En tiempos de Daniel hubo un rey que se volvió loco. La causa de su locura fue la soberbia sin límites que desplegaba en todo lo que hacía y decía. Aunque comprobó que ciertos israelitas, el pueblo de Dios, eran más sabios que los sabios de su reino, aunque experimentó como acertaban e interpretaban sus sueños por inspiración de Dios, es más, aunque vio con sus propios ojos que Dios liberó a tres de un horno de fuego extremadamente calentito, su soberbia crecía como las indestructibles hormigas de mi cocina. El rey en cuestión fue Nabucodonosor, rey de la perversa Babilonia, por más señas.
Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia. (Daniel 4:37)
Si la soberbia puede desembocar en la locura, la locura puede derivar en la cordura. Daniel vuelve a interpretar un sueño que ha angustiado a Nabucodonosor. En resumen, el rey iba a enloquecer, Nabucodonosor se vería abocado a la soledad, a vivir con las bestias del campo, a comer hierba y a ser bañado por el rocío por nada más, y nada menos, que siete años. El fin de su locura llegaría en el mismo instante que reconociera que el Dios de Israel gobierna. Así sucedió al cabo de esos siete años (¡qué soberbia ciega!). Dios bendijo a Nabucodonosor restaurando su mente y devolviéndole el reinado de Babilonia.
El apóstol Pablo nos recuerda que la cruz de Cristo es locura para los que se auto destruyen. Pero eso que ellos catalogan como locura es lo que Dios utiliza para destruir la sabiduría de los sabios y desechar el entendimiento de los entendidos (1 Co. 1:18-19). La soberbia humana piensa que el evangelio de Jesucristo es locura, aunque, como Nabucodonosor, tienen pruebas de un Dios Altísimo que los llama a arrepentirse de su loca soberbia, continúan en sus trece locamente. Jesucristo es la gran locura de Dios a ojos de los que se pierden. Querido lector, no es de locos seguir a Jesús. Más bien lo contrario es la locura disfrazada de soberbia. Esa soberbia que te tiene a las puertas del infierno si no clamas a Dios para que te dé luz, te arrepientas de tu soberbia y comiences a caminar por la senda de la humildad que camino Jesucristo el cual, siendo Dios, se humilló a sí mismo hasta llegar a lo más bajo, muerte de cruz, pero Dios lo exaltó hasta el lugar más elevado de la creación para que todos doblemos nuestras rodillas ante Su presencia (Filipenses 2:5-11).
Deja la locura.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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