Pienso que no hay nada más absurdo que tener la solución a
mano y rechazarla. ¿Cuántos de nosotros nos hemos arrepentido de desaprovechar
lo que en su momento nos aconsejaron? Y lo peor de todo es que el hombre es el
único animal que tropieza dos veces, y muchas más, en la misma piedra. Cada vez
que hemos tropezado en la misma piedra es como si estuviésemos a oscuras, en tinieblas.
Será por esa razón que cometemos tantos errores al cabo del año, del mes, de la
semana y del día. Pero seguimos desaprovechando los buenos consejos.
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Juan
3:19)
Estas fechas navideñas nos recuerdan que Jesús, la luz, vino
al mundo y que los hombres prefirieron seguir tropezando en la misma piedra:
las tinieblas. ¡Hay que estar insensible para tal elección! ¿Te imaginas? Te
dan la oportunidad de tener salud y eliges la enfermedad, puedes ser rico y
eliges la pobreza, vivir y optas por morir… Realmente absurdo. Pues no debes
sorprenderte, querido lector, porque cada vez que rechazas a Jesús y lo ignoras
en navidad y el resto del año, estás eligiendo las tinieblas. ¡Sí! amas más las
tinieblas si rechazas a Jesús. Jesús vino y lo has rechazado.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no
viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. (Juan 3:20)
A nadie le gusta que saquen a la luz sus tropiezos. Rechazar
la luz es vivir en el anonimato que dan las tinieblas. Encontrarse con Jesús te
hace perder ese anonimato y eso lo evitas a toda costa. Navidad se reduce a un
intercambio de regalos, reuniones familiares y consumismo… de Jesús, ni te
cuento, porque ha desaparecido de la escena, ha sido cruelmente defenestrado y
olvidado de unas fechas que se celebran en su honor. Jesús es alguien incómodo
pues te dice de qué madera estás hecho.
Jesús nos habla claro, sin tapujos, para que podamos vernos
como Él nos ve y de esta forma poder tener una imagen del cuadro completa. La verdad
duele y negarlo es una necedad pero Jesús nos habla la verdad en amor. Quitar
las piedras que nos hacen tropezar vez tras vez es costoso pero necesario. Un
amigo me ha contado una experiencia con su hija que nos enseña sobre el trato
amoroso de Jesús, aunque al principio no lo entendamos. Por razones obvias he
cambiado los nombres.
Andrea sigue creyendo en mí, sigue creyendo que existo. ¿Por
qué digo esto? Ayer la llevé al médico por un resfriado que tiene. Al ver que
yo la empezaba a desvestir para el examen médico, me miró confundida. Pero
cuando la médico le abrió la boca con el "palito" para observarle la
garganta, empezó a tener miedo. "Tranquila", le dije, "papá está
contigo." Empezó a llorar.
Inevitablemente, se puso a llorar más fuerte mientras le
sujetaba las manitas para que no atizara el otoscopio. Sus lloros, gritos
agudos y contorsiones mostraban que no comprendía lo que estaba pasando. ¿Cómo
podría yo, un padre amoroso, permitir que esto ocurriera?
La visión de Dios es mucho más amplia que la nuestra y por
esta razón creemos que lo que hace no es justo. Si Cristo no te mostrase el
pecado que hay en ti ¿de qué tendrías que arrepentirte? Sería injusto por Su parte no ponerte sobre aviso
de que tus pecados te van a llevar al infierno y de esa forma negarte toda
oportunidad de poder salvarte.
El amor de Dios se demostró de muchas formas a lo largo de
la vida de Jesús y una de esas demostraciones fue nacer a sabiendas que lo
rechazarían. Esto no lo amedrentó para conseguir la meta que se había fijado:
traer la luz a los hombres, la luz que les libraría de las tinieblas. Jesús
nació para morir en nuestro lugar, pagando las cuentas pendientes que teníamos
con Dios Padre y de esta forma poder caminar como Sus hijos, hijos de la luz. Lo
contrario está claro, hijos de las tinieblas, si rechazamos la mano tendida de
Dios.
Estas navidades luminosas, por los millones de bombillas
decorativas, tienes la oportunidad de acercarte al que dijo que era la luz,
Jesús. Tropezarás con la misma piedra si sigues eligiendo las tinieblas.
Jesús disipa las tinieblas.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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