Capítulo 9
Ya no lo podía soportar más,
tenía que revelarles mi secreto cuanto antes. Mandé que saliesen todos los que
allí se encontraban y me quedé a solas con mis hermanos. La tensión pudo más
que yo y lloré tanto y tan desconsoladamente que hasta los egipcios pudieron
oír mi pesar.
−Yo soy José; ¿vive todavía
mi padre?−, fue mi presentación. Mis
hermanos se quedaron de una pieza, temerosos y mudos. Reaccioné prontamente,
les pedí que se aproximaran cerca de mí, les recordé el agravio que contra mí
cometieron vendiéndome como esclavo y les revelé que todo aquello lo utilizó
Dios para el bien de Su pueblo.
Los envié presurosamente de
vuelta a su tierra para que diesen la buena noticia a Jacob, mi padre, y que lo
trajeran a Egipto con la promesa de que habitarían en Gosén, cerca de mí, donde
podré alimentarlos en los años que nos quedan de fatalidad. − ¡Apresuraos! ¡No
deis descanso a vuestros pies hasta ver mi deseo cumplido! ¡Contadle a papá que
su hijo está rodeado de gloria!
Me abracé Benjamín, lo besé y
lloramos juntos. Pude abrazar a todos, llorar con ellos, y además conversar
sobre todo aquello que necesitaba oír de sus labios: perdón, reconciliación,
todos los años perdidos sin saber nada de ellos y de mis padres…
Después de la feliz
reconciliación abastecí a mis hermanos conforme me había ordenado Faraón, al
cual habían llegado la alegre noticia, con carros, regalos, ropa, dinero y
alimentos y el mandato de traer de vuelta a mi padre. –No peleéis por el camino−,
les aconsejé.
¡Cuánto me hubiese gustado
ver la cara de mi amado padre al recibir la noticia de mi situación! Lo más
maravilloso es que rápidamente quiso verme, − ¡Basta!−, dijo callándolos, pues
no quería escuchar más a sus hijos sino poder vivir de primera mano lo que les
estaban contando. ¡Mi padre me ama!
Capítulo 10
Mi padre viajó con todas sus
pertenencias y en Beerseba ofreció sacrificios a Dios. Por la noche recibió
Palabra de Dios por medio de visiones que le tranquilizaron en la decisión de
habitar en Egipto, Dios renovó Su Pacto para hacer de Él una gran nación, Dios
estaría con Israel y yo cerraría sus ojos al morir.
Partieron de Beerseba a
Egipto con ánimo pronto llevando toda la descendencia de Jacob en los carros de
Faraón, sus ganados y sus riquezas. Jacob envió como emisario a Judá con el fin
de anunciarme que nos encontraríamos en la tierra de Gosén.
Conduje mi carruaje y me
presenté ante mi padre. Describir la escena de este bendito momento no me es
nada fácil pues fueron años que pasé en soledad, necesidad y sin consuelo. Ahora
mi confianza en Dios se vio recompensada en grado sumo. Nos fundimos en un solo
abrazo y lloré por mucho tiempo mientras papá me acariciaba diciendo lo mucho
que me amaba. Me expreso su sentimiento de consuelo por nuestro encuentro
haciéndome ver que ya moriría en paz, dado que me encontró vivo.
Fui a faraón y lo puse al
corriente sobre la llegada a Egipto de mi padre y mi familia, pero antes les
advertí que cuando Faraón les preguntase ¿cuál es vuestro oficio?, ellos
contestasen que eran ganaderos desde la juventud, de esta forma vivirían en
Gosén, pues los egipcios rehúyen de los pastores de ovejas.
A Dios gracias por la posición
que me dio frente a Faraón. No dudé ni un momento de que su respuesta ante mis
peticiones sería más que atendidas, sobrepasadas. Así que, con toda confianza,
pedí audiencia en palacio y me presenté delante de Faraón. Él me atendió con
verdadero interés y amabilidad. Siempre fue así gracias a que Dios me reveló
sus sueños y esto me dio pie a desplegar la sabiduría divina en los años de
abundancia y ahora, en la escasez.
Reencuentro, perdón y
reconciliación.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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