En la cola del banco…
Primera escena
Una hermanita
y un hermanito de dos y tres años respectivamente jugaban con los folletos
publicitarios de la entidad sin que nadie se lo impidiese. Una señora comentaba a la madre
de las criaturitas alborotadas:
‒Pues cuando crezcan es peor. Ya me lo decían: “No te
pienses que cuando crezcan irá a mejor. La cosa empeorará”.
La madre de los susodichos le contestó:
‒ ¡Ya no tengo ni casa! ¡Siempre tengo que ir detrás
recogiendo lo que van desordenando!
‒Es que ya hasta me insultan−. Aseveró la primera mujer.
− ¡Es que son malos!−, dijo la madre resignada.
− ¡Muy malos!−, dijo en repuesta con ademán de despedida la
iniciadora de la esclarecedora conversación.
Los traviesos niños, aunque concentrados en sus juegos, eran
todo oído a la conversación que sobre ellos tenían su mamá y la otra
señora.
Segunda escena
Le
toca el turno a la madre de las inocentes, pero traviesas criaturas y comienza sus
gestiones bancarias con la empleada del banco. Los niños se percatan que la
mesa donde la madre está siendo atendida tiene un montón de cosas que llaman su
atención: bolígrafos, máquina calculadora, tarjetitas de presentación y demás
enseres de oficina, como el lector imaginará.
Ni cortos ni perezosos los
benditos ponen ojos de alegría y se disponen a llevar a cabo sus pensamientos
de disponer del botín hallado. Toman en préstamo bolígrafos para dibujar en los
folletos publicitarios antes citados; no se olvidan de manosear y tirar del
rollo de papel se la máquina de calcular; tirados en el suelo pintorrean a sus
anchas los famosos folletos…
De vez en cuando la empleada
pone cara de circunstancias esbozando una tímida sonrisa y con voz suave, les
dice a los niños:
−Eso no se toca. Podéis haceros daño...
−Esas cosas no son vuestras−, comenta a sus hijos que siguen
igual de traviesos.
−−−
Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. (Hebreos 12:8-10)
Estos
versículos extraídos de la Biblia están escritos para creyentes, es decir,
cristianos. Los cristianos son personas que hemos creído al mensaje de
salvación de Jesucristo pues Él es la respuesta a nuestros males.
Dios
nos toma como hijos y comienza un proceso en el cual somos afinados hasta que
estemos en Su presencia en el Cielo. Allí seremos perfectos como Jesús. Dios va
tallando en nosotros, como lo haría un buen escultor, la imagen espiritual y
moral de Su Hijo Jesucristo. Cristiano significa pequeño Cristo.
La disciplina es el medio por el
que se nos corrige y dirige. Si esto no sucede (como indica el texto bíblico) somos
bastardos.
Nuestros padres nos disciplinaba
como a ellos les parecía, o como dice otra versión ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo! Es
decir, todos hemos estado a merced de las luces de entendimiento de nuestros
respectivos padres y por corto periodo de tiempo.
Al que le tocó buenos padres
salió ganando y al que malos padres le cayeron… vemos evidencias de esto
diariamente. He aquí una lista de comportamientos: “…estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad,
avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;
murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios,
altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales,
sin afecto natural, implacables, sin misericordia…” (Romanos 1:29-31)
Esta
es una lista de pecados que desde la más tierna infancia cometemos de una u
otra forma. Está en nuestros genes y lo llevamos como una enfermedad crónica de
por vida. La única escapatoria es dejar de alimentar al monstruo que llevamos
dentro.
Nuestros padres, por muy buenos
que sean, también sufren de la misma enfermedad, por consiguiente, no pueden
ser ejemplos que nos curen y guíen de la misma forma que Dios puede y quiere
hacer con cada vida que a Él se acerca.
“…pero éste (Dios nos disciplina) para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”.
Participar
de la pureza de Dios es la meta. No hay meta más sublime para el ser humano que
gustar la pureza del conocimiento profundo de quién es Dios y ser afectados con
Su carácter amoroso, justo y bondadoso.
Dios quiere tratarte como a un
hijo ya que quiere devolverte al estatus que tenías de perfección y pureza
antes de pecar desobedeciéndolo. ¿Qué espera Dios de ti? Quiero expresarlo como
lo explica la misma Biblia, la Palabra escrita de Dios para ti:
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:12-13)
Recibe a Cristo, o dicho de otra forma, invítalo a tu vida.
Reconoce que Él es quien dice ser: el Hijo de Dios. Confiesa tus pecados a Dios
y Arrepiéntete de ellos de forma sincera.
Cree Su mensaje:
Jesús vino a pagar por tus pecados en una cruz. Él te sustituyó pagando el
precio que debías pagar que era la muerte eterna. De esta manera puedes tener libre
acceso a la comunión con Dios. Al hacer esto serás una nueva criatura pasando
de muerte a vida.
De lo contrario,
si rechazas la salvación que Jesús te ofrece, te espera el juicio de un Dios
Justo que debe dar castigo al delito. El pecado es un delito penal ante el
máximo Juez de la Creación: Dios.
Tómate un tiempo para sopesar profundamente en lo leído. Dios
es el Padre que a todos nos conviene. Quizá tengas una mala imagen de tus
padres terrenales y te cueste trabajo hacerte a la idea de cómo sería un padre
perfecto.
Dios es ese Padre
perfecto que cuida a Sus hijos como conviene pues toda la sabiduría está en Él
y por la eternidad nos guiará, cuidará, amará y protegerá para lo que nos
conviene.
Dios me disciplina
porque me ama.
¡QUE DIOS TE
BENDIGA!
Hay que ser retorcido par hablar de "pecado en los genes", y hace falta mala leche para decir que "todos hemos pecado" porque sí. ¿Esa es la "justicia divina"? ¿Eso es "amor de dios"? Pues para vosotros la justicia y el "amor" de vuestro dios, yo no lo quiero ni lo uno ni lo otro.
ResponderEliminarGracias por leer la entrada.
ResponderEliminar¡Qué Dios lo bendiga!