Las palabras, por muy pequeñas
que estas sean, pueden cambiar totalmente el significado de una frase, y por lo
tanto, el concepto de lo que se quiere trasmitir cambia.
Esto es lo que nos encontramos
con las simples preposiciones “EN” y “A”. Déjame que te ponga un ejemplo:
-
Creo en…
-
Creo a…
El apóstol Pablo utiliza una de
estas preposiciones cuando habla a su discípulo Timoteo aconsejándole que
comparta las Buenas Nuevas (el mensaje de salvación) con todos.
“…porque yo sé a quién he creído…” 2ª de Timoteo 1:12.
Pablo sabía utilizar bien las
palabras. No es lo mismo “a” que “en”. No es igual decir “creo en…” o “creo
a…”. ¿Te das cuenta querido lector?
La Biblia, que es la Palabra de
Dios dice que los demonios creen, y tiemblan (Santiago 2:19). Si los demonios,
que tienen hasta la posibilidad de ver a Dios, creen, pero siguen siendo eso,
demonios con toda su maldad, nos demuestra que la cuestión no es solo creer en
Dios, sino más bien CREER A DIOS.
Vivimos en un país, España, que
se dice cristiano. Si preguntamos, la mayoría nos dirá que son cristianos
porque fueron bautizados de bebé. Hay muchas personas que dicen creer EN Dios
por tradición o religiosidad. Pero, ¿CUÁNTAS CREEN A DIOS?
Se puede creer en algo o alguien
sin que afecte a la vida. Yo creo en mi médico: él me aconseja que una dieta
sana es buena para la salud. Yo creo a mi médico: mi salud va en ello.
Con Jesús pasa lo mismo. Creer en
Jesús no siempre lleva a la fe y por consiguiente a aceptar la salvación que Él
ofrece. Creer en algo no compromete. Creer a Jesús es muy diferente. Esto tiene
implicaciones importantes para la vida. Creer a Jesús es:
- Conocer conscientemente su mensaje: Pequé contra la Ley de Dios, por consiguiente, soy un pecador y como tal debo pagar mi delito. Dios, como me ama, ha preparado un sustituto que pague la deuda de mi pecado: JESUCRISTO.
- Aceptación o rechazo del mensaje de salvación: Acepto por fe y creo que Jesús es el único que puede salvarme y decido seguir sus pasos en obediencia a Su Palabra (la Biblia). Desde el instante que creo soy salvo de la muerte eterna, soy hijo de Dios y voy al Cielo. O por el contrario, rechazo la salvación que Jesús me ofrece aunque conozco las implicaciones eternas que esta decisión conlleva: muerte, separación de Dios e infierno, todo ello por la eternidad.
Estimado lector, ¿crees en Jesús como tantos otros sin que
esto afecte en sus vidas? Hoy quiero retarte a que pongas tu fe en Cristo. Cree
a Jesús. Acepta su salvación. Pídele que se muestre a ti. Él lo va a hacer,
seguro. Tu parte es creer a Jesús. Que este creer a Jesús te lleve a conocerlo íntimamente
y descubras cuanto te ama el Señor.
Habla a Dios con tus palabras y muéstrale tus dudas "no
estoy seguro que existas y si existes no creo que te preocupes por mí", dile
tus quejas "porqué permites la injusticia en el mundo", etc. Siéntete
libre de expresar a Dios cualquier cosa, por descabellada que te parezca. Él
quiere escuchar tu voz clamando a Él y no te va a defraudar.
Al apóstol Pablo creer a Jesús le
llevó a tener absoluta certeza sobre su destino eterno. Esta es una de las
recompensas de aceptar el mensaje de salvación en Cristo. Leemos:
“…porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”
2ª de Timoteo 1:12.
Dios va a guardar su promesa de
salvación y un día, cuando muramos o Jesucristo venga a por Su Iglesia, vamos a
disfrutar de la eternidad junto a Dios.
¿Te gustaría tener esta seguridad
en tu vida? Fácil, solo cree a Dios y obedece consecuentemente Su Palabra
escrita en la Biblia y en tu corazón.
¡Dos pequeñas palabras pero que
diferencia abismal!
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario