En no pocas ocasiones pagan justos por pecadores. Por culpa de unos cuantos que han sido malos en sus comportamientos, pagan el pato aquellos que ni siquiera tenían conocimiento de las fechorías cometidas por los malos actos de otros. Seguramente que todos los que lean estas líneas saben de lo que escribo. ¿Te han castigado en clase como consecuencia de los delitos de algún compañero que no dio la cara asumiendo su responsabilidad? Por uno, la clase se quedó sin recreo o se fue a casa una hora más tarde. El o los culpables se fueron de rositas y todos los justos aguantaron el castigo que no merecían.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2 Corintios 5:21)
Jesús pagó el pato de nuestros pecados. Él, que no pecó nunca, que fue el único Justo sobre la tierra, sufrió por los pecados de todos nosotros. Él fue hecho pecado al llevar los nuestros en la cruz. La deuda de nuestros pecados era tan astronómica que solo alguien sin pecado pudo llevarla. Alguien tenía que pagar los platos rotos y este fue Jesucristo. La transacción pasó por el intercambio del Justo en lugar de los pecadores. En esta ocasión no todos pagamos por la fechoría de uno, sino que uno pagó por las maldades de todos. El Justo por los injustos fue el precio.
Jesús pagó por tus pecados y los míos. El Dios Altísimo, Jesucristo, estuvo dispuesto a humillarse y con amor y justicia (justicia divina) sufrió para darnos la oportunidad de reconciliarnos con Dios. Ahora tenemos ocasión de ser hechos justicia de Dios en Jesucristo, es decir, el sacrificio de Jesús en la cruz ha perdonado todos nuestros pecados. La justicia de Dios ha sido satisfecha plenamente en Jesucristo. Nuestras cuitas están saldadas. Por lo tanto, la única condición a cumplir es creer que el pago de Jesús en la cruz es suficiente para salvarnos del infierno merecido y catapultarnos a la vida eterna. Querido lector, cree en Jesús para que la justicia de Dios en Jesucristo se haga realidad en ti.
Ya se hizo el intercambio.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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