Los días de nuestra vida se han comparado con muchas cosas
con la finalidad de mostrarnos lo efímero que son nuestros días en este
planeta. Nuestra vida es lo que acaece entre la fecundación (no se asusten los
proabortistas) y la muerte. Dar a luz es “mostrar ante todos” la vida que ya
existía nueve meses antes en lo secreto del seno materno. Ahora bien, qué
hacemos con la vida que Dios nos ha regalado es nuestra responsabilidad ante
Dios, nuestros semejantes, y nosotros mismos. Los días son como gominolas que
se van consumiendo vorazmente por el apetito insaciable del paso de la vida. Esta
es la comparación que me he encontrado esta semana con respecto a la vida, en
formato de vídeo. Échale un vistazo.
Dormir, trabajar, estudiar, ver tele, jugar, etc., etc. Cuando
nos queremos dar cuenta ya queda poco. Ya se fue. Es como esa máquina
tragaperras donde se acumulaban las monedas y eran empujadas por las nuevas
monedas que iban introduciendo los jugadores. Las monedas más antiguas caían de
forma natural mientras que las nuevas esperaban su turno. Me parece loable que
haya personas que motiven a otras a pensar seriamente en lo importante que es
vivir de forma razonable. Es que, querido lector, no estamos aquí por
casualidad sino con un propósito. De ahí deducimos que no solo debemos vivir
para alimentar nuestros instintos básicos: dormir, comer, hacer el amor o divertirse. ¡Hay más! ¡Mucho más!
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. (Salmos 90:12)
Lo único que no podemos atesorar es el tiempo, decía uno de
mis más queridos maestros. ¡Qué razón tenía! El tiempo es para consumirlo y no
para que nos consuma. Dios nos tiene que enseñar a consumir la vida “de tal
modo”, como dice el salmista, que seamos buenos administradores de ella y, como
traduce la Biblia de Jerusalén, “para que entre la sensatez en nuestra cabeza”.
¿Quién te está enseñando cómo debes agotar tu vida? ¿En tu
corazón hay sensatez o insensatez? Según el salmista el Único que puede enseñar
a vivir correctamente es Dios. ¿Por qué? Porque Dios es el creador y Diseñador
de la vida. Todo lo que existe fue ideado y puesto en práctica por Su Palabra.
Tú y yo fuimos un pensamiento en la magnífica mente de Dios que hoy ha visto la
luz. Por eso es crucial aprender a vivir de la mano de Dios.
Comparar la vida con gominolas me parece una idea dulce. Sé
que Dios desea dulcificar el vivir diario de cada persona, y el tuyo. Por eso nos
reta a intimar con Él de forma especial y dulce. Esto me recuerda lo gran, ¿qué
digo? Lo grandísima repostera que es mi querida esposa. Ella prepara las mejores
tartas del mundo mundial. Si me llamáis exagerado, lo entiendo. ¡No tenéis la
suerte de haber probado una de sus tartas! Ella muele el azúcar para hacer
azúcar glass, tortura a las nubes de algodón para hacer fondant, mete el
bizcocho a no sé cuántos grados y tiempo en el horno, hace figuritas aplastándolas
para darle forma sin compasión deshaciéndolas nuevamente si no han salido a su
gusto, si entras en la cocina ves las armas de la tortura y a ella,
tenebrosamente, ¡más feliz que unas pascuas!… créeme si te digo que en alguna
ocasión he escuchado verdaderos lamentos azucarados en la cocina (mazmorra para
los dulces) de mi casa, que es la tuya.
Para enseñarnos a vivir Jesús tuvo que morir. De esta forma
para nosotros fueron las gominolas y para Dios la tortura. Jesús entró en
nuestro mundo para padecer por cada uno de nosotros, pagando a Dios Padre por
nuestros pecados. Soy consciente que vivimos inmersos en una sociedad en la cual
ya no hay conciencia de lo que es pecado. Si tú eres de los que no lo sabes, te
lo explico. Pecado es vivir alejado de lo que Dios ha planeado para ti en esta
vida. No contar con Dios, por lo tanto, es pecado y una forma insensata de
vivir. Como mi esposa amasa sus tartas, Jesús fue amasado por Su Padre para que
por Su sufrimiento fuesen endulzadas las vidas de todos aquellos que se
arrepienten de sus pecados y creen en Jesucristo como único Salvador y Señor.
Me encantaría que te tomaras un tiempo para reflexionar en
todo esto. Jesús es alguien real que te puede ayudar a pasar por los tragos más
amargos de tu vida. Recuerda que Él sufrió en una cruz amargamente para
dulcificar tus días. ¡Oh, si tan solo te acercaras a Él y arrepentido le
adoraras!
Jesús, que dulce es tu Nombre.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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