin
nuestra intervención, pues carecemos de capacidad para salvarnos a nosotros
mismos. La salvación es un regalo que no merecemos (gracia) y nuestras buenas
obras para tal fin nos harían pensar que somos buenos, y no lo somos, por lo
menos no como Jesús lo fue, que cumplió con todos los estándares de Dios
sobradamente.
Querido amigo, el ofrecimiento de salvación de Dios por los
méritos de Jesucristo no es, ni de lejos, como un anuncio publicitario que al
rechazar la oferta no tiene consecuencias dramáticas. Rechazar a Cristo es
confirmar que nuestro lugar de destino eterno será el infierno. ¡Huye! Te va la
vida en ello. ¡Tiembla! Los horrores de ese lugar son indescriptibles. Sólo
tienes esta vida para confiar (fe) en que los méritos del sacrificio de Jesús
en la cruz por ti son suficientes para librarte del infierno que supone la
separación eterna de Dios, Su amor, Su misericordia y Su gracia, Arrepiéntete
de tus pecados ante Dios y comienza tu vida con Jesús que te acepta por Sus
méritos y no por los tuyos.
¡Qué descanso! No es por ti ni por mí, es por Jesús.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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